Revo­lu­cio­nes, nue­vas tec­no­lo­gías y el fac­tor eta­rio – Jor­ge Magfud

Al igual que la impren­ta de pie­zas móvi­les en el siglo XV o los perió­di­cos en el siglo XVIII, las nue­vas tec­no­lo­gías de la infor­ma­ción y de la difu­sión cul­tu­ral han sido siem­pre fac­to­res de pre­ci­pi­ta­ción de un fenó­meno, pero rara vez su pri­me­ra cau­sa. Por el con­tra­rio, la impren­ta sur­ge des­pués de la madu­ra­ción de la revo­lu­ción huma­nis­ta, ini­cia­da un siglo antes. La refor­ma de Lute­ro (para­dó­ji­ca­men­te con­se­cuen­cia de la revo­lu­ción huma­nis­ta y más tar­de para­dig­ma de los con­ser­va­do­res anti­hu­ma­nis­tas más radi­ca­les) y la no menos vio­len­ta con­tra­rre­for­ma hicie­ron de casi todo el siglo XVI un siglo reac­cio­na­rio en tér­mi­nos socia­les. Pero lue­go de este inmen­so parén­te­sis reac­cio­na­rio, en el siglo XVIII los ilus­tra­dos y los filó­so­fos ilu­mi­nis­tas, fun­da­do­res de nues­tro mun­do moderno y pos­mo­derno, reto­ma­ron el lega­do huma­nis­ta, le pusie­ron un énfa­sis a la razón crí­ti­ca (aun­que no al racio­na­lis­mo) y agre­ga­ron el anti­cle­ri­ca­lis­mo que no esta­ba pre­sen­te en los ante­rio­res huma­nis­tas. Bási­ca­men­te, los ilus­tra­dos o el ilu­mi­nis­mo pro­vo­can una de las revo­lu­cio­nes más tras­cen­den­tes de la his­to­ria mun­dial que tie­ne como con­se­cuen­cia prác­ti­ca y teó­ri­ca la Revo­lu­ción ame­ri­ca­na pri­me­ro y la fran­ce­sa des­pués (aun­que esta últi­ma sin con­ti­nui­dad polí­ti­ca), mode­los de las sub­si­guien­tes revo­lu­cio­nes polí­ti­cas, socia­les y has­ta artís­ti­cas en todo el mundo.

La difu­sión de perió­di­cos se hace común entre las cla­ses edu­ca­das de Euro­pa, sobre todo en la Fran­cia del siglo XVIII, cuan­do estos filó­so­fos ilus­tra­dos ya habían comen­za­do su pro­pia revo­lu­ción. Revo­lu­ción que nece­si­ta­ba de estos nue­vos medios ya que, como todas las revo­lu­cio­nes moder­nas, esta­ba afec­ta­da por el mis­mo espí­ri­tu pro­se­li­tis­ta de cris­tia­nos y musulmanes.

Se acu­sa tam­bién que el nazis­mo se con­vir­tió en un fenó­meno social e his­tó­ri­co gra­cias a los nue­vos medios de difu­sión, como la radio y el cine, y las nue­vas teo­rías y prác­ti­cas de pro­pa­gan­da, lo cual es cier­to pero insu­fi­cien­te. Muchos otros paí­ses con­ta­ban con los mis­mos medios. Por otra par­te, el nazis­mo tuvo sus raí­ces en déca­das ante­rio­res (los nazis cuen­tan mile­nios) y en razo­nes que van mas allá de la mera inno­va­ción tec­no­ló­gi­ca y la nece­si­dad histórica.

Los actua­les levan­ta­mien­tos en el mun­do ára­be no son siquie­ra revo­lu­cio­nes. Son rebe­lio­nes. En algu­nos casos ni eso, ape­nas revuel­tas. Pode­mos acep­tar que han sido esti­mu­la­das por los nue­vos medios de comu­ni­ca­ción, es cier­to, pero no creo que éste sea el fac­tor cen­tral. Tam­bién podría­mos espe­cu­lar que todo ha sido pro­duc­to de una mani­pu­la­ción socio­ló­gi­ca por par­te de algu­na cen­tral de inte­li­gen­cia que tomó ven­ta­ja de las «ino­cen­tes» redes socia­les, pero al menos en el momen­to no dis­po­ne­mos de datos suficientes.

Para com­pren­der una revo­lu­ción es nece­sa­rio mirar a la his­to­ria pre­via de las ideas. Para com­pren­der una rebe­lión bas­ta con mirar la pirá­mi­de eta­ria y el gra­do de sta­tus quo del poder polí­ti­co y social de turno.

Las revo­lu­cio­nes lati­no­ame­ri­ca­nas se carac­te­ri­za­ron, entre otras cosas, por su juven­tud. El mis­mo Ernes­to Che Gue­va­ra obser­vó un día, en la facul­tad de arqui­tec­tu­ra, con la poca orto­do­xia mar­xis­ta que lo carac­te­ri­zó los últi­mos años: «había olvi­da­do yo que hay algo más impor­tan­te que la cla­se social a la que per­te­ne­ce el indi­vi­duo: la juven­tud, la fres­cu­ra de idea­les, la cul­tu­ra que en el momen­to en que se sale de la ado­les­cen­cia se pone al ser­vi­cio de los idea­les más puros» (Obra, 1967, 194).

Al igual que las revuel­tas de fines de los 60 en Euro­pa y Amé­ri­ca, las revuel­tas ára­bes de hoy en día tie­nen un efec­to domi­nó y se expli­can prin­ci­pal­men­te por el gran por­cen­ta­je de su pobla­ción juve­nil. El Mayo fran­cés, las revuel­tas de Pra­ga y Tla­te­lol­co, de Chica­go y Nue­va York son, sobre todo, revuel­tas juve­ni­les. La pro­por­ción de jóve­nes en Amé­ri­ca y en Euro­pa era mayor en los 60 que poco des­pués de la Segun­da Gue­rra, que dejó pobla­cio­nes más enve­je­ci­das y esti­mu­ló el con­for­mis­mo sub­ur­bano de los 50.

Uno podría pen­sar que aún un bajo por­cen­ta­je de jóve­nes repre­sen­tan millo­nes en cual­quier país, y bas­ta con unos miles para tener una revuel­ta con algu­na con­se­cuen­cia con­cre­ta. Pero es posi­ble que un por­cen­ta­je X de adul­tos y vie­jos fun­cio­ne como con­te­ne­dor de las ener­gías juveniles.

A fines del siglo XX decía­mos, res­pon­dien­do a Fran­cis Fuku­ya­ma y a Samuel Hun­ting­ton, que el pro­ble­ma geo­po­lí­ti­co de la úni­ca poten­cia mun­dial del momen­to, Esta­dos Uni­dos, no eran tan­to los con­flic­tos de intere­ses con el mun­do islá­mi­co (enton­ces pre­sen­ta­dos como con­flic­tos cul­tu­ra­les), sino el con­flic­to de intere­ses con Chi­na, que hoy se cali­fi­can como cola­bo­ra­ción estra­té­gi­ca. Enton­ces fechá­ba­mos en 2015 como un pro­ba­ble año en que esos con­flic­tos comen­za­rían a hacer­se crí­ti­cos o al menos evi­den­tes. Lue­go seña­la­mos una ace­le­ra­ción del decli­ve de la influen­cia mun­dial de la pri­me­ra poten­cia con el ini­cio de la gue­rra de Irak.

A Esta­dos Uni­dos toda­vía lo sal­va no sólo cier­ta cul­tu­ra de la inno­va­ción, el ries­go y la prac­ti­ci­dad, sino tam­bién el hecho de ser toda­vía el úni­co país indus­tria­li­za­do (anti­gua deno­mi­na­ción moder­na) con una tasa de naci­mien­tos acep­ta­ble en tér­mi­nos eco­nó­mi­cos y una pobla­ción que dis­ta mucho de ser tan vie­ja como la euro­pea o la japonesa.

Más tar­de, cuan­do todo esto pasó a for­mar par­te del con­sen­so gene­ral, estu­vi­mos de lado de quie­nes adver­tían cier­tas con­tra­dic­cio­nes en la impa­ra­ble maqui­na­ria Chi­na. Más allá de que su régi­men polí­ti­co dis­ta mucho de ser una ins­pi­ra­ción pro­ce­den­te de la tra­di­ción huma­nis­ta e ilu­mi­nis­ta, su ven­ta­ja es que toda­vía no es el impe­rio que algu­na vez fue y que siem­pre qui­so ser. Su pró­xi­mo posi­cio­na­mien­to como pri­me­ra poten­cia eco­nó­mi­ca del mun­do es inevi­ta­ble, al menos por un par de déca­das, antes de que India le dis­pu­te ese obse­si­vo y absur­do pri­vi­le­gio que no dice mucho sobre el desa­rro­llo de un país o de una sociedad.

Por las limi­ta­cio­nes de su sis­te­ma polí­ti­co (obvia­men­te, esto es mate­ria de dis­cu­sión des­de algu­nas pers­pec­ti­vas ideo­ló­gi­cas), uno podría espe­rar que en cin­co o diez años Chi­na tuvie­se algu­na revuel­ta deman­dan­do más par­ti­ci­pa­ción popu­lar en la admi­nis­tra­ción del futu­ro polí­ti­co y eco­nó­mi­co de su país y de sus pro­vin­cias ape­nas se enfria­se el ace­le­ra­do rit­mo de su cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co o sufrie­se algún des­equi­li­brio infla­cio­na­rio. En un país tan popu­lo­so don­de la mayo­ría son pobres, el pre­cio de los ali­men­tos es un fac­tor de alta sensibilidad.

No obs­tan­te, el cre­cien­te enve­je­ci­mien­to de su pobla­ción por un lado ace­le­ra ese enfria­mien­to eco­nó­mi­co y por el otro hace pen­sar que, a pesar de la diver­si­dad y de los núme­ros astro­nó­mi­cos de su pobla­ción, a pesar de las nue­vas tec­no­lo­gías de comu­ni­ca­ción e inter­ac­ción, esta revuel­ta con­tra el esta­tus quo de un gobierno cen­tral es más bien improbable.

No impo­si­ble, pero es mucho menos pre­de­ci­ble que la actual rebe­lión de las jóve­nes socie­da­des ára­bes de hoy en día, gober­na­das por regí­me­nes faraó­ni­cos y por los mis­mos nom­bres del siglo pasado.

Cla­ro, un com­ple­men­to váli­do sería obser­var que tam­bién las poten­cias actua­les son las mis­mas que las del siglo pasa­do y se rigen, al menos en polí­ti­ca inter­na­cio­nal, con la men­ta­li­dad mis­ma del Ancien régi­me. Pero ese tema mere­ce un espa­cio propio.

© Alai-AmLa­ti­na

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