Existen unas más que curiosas coincidencias en la práctica totalidad de los servicios informativos españoles (permítanme que utilice el gentilicio en esta ocasión), ya sean radiofónicos, impresos, reproducidos por Internet o televisuales. Parece como si los ejércitos, empresarios y políticos – estos últimos dilectos hijos que luego pasarán a los consejos de Administración – se hubieran puesto de acuerdo en imponer al mundo una nueva religión, que nada tiene que ver con lo espiritual, sino todo lo contrario.
He tenido que soportar en casa ajena (la educación para la ciudadanía obliga a aceptarlo) varios servicios informativos, donde se reprodujeron ese tipo de concomitancias sospechosas. En temas como las revueltas árabes, Cuba y Sortu, claman al cielo. Por un lado, la pusilanimidad de cuantos corresponsales hablaron desde Libia: todos en territorio controlado por los rebeldes. Ni un solo en Trípoli; ni uno ha sido capaz de entrevistar (comoLe Journal du Dimanche ayer mismo en Francia) al hoy satanizado Gadafi, como en su día lo fue Sadam Hussein, para que el condenado sin proceso pudiera defenderse. Ni un comentario positivo, aunque la suerte esté echada, sobre la iniciativa del Alba y Hugo Chávez, dando ejemplo de ejercicio democrático: diálogo, antes que invasión y muerte de más inocentes.
Por si fuera poca la subjetividad en los comentarios de quienes hablaban en directo, utilizando todo tipo de insultos contra el presidente libio y su ejército (al que definieron como mercenario), las entradillas a las crónicas eran de libro… de cocina, que no de estilo. El teatro del servilismo a la verdad única es latente, como patente la unanimidad de criterio en torno a los temas citados. Libertad de expresión uniformada. Disidencia prohibida.
Lo de Sortu, hiede. No en vano, Rubalcaba sonríe y tutea a los periodistas presentes en las ruedas de prensa, en las que nadie osa formular una sola pregunta que pudiera herir la susceptibilidad del monaguillo de Interior. Con lo hermoso que resulta un ministro en aprietos… Cuando salta el tema vasco, todas las cadenas se visten de Intereconomía. Una tal Mamen, en la Sexta, hablando de la sugerencia formulada por varios dirigentes de dos partidos democráticos (la ley que ilegalizó a Herri Batasuna sigue siendo ilícita) comoAralar y Eusko Alkartasuna, para que en esta etapa no se detuviera a más ciudadanos vascos, saltó de la butaca diciendo: “¡Lo que nos faltaba ¡ ahora resulta que…¡”, y continuó su labor convencida de que es periodista.
Ricardo Corazón de León no debió ser un rey demócrata. Me da en la nariz que los nuevos Caballeros de la Tabla Redonda tampoco están por la labor; pero mientras a los auténticos puedo al menos concederles el beneficio de la duda, en tanto en cuanto su Santo Grial, ya fuese de madera o piedra, cristal o barro cocido, resultó el único motivo que les movió a lanzarse hacia las tierras santas, a los del siglo XXI no podemos permitírselo, porque su Cáliz Sagrado se ubica en los pozos petrolíferos, porque están dispuestos a masacrar a los infieles de hoy, que no son sionistas, sino los llamados anti sistema, emigrantes, votantes de Chávez, cubanas/os revolucionarios, vascos/as independentistas y árabes de toda condición. Todos ellos son, sencillamente, terroristas.
El gobierno de Israel, cuando comenzaron las revueltas (sigo negándome a llamarlas revoluciones), pagadas o protegidas desde el exterior, acusó al ejecutivo iraní, que presideMahmoud Ahmadinejad , y a Hezbolá (Partido de Dios; en este caso, de Alá) de dirigir tales asonadas contra los llamados dictadores de aquella zona. Nada que objetar a la hora de derrocar a un sátrapa. Yo si pudiera haría lo mismo en Arabia Saudita, Kuwait, Omán, Qatar, Honduras, Chequia, Eslovaquia, USA, España, Italia, etc., donde la palabra democracia no sirve de mucho, excepto para que millones de incautos crean que es el Santo Grial deCameron, Berlusconi, Sarkozy, Merkel, Rajoy o Zapatero. Sigo con el tema de las revueltas.
El diario Yediot Aharonot (uno de los tres más importantes en Israel), publicaba hace días que el país «sigue con preocupación los intentos de Irán, Hezbolá y otras hermandades musulmanes cercanas al islamismo radical por derribar gobiernos, ya que se sospecha que están detrás de la escena, contribuyendo con millones de euros a lo que parecen (según las cadenas de televisión occidentales) levantamientos democráticos contra regímenes despóticos de la zona». Curiosa coincidencia, en esta ocasión, porque tanto Gadafi como el diario israelí apuntan en la misma dirección, a la hora de identificar a los presuntos mentores de dichas revueltas populares.
Más coincidencias. Las cadenas españolas, en su conjunto, cierran filas a la hora de conceder veinte minutos a Libia, pero diez segundos a los levantamientos populares y protestas generalizadas en varios estados de los USA, como Wisconsin, dada la actuación de su gobernador Scott Walker, eliminando beneficios sociales a trabajadores y jubilados. A la hora de la reivindicación, como de la represión de los uniformados contra los manifestantes, para las cadenas españolas lo primero es expresión prístina de la libertad; lo segundo, cuando hay carreras, golpes y heridos, se resume con la frase “la policía se vio obligada a dispersar”, mientras que idénticos casos en Venezuela, Ecuador o Bolivia, como en Irán o Libia (Trípoli) se saldarían con la expresión “los agentes masacraron a la población que demandaba pacíficamente sus derechos”. El pasado 3 de Marzo, cuando se cumplían 35 años del asesinato de 5 trabajadores en Vitoria, a manos de la policía de Fraga Iribarne y Martín Villa, esas cadenas callaron en pelotón.
Ni un solo segundo tampoco, para comentar el interrogatorio al que fue sometido el soldadoBradley Manning, desnudo durante horas, maltratado y humillado por sus superiores, como prólogo a la condena (tal vez pena capital) por revelar los crímenes del ejército USA en Irak, merced a la entrega a Wikileaks de documentos de las propias fuerzas armadas, en los que se mostraban asesinatos similares al de José Couso, bombardeos indiscriminados, torturas, etc., impunes hasta hoy.
Ni un solo minuto para entrevistar a los miembros del Grupo Internacional de Contacto, sobre su oferta de diálogo abierto para lograr la paz en el País Vasco, como antaño se logró en Irlanda del Norte. No hay micrófonos a la hora de que alguien pueda disentir de lo que se quiere imponer, por la fuerza y la amenaza.
Y como guinda al pastel de sangre, confusión, invasión y robo del petróleo árabe allá donde se encuentre, la noticia más relevante de las últimas semanas la acaba de provocar una encuesta realizada en Francia. Según un sondeo encargado al Instituto Harris Interactivepara el diario Le Parisien, Marine Le Pen (hija de Jean Marie, que fuera líder del Frente Nacional), hoy presidenta de ese partido, se halla en cabeza de las intenciones de voto para la primera vuelta de la elecciones presidenciales, con un 23 %, por delante de Nicolás Sarkozy y Martine Aubry (actual presidente y candidata socialista, respectivamente), ambos con el 21 %. Parece que el espíritu de Vichy no ha desaparecido.
Queda claro. En el país de la Revolución, de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, como en España, Italia, Alemania o Gran Bretaña, la sociedad no perdona a quienes, en nombre de una falsa democracia, utilizan las mismas armas del III Reich. Para millones de votantes, no hacen falta dirigentes de extrema derecha disfrazados de demócratas a la hora de hacer política. Que sean los propios talibanes quienes mantengan el estado del terror. Fuera caretas, que ganamos.
Resulta más explícito, eficaz y barato, que aquellos que confían en la supremacía de la raza aria, la xenofobia, el clasismo, la violencia, el desprecio al diálogo y demás características de un honrado ciudadano de derechas, en este caso una mujer, dirijan los destinos de un país.
Si Marine Le Pen triunfara en las elecciones presidenciales francesas en esa primera vuelta, el efecto que causaría en España sería desastroso para Zapatero.
No está en mi ánimo alegrarme por tal posibilidad, aunque reniegue del leonés y su mediocridad permanente. Pero dado que tampoco pertenezco a la familia de aquellos que se conforman con el menor mal posible, puedo vaticinar alto y claro, que en las próximas elecciones generales no ganará el PP, sino que perderá el PSOE, por las mismas razones que Felipe X, Señor del Gal, fue expulsado de la Moncloa por un genocida como José Mª Aznar.
Y en este caso no habrá pinza a la que echar las culpas de la debacle, porque IU estará obligada a pedir el voto para ella misma, si no quiere terminar como Santiago Carrillo: en brazos del puño, la rosa, la mentira, la impostura, la manipulación, la corrupción, la compra de intelectuales y el abrazo del Borbón. Y luego dicen que no hay mal que dure cien años…