La gue­rra, que hoy expor­ta Espa­ña, pue­de que otros la impor­ten maña­na – Mikel Arizaleta

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Fue una lec­ción la que dio a sus seño­rías aque­lla mujer rubia y oje­ro­sa, Pilar Majón, en aque­lla maña­na del 16 de diciem­bre de 2004, cuan­do les espe­tó a la cara: “¿De qué se reían seño­rías? ¿Qué jalea­ban? ¿Qué vito­rea­ban?… Se está hablan­do de la muer­te y de heri­das de por vida pade­ci­das por seres huma­nos. Que nues­tro dolor cen­tre sus con­clu­sio­nes. Tie­nen la obli­ga­ción de evi­tar otro aten­ta­do». Habla­ba, en rigu­ro­so luto y con el bol­so de mano, la madre de Daniel, su hijo de 20 años, víc­ti­ma del 11‑M en el tren del Pozo camino de la uni­ver­si­dad de aquel jue­ves, lue­go de las 7, 30 de la mañana.

Aquel trá­gi­co 11 de mar­zo, en el que murie­ron 191 per­so­nas, era jue­ves y el 14 se cele­bra­ban elec­cio­nes gene­ra­les. El gobierno de Aznar min­tió des­ca­ra­da­men­te a la ciu­da­da­nía y acu­só men­daz­men­te a ETA de la matan­za. Curio­sa­men­te quien enton­ces dijo con voz sono­ra que no había sido ETA y des­en­mas­ca­ró con con­tun­den­cia la fala­cia hoy está en la cár­cel y se lla­ma Arnan­do Ote­gi. El gobierno espa­ñol esta­ba ya avi­sa­do, par­ti­ci­pa­ba acti­va­men­te en la gue­rra de Afga­nis­tán y fue pro­mo­tor des­ta­ca­do de la gue­rra de Iraq. Y se ame­na­zó des­de allí con repre­sa­lias a la chu­le­ría de aquí. Aquí hubo 191 muer­tos blan­cos pero allí hace tiem­po que han pasa­do del millón los muer­tos y son innu­me­ra­bles los heri­dos, los tulli­dos, los lisia­dos, los tor­tu­ra­dos, los vio­la­dos. Ira­quíes o afga­nos, que tie­nen tam­bién madres oje­ro­sas, que no son rubias, que son more­nas y que sien­ten el dolor tan­to –qui­zá más- que las rubias euro­peas. Casi a dia­rio pasan de 100 los ase­si­na­dos por nues­tra gue­rra, por nues­tras armas, por nues­tros sol­da­dos, por nues­tras bom­bas de raci­mo, los ase­si­na­tos finan­cia­dos con nues­tra pas­ta y nues­tro nego­cio de dolor y muerte.

En esta gue­rra espa­ño­la en tie­rras libias, como comen­ta Rafael Poch, “pue­de que haya suer­te y a Gada­fi no se le ocu­rra ‑o no pue­da- estre­llar un avión con­tra una cen­tral nuclear fran­ce­sa cer­ca­na o con­tra una espa­ño­la. O pue­de que no. Pero cuan­do uno lan­za bom­bas con­tra otro país, se expo­ne a que ese país res­pon­da de algu­na mane­ra. Hacer la gue­rra impli­ca ries­gos. El 11‑S reve­ló una vul­ne­ra­bi­li­dad has­ta en el mis­mo cen­tro del impe­rio. El dere­cho de inje­ren­cia sería loa­ble en un mun­do regi­do por la bene­vo­len­cia y las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les igua­li­ta­rias. En el mun­do de hoy tie­ne gran­des pro­ba­bi­li­da­des de ser un fac­tor de abu­so y poder de unas nacio­nes o coa­li­cio­nes de nacio­nes sobre otras. Las fecho­rías de algu­nos son deli­to, las de otros no. La pro­tec­ción de vidas invo­ca­da por la ONU se con­vier­te en pre­tex­to para un cam­bio de régi­men allí don­de con­vie­ne, en Libia si, pero no en Baréin o Yemen, mucho menos en Israel. Dis­pa­rar con­tra la pobla­ción es casus belli en Ben­ga­zi, no en Sanaa, Mana­ma y menos aun en Gaza”.

Hoy de nue­vo par­ti­dos y dipu­tados aplau­den y ava­lan con su voto en el Par­la­men­to una gue­rra en Libia, que mata, lisia, tor­tu­ra y tulle a sol­da­dos y civi­les, a hom­bres, muje­res y niños. Y no olvi­de­mos que tam­bién ellos llo­ran, sufren, sien­ten y mue­ren. Si Espa­ña expor­ta gue­rra que no se que­je si un día otros la impor­ten. La gue­rra, lejos, es jue­go y espec­tácu­lo en la tele­vi­sión de casa, pero pue­de tro­car­se tam­bién en muer­te en casa y rego­ci­jo lejos.

¿De qué se ríen seño­rías? ¿Qué jalean? ¿Qué vito­rean y ava­lan? ¿Aca­so no se dan cuen­ta que se está apro­ban­do muer­te y gue­rra en el par­la­men­to español?

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