El 16 de marzo se celebra el 230º aniversario de la Revolución Comunera. Cuando Manuela Beltrán, se amotina en la plaza de mercado del Socorro (Santander), rompiendo los edictos del rey de España, que imponía el nuevo impuesto para la armada de Barlovento, convidando la multitud a derribar las autoridades. Esta sublevación llegó a otras poblaciones de la provincia.
Ante la tiranía imperial, los pobladores se levantan en armas y marchan hacia Bogotá a tumbar el Virrey. A su paso, se suman otros insurrectos, conformando un ejército de 20.000 personas. De sus líderes se destaca José Antonio Galán Zorro, quien marchó a Honda, Ambalema y Mariquita, derrotando los destacamentos militares, derribando alcaldías y estancos, repartiendo haciendas y bienes de los oligarcas, redimiendo indios y siervos campesinos, liberando esclavos negros, instalando cabildos para escuchar los reclamos populares y estableciendo nuevos gobiernos del Común.
Pero, los comerciantes y hacendados, traicionan el levantamiento comunero, capitulan en Zipaquirá, a las puertas de la capital, ante el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, reciben importantes beneficios y se dedican a perseguir a los auténticos revolucionarios como Galán. Las luchas hoy El pueblo colombiano sacude el yugo impuesto por la oligarquía, con su terrorismo de Estado y su maquinaria paramilitar, para aniquilar la protesta social y la oposición política. Hoy Colombia se moviliza por todos los puntos cardinales. El Paro nacional camionero, exige respeto a la tabla de tarifas; el paro indígena de Arauca, protesta ante la detención de sus dirigentes; las movilizaciones en varias ciudades de los mototaxistas, a quienes se les niega el derecho al trabajo; las protestas de los departamentos y municipios productores de recursos no renovables, ante el gobierno central, que intenta quitarles el manejo las Regalías; las diferentes movilizaciones, paros y hasta amotinamientos de los habitantes de los barrios populares, exigiendo la cobertura y calidad de los servicios públicos básicos. Y las movilizaciones campesinas por las fumigaciones con glifosato y en contra de que se les califique como narcotraficantes. La entrega que hace el gobierno a las compañías multinacionales, de los Páramos, cordilleras, llanos, valles, ríos, mares, suelo y subsuelo, para la depredadora explotación minero-energética, también provoca el rechazo de la población, generando diferentes movilizaciones, como la más reciente y multitudinaria en la ciudad de Bucaramanga. Cambian actores y escenarios. La devastación neoliberal de las últimas cuatro décadas, ha cambiando la composición social colombiana, generando nuevos actores y nuevos escenarios. Además, el Terrorismo de Estado, acrecentado en los últimos gobiernos narco paramilitares, ocasionó un genocidio contra el pueblo, eliminando y debilitando la mayoría de organizaciones sociales e impidiendo la consolidación de la oposición política legal. Las dimensiones de la barbarie estatal se aprecia en cifras: 30.000 personas asesinadas al año, 250.000 desaparecidos, ocupa el primer lugar en el mundo por asesinatos contra sindicalistas y por destierros, tiene hacinados en las mazmorras a más de 7.500 presos políticos. Este genocidio ha sacrificado generaciones de dirigentes populares, ha desbaratado el tejido social y son un factor determinante para comprender por qué en Colombia no se transita por los caminos democráticos que adelantan otros pueblos del continente. El movimiento sindical ha jugado un protagonismo importante en las luchas colombianas, pero hoy se encuentra a la defensiva, obnubilado, neutralizado, por la acción conciliadora del “angelinismo”, e intimidatoria del paramilitarismo. El movimiento social, acostumbrado a confrontar la barbarie del régimen uribista, hoy se encuentra desconcertado y desarmado ante el gobierno de Santos, quien recrudece la guerra sucia, reactiva el paramilitarismo con sus amenazas y ejecuciones, pero manda a su ”arzobispo” Angelino Garzón, el nuevo Caballero y Góngora, a desmovilizar, concertar y cooptar la dirigencia popular. En medio de esta crisis humanitaria, la capacidad de lucha sigue viva y se expresa en nuevos actores. Como las luchas indígenas del Cauca, que se volvieron palabra caminante, que está juntándose con las luchas campesinas, estudiantiles, de las mujeres, afrodescendientes, de los barrios populares. Resaltamos la lucha de los camioneros, quienes entendieron que los efectos de las políticas neoliberales y el posible tratado de Libre Comercio con los EEUU, los va a aniquilar. Valiente la pelea por mantener la tabla de fletes, por la reconstrucción de la malla vial del país, agravada por el invierno y contra el alza de los combustibles. Cerraron carreteras, bloquearon a Bogotá y se la jugaron de una manera digna y sorprendente, para evitar su derrota definitiva. Pero su pelea fue de solitarios, faltó la solidaridad del resto del movimiento social. Hacia las luchas nacionales Sigue en el olvido los 5,2 millones de desterrados por el terrorismo de Estado, más 2 millones de desplazados por la última ola invernal, que agonizan en los refugios. Ahora se anuncia la masacre laboral de más de 130.000 trabajadores estatales, con las facultades extraordinarias que le otorgan al presidente para reestructuración de tres nuevos ministerios y otros entes nacionales. Los santandereanos, rescatando su herencia comunera, logran dar una lucha ejemplar, contra la multinacional canadiense Greystar, que tramitaba el proyecto Angostura, para la explotación de oro y plata en el páramo de Santurbán; a pesar que la ley 1382 del 2010 prohíbe las explotaciones mineras en páramos, reservas naturales y forestales. La lucha contra este proyecto de gran minería, que acabaría con el agua potable para el área metropolitana de la meseta de Bucaramanga, sí logró aglutinar a los diferentes sectores sociales y políticos y este frente común se manifestó con contundencia y logró un triunfo de la vida, de los intereses ecológicos y ambientales, contra las pretensiones mezquinas del capital. Ganar una vocación política Unitaria, que aglutine al movimiento social y político alternativo, comenzando con todos los sectores en conflicto. Los diferentes espacios de convocatoria nacional, deben superar sus visiones e intereses de parte, confluyendo en una única plataforma. Entender las nuevas dinámicas de los nuevos actores y escenarios, para superar los viejos esquemas y métodos de lucha. Es urgente centralizar los esfuerzos en una única jornada nacional de movilización, para tener la trascendencia y la contundencia que revitalice el movimiento alternativo. La sangre comunera sigue altiva y digna en el pueblo colombiano, firme en la lucha libertaria contra la tiranía y fiel a las consignas de Galán: “¡Unión de los Oprimidos contra los Opresores!” “¡Ni un Paso Atrás… y lo que fuere menester, sea!” |