Puesto que me considero un anticapitalista de buena voluntad y suscribo plenamente el artículo de Carlos Taibo Mesas de convergencia: por qué no he firmado, me siento aludido (y por eso voy a responder a ella) por la réplica suscitada por dicho artículo: Al compañero Taibo y otros anticapitalistas de buena voluntad, que he leído con gran interés. Con interés y provecho, porque si a la vista de algunos de los convocantes, reconocidos antineoliberales de buena voluntad, me cabía alguna duda sobre la naturaleza y el “talante” de las autodenominadas mesas de convergencia ciudadana, la susodicha réplica las ha disipado por completo. Y no solo eso, sino que me ha permitido enterarme de sutilezas tales como que “el término neoliberalismo da nombre a algo transformable en la realidad mientras que el término ‘capitalismo-en-general’ solo alude a un concepto que solo subsiste en el ambiente amable de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas”. Tienen razón Fernández, García, Martínez et al. (los firmantes de Al compañero Taibo…): el capitalismo-en-general, como la cosa-en-sí kantiana, es algo incognoscible e intangible, así que tendremos que conformarnos con combatir el capitalismo-en-particular, ese que nos machaca aquí-y-ahora y que, para simplificar, podemos denominar capitalismo a secas. Gracias, compañeros Fernández, García, Martínez et al. por apartarnos del amable pero engañoso ambiente de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas.
Y si, como a Ulises, los cíclopes nominalistas siguen apedreándonos desde las inaccesibles alturas de los acantilados teóricos, ¿qué hacemos? Fernández, García, Martínez et al. lo tienen claro: “Se trata de optar individualmente entre dos posicionamientos: o bien por ver las cosas desde el ángulo lógico-teórico o de hacerlo desde una visión histórico-práctica… Lo que reivindica este movimiento ciudadano no es la política de la lógica, sino la política de la historia, no la vida de las palabras sino la vida de esas personas que viven, aman, sufren y trabajan en el Estado español hacia principios del año 2011”. Hacen bien en aclarárnoslo, porque algunos anticapitalistas de buena voluntad pero ingenuos, como Taibo y yo, nos empeñamos en reivindicar la lógica (es decir, la razón), la teoría (es decir, la reflexión) y la palabra (es decir, la comunicación), sin querer darnos cuenta de que son lo contrario de la historia, la práctica y la vida verdadera, esa que se vive sin hablar ni pensar.
A los comentarios de Taibo sobre la presencia de los sindicatos mayoritarios en las mesas de convergencia ciudadana, contestan Fernández, García, Martínez et al. que “el movimiento sindical es una parte sustancial de la izquierda de este país, movimiento amplio y complejo que no se debe reducir en ningún caso a un acuerdo firmado por sus direcciones en un momento determinado”. Solo se han dejado un adjetivo: “nominal” detrás de “izquierda” (omisión que, por otra parte, su antinominalismo explica cabalmente); por lo demás, tienen toda la razón: el movimiento sindical es amplio y complejo (como los números complejos, que tienen una parte real y otra imaginaria), y no debe reducirse a un acuerdo firmado por sus direcciones en un momento determinado: hay que tener en cuenta la trayectoria completa ‑y compleja- de esas direcciones desde la “transición” hasta hoy; una trayectoria de corrupción, mentiras y reiteradas traiciones a la clase trabajadora que hace que algunos anticapitalistas de buena voluntad consideremos poco probable “que acaben reconociendo implícita o explícitamente el error cometido con la firma del acuerdo”.
Contesto a los compañeros Fernández, García, Martínez el al. a sabiendas de que es posible que no lean este artículo, pues nos advierten que “por una simple cuestión de economía del tiempo a veces tenemos que prescindir de los placeres que abren la lectura de textos bellos y coherentes, llenos de chisposas metáforas y sutiles giros verbales pero irremediablemente alejados de la realidad cotidiana de la mayoría de los hombres y de las mujeres explotados, hacinados, angustiados y humillados de este país, que son los que más nos preocupan e interesan”. Pero al menos su loable preocupación por los explotados, hacinados, angustiados y humillados sí que les deja tiempo para escribir textos chisposos y giratorios. Que no les falte.
Por si quienes no suelen participar del ángulo lógico-teórico y de la vida de las palabras no se han dado cuenta, los párrafos anteriores son un tanto irónicos. Ya más en serio, solo quiero señalar lo que los anticapitalistas de buena voluntad sabemos desde hace mucho tiempo: que la socialdemocracia siempre intenta neutralizar ‑y capitalizar- las iniciativas de la izquierda real infiltrándose en ellas o apadrinando sucedáneos descafeinados de las mismas (baste recordar la manipulación electoralista del “No a la guerra” ‑como antes del no a la OTAN- por parte de un PSOE abyectamente sometido al imperialismo estadounidense). Y en la actualidad se está produciendo una convergencia real que preocupa muy seriamente a los poderes establecidos y que explica, entre otras cosas, la apresurada creación de estas mesas sucedáneas. Es la convergencia de las izquierdas independentistas y las de ámbito estatal, cuyo vigor puso en evidencia la coalición Iniciativa Internacionalista y que ahora se manifiesta en el amplio apoyo de las fuerzas anticapitalistas a Sortu y al proyecto político de la izquierda abertzale. La grotesca y variopinta reacción del poder, que va desde la represión más brutal hasta las más burdas farsas refundacionales, pasando por la más vergonzosa manipulación de las instancias jurídicas, da la medida de su preocupación. Totalmente justificada.