El teatro es un medio de expresión que lleva implícito la educación, cultura, comunicación, recreación, terapia, motivación y otro sin numero de consecuencias positivas a diferentes intensidades y niveles Por lo que el teatro con sus varios lenguajes de comunicación, se convierte en un poderosísimo instrumento con muchas posibilidades de manejo y aplicación.
El teatro como actividad humana está lleno de energía y existencia que lo convierte en una actividad que va de la mano de todas las sensaciones, por ello es oportuno tomar en cuenta la existencia de un teatro político y un teatro popular pues, lo popular y lo político son modalidades de expresión del hombre, que requieren por sobre todas las cosas el conocimiento de la realidad y el sentido de pertenencia para saber qué se quiere decir y por qué se quiere hacerlo. Esa conexión del autor hace que su obra, en muchas ocasiones, responda y describa el entorno en el que se rodea.
las experiencias desarrolladas en el teatro popular se relacionan de forma directa con la ideología marxista y el compromiso con las clases populares… en este sentido muchos creadores que comulgaban con el movimiento izquierdista vinculan sus propuestas teatrales con esta corriente, ya que ven en ella el vínculo idóneo para acceder a las masas y transmitir sus modos de pensar. (Méndez, Torres, 1995)
En el teatro popular, el espectador no solo es un fin sino un medio de expresión «es teatro popular todo aquel teatro que involucra de algún modo la realidad del pueblo, su idiosincrasia, sus necesidades, tradiciones y problemas”
«el teatro es vida viva. Si cautiva, desconcierta o consuela al espectador, si lo alegra, lo confunde o lo ilustra, ello se debe precisamente a su resonancia vital»(Margot Berthold)
El origen del teatro popular sus orígenes se remontan a la propia Grecia con el comediógrafo Aristófanes, quien introduce en sus piezas personajes que realmente existían en su comunidad. De la misma manera que lo hiciera Plauto, en Roma. Los Autos Sacramentales de la Edad Media son otra forma de teatro popular, al igual que el que desarrolla durante el Siglo de Oro Español, porque este corresponde con la forma de vida de una época histórica. La Comedia del Arte, que irrumpe en la escena del siglo XIV, porque en ella se retratan personajes grotescos característicos de ese período histórico. Molière, es también considerado como un actor popular, a pesar de que se guarda de atacar a la monarquía porque forma parte de la colectividad, es un medio de expresión y de comunicación, el público lo hacía y lo describía, el dramaturgo era el portador de ese contenido.Iniciar un planteamiento en torno al Teatro de Dario Fo supone tomar en consideración la existencia de un teatro de contenido político y un teatro con características populares.
Entendiendo por teatro político, un teatro de agitación política se caracteriza al teatro europeo luego de la Segunda Guerra Mundial, pues tiene un tema común: La protesta. Ahora bien, vale decir que el teatro adquiere una dimensión política porque se trata de una actividad humana y por tanto social. Dice Augusto Boal: «el teatro es necesariamente político, porque políticas son todas las actividades del hombre y el teatro es una de ellas». De allí que pueda entenderse que la actividad teatral es una actividad social, y que como bien añade el mismo autor:
El teatro de modo particular, es determinado por la sociedad mucho más severamente que las demás artes, dado su contenido inmediato con el público, y su mayor poder de convencimiento. Esa determinación alcanza tanto a la presentación exterior del espectáculo como al propio contenido de las ideas del texto escrito.( Augusto Boal)
Así, para el propio Dario Fo, según lo explica en el discurso del Nobel «Un teatro, una literatura, una expresión artística que no habla de su propio tiempo, no tiene relevancia».
Ese elemento social y político en el teatro no es único del teatro europeo, sino que también se materializa en mayor o menor medida en las piezas del teatro hispanoamericano, siempre hay evidencia de lo social, tanto desde el punto de vista de la protesta como de la sátira cubierta de entretenimiento.
Es imposible hablar de teatro popular y político sin mencionar los aportes de dos de los representantes más importantes del teatro político quienes sentaron las bases de lo que se conoce como teatro popular.
Erwin Piscator y Bertolt Brecht
A principio de la década de 1920, en un momento en que la historia pedía modos escénicos más realistas, surge Erwin Piscator (1893−1966), quien, tras abandonar pronto el expresionismo, se lanza abiertamente al teatro concebido como un instrumento de propagación de la ideología marxista, de signo marcadamente comunista. Piscator recluta a aficionados, más que a profesionales. Le interesa más el testimonio y la denuncia que la calidad estética del producto. En su afán por adoctrinar al pueblo en la lucha de clases, buscará al espectador proletario en sus propios espacios ‑un taller, una fábrica, una sala de reuniones de obreros, una cervecería‑, a los que convertirá en escenarios.
Piscator logra que con su teatro político se popularice un subgénero escénico bastante particular, las “actualidades”, sketches en los que comentaban y caricaturizaban a los personajes y noticias del momento, una suerte de periódico escenificado. El autor logra posteriormente aglomerar todos sus conocimientos y experiencias en un texto titulado El Teatro Político, que incluso hasta hoy, sirve a seguidores como Augusto Boal.
Para Brecht «el teatro debía ser una parábola o una lección, en la cual el público tiene un rol crítico, reflexivo, que lo distancia de los personajes y de la acción» ‚cuyas teorías se montan sobre una ideología marxista en la que lo social, político e histórico tienen mucha relevancia.
Bertolt Brecht (1898−1956) siempre le ha trascendido a su actividad teatral. «Originó un fenómeno de gran interés, pues desarrolló su práctica escénica según unas directrices reguladoras, que fueron reciclando la experiencia, pero que terminaron por construir una teoría revolucionaria. De esta manera transformó el drama europeo.»
Es muy importante el legado que deja Brecht. Para este autor, era de vital relevancia el momento histórico en que uno vive. Brecht logra conducir la funcionalidad del fenómeno dramático hacia el sentido político del teatro, generando así un sentido o efecto de “extrañamiento” que será utilizado por el autor en diversas ocasiones desde su pieza Cabezas redondas y cabezas puntiagudas, estrenada en 1936, hasta Madre coraje. Brecht considera el factor social del teatro como algo más, un paso adelante, al tratarlo como producto artístico.
En Latinoamérica el eco de las investigaciones de Brecht y Piscator se hizo sentir y tiene en sus máximos exponentes los trabajos que Augusto Boal realizó en Brasil y Enrique Buenaventura en Colombia y es que apoyados en los pensamientos brecthianos realizaron sus propuestas y la interpretación de sus realidades.
EL TEATRO POPULAR UN ARTE DE POSIBILIDADES
La Tendencia a comunicarse en el teatro la realidad social está muy relacionada con cambios estructurales que la sociedad experimentó en períodos históricos muy específicos a nivel mundial. A mediados del siglo XIX Los dramaturgos y actores, como los científicos, se pusieron a observar y a retratar el mundo real… Se abandonó la preocupación romántica por los valores espirituales… El teatro, por lo tanto, tenía que exhibir los problemas sociales… El resultado de este planteamiento fue un teatro centrado en los elementos más sórdidos de la sociedad más que en lo bello o ideal. Los naturalistas buscaban, presentar un trozo de vida, puesta en escena con arte. Y es que los autores coinciden en que la escena teatral ha sido un vehículo perfecto para denunciar y protestar los abusos de poder, así como otros aspectos sociales que afectan a la gente, y ese carácter social y político que en el teatro tiene claras referencias en el tiempo.
Dijo Federico García Lorca, «el teatro hay que escribirlo desde el pueblo y para el pueblo». Y es que son célebres las denuncias de Lope de Vega en obras como Fuenteovejuna; aún hoy, se sigue empleando la frase más famosa: «Fuenteovejuna, todos a una»; cuando un pueblo se levanta entero frente al poder político que les rige y que es claramente injusto. Victor Hugo con Los miserables, Buero Vallejo en obras maestras como Historia de una escalera, Brecht con Madre Coraje, etc., son distintos estilos de denuncia social, de la descripción de un pueblo en un momento político, en un momento histórico.
«el teatro que en nuestro tiempo hemos visto convertirse en político, no había sido político con anterioridad [puesto que], enseñaba a mirar al mundo tal como las clases dominantes querían que se lo mirase”. (Brecth, 1975)
Evidentemente el teatro ha cambiado su forma y su fondo con el tiempo, y de ser un espectáculo en el que el pueblo cantaba libremente se ha ido perfeccionando y ocupando otros espacios pero sin dejar de lado los intereses en determinados contenidos como por ejemplo la denuncia política.