La agresión imperialista por potencias occidentales en Libia no sólo hay que enmarcarla en el sentido clásico colonial del control de recursos energéticos. A corto plazo, potencias agresoras como Francia, Italia y España tenían acuerdos satisfactorios para obtener petróleo libio. Aunque una vez desestabilizada la situación del país, apostaron por una caída rápida del “régimen de Gadafi” y se apresuraron no sólo a garantizar en el futuro inmediato su suministro habitual de petróleo vía los “rebeldes”, sino a mejorar su influencia en el país, siempre limitada con regímenes de tradición independiente y anticolonial.
Hay que tener en cuenta en el “conflicto libio” el juego de influencias cruzadas y contradictorias entre potencias, incluso en el seno mismo del campo imperialista occidental.
Con respecto a esto, el aspecto que habría que remarcar es la tendencia a la desestabilización permanente que han elegido los EEUU allí donde su presencia sea menor, no ya sólo en términos absolutos, sino en relación con otras potencias. Y efectivamente, aquí no nos referimos sólo a diferencias con Rusia o China; también, a las que crecientemente EEUU tiene con los intentos históricos por forjar un bloque europeo con políticas económica, diplomática y de defensa autónomas con respecto a los yanquis. No es casual que Alemania – la única que podría liderar dicho bloque- sea la que haya tenido más en cuenta dicho aspecto estratégico.
Dentro de este capítulo, EEUU prefiere un conflicto prolongado desestabilizador en Libia que una pronta resolución que no frene la pérdida de influencia y de hegemonía en el cuadro geoestratégico mundial; cosa que, por ejemplo, a los franceses les viene muy mal. Éstos entraron rápidamente en escena (en franca deslealtad con su socio alemán) para protagonizar y liderar una intervención que no querían que siguiera el “protocolo y dirección yanquis” (aunque necesitando a éstos, sobre todo, si el conflicto se prolonga; un conflicto, que, en buena medida, éstos habían azuzado). Pero los estadounidenses no están por la labor de apoyar consecuentemente una intervención que no vaya, como decimos, en una dirección clara de recuperar su hegemonía en decadencia.
Finalmente, aunque no por ello dejemos de pensar que ahora es la cuestión política más importante a tener en cuenta por el movimiento antiimperialista occidental, traemos a colación el siguiente factor explicativo de la guerra en Libia: la agresión occidental en este país habría que enmarcarla en el interés histórico-global – y compartido (ahora sí) sin fisuras por el conjunto de potencias occidentales – por dar continuidad a la ola reaccionaria mundial dirigida contra el movimiento socialista e anticolonial que en el siglo pasado supuso una amenaza mayor contra el sistema capitalista internacional.
En este sentido, la agresión al “régimen de Gadafi” lo es por lo que de ejemplo y simbología antiimperialistas significa históricamente. Y esto, más allá de la situación interna socio-política del país y más allá también de las concesiones y acuerdos concretos con las multinacionales que el régimen haya querido o se haya visto obligado a tomar. La parafernalia de calumnias y provocaciones intoxicadoras contra el régimen de Libia ha sido fabricada en los mismos “laboratorios” y por los mismos “alquimistas” que la que acompañó la ola reaccionaria desatada contra el campo de países socialistas. La agresión contra Libia se constituirá por ello en un eslabón más de la agresión contra todo lo que suponga anticolonialismo histórico y responde a la misma pretensión del sistema capitalista e imperialista mundial de recuperar el terreno perdido en la confrontación con el Movimiento Anticolonial desarrollado en el siglo XX e impulsado por la existencia de un campo socialista fuerte. Así lo han visto desde el principio Venezuela y Cuba, y, en general, todos los países que pretenden un desarrollo independiente de los dictados imperiales.
ACERCA DE NUESTRA PARTICULAR RESPONSABILIDAD ANTIIMPERIALISTA
Habría que recordar que la lucha antiimperialista que nos incumbe, hay que entenderla desde la responsabilidad principal de estar en las metrópolis de los países en primer lugar responsables de los propios límites a los que se enfrentan los movimientos de liberación de la periferia del sistema.
Esto implica que, ante cualquier agresión de nuestros estados que utilice problemáticas internas e incluso aspiraciones legítimas político-sociales en países enfrentados históricamente al control (neo)colonial, nuestra labor principal, desde el frente de batalla antiimperialista en el que nos encontramos (en el corazón de los países dominantes), es contrarrestar en la medida de nuestras posibilidades militantes, y sin “ni-ni” que valgan, esa agresión imperialista. Porque en la medida en que debilitemos y aislemos a los imperialistas, no sólo los países de la periferia del sistema tendrán menos obstáculos para desarrollar sus procesos liberadores (en primer lugar, con respecto al imperialismo), sino que facilitaremos la propia dinámica de lucha en esos países por profundizar el aspecto de liberación político-social de sus procesos en una perspectiva socialista.
Estrechamente relacionado con lo anterior, nuestra solidaridad con las posturas más avanzadas en dichos procesos, nuestra crítica a los limites internos que surjan en ellos – que estamos obligados a hacer, con más legitimidad si cabe en la medida en que desarrollemos nuestras tareas antiimperialistas en el centro mismo del monstruo – deben ser canalizadas en un plano de discusión y debate y en un tiempo diferentes.
En cualquier caso, esas críticas nuestras no pueden contribuir a fortalecer y legitimar de hecho al imperialismo, que es nuestro enemigo común y principal; y cuyo debilitamiento, aquí mismo, en la “inmediaciones” de sus cuarteles generales es nuestra batalla principal, por la razón ya aducida de que, en ultima instancia, es la fuente primera de los límites internos, de los errores y de las desviaciones con que se enfrentan los procesos de liberación social en la periferia del sistema.
No podemos dejar de manifestar nuestra crítica a la actitud de fuerzas progresistas occidentales por haber manejado informaciones sin contrastar utilizadas e inventadas por las agencias del enemigo imperialista para legitimar su agresión neocolonial.
Se ha caído en lo mismo que durante la década de los 90 contra los países del Este europeo (Timisoara, en Rumanía, etc.). Contrasta con el ninguneo y desprecio que buena parte de esas personas y grupos han tenido con respecto a informaciones sobre el estado real de la situación social en Libia; una información sobre la situación real en Libia, que aún más habría que valorar si se tiene en cuenta la agresión histórica que ese país ha sufrido.
Debemos advertir la falta de consecuencia en la lógica argumental empleada en la crítica feroz que ahora han desatado contra el “régimen de Gadafi” situándolo, en muchos casos, en el mismo bando imperialista que está atacando al …”régimen de Gadafi”.
Se sienta un precedente peligroso: ¿no hay, por ejemplo, empresas multinacionales en países del campo del Alba en América Latina? ¿No hay declaraciones de amistad personal entre líderes de procesos antiimperialistas allí y representantes de países del campo imperialista aquí que nos producen desazón? ¿No hay movimientos diplomáticos y actuaciones contra luchadores antiimperialistas, de la parte de gobiernos de países a los que mostramos nuestra simpatía y solidaridad antiimperialista, que nos producen más que desazón? ¿Esperarán esos “ni-ni” para utilizar estos datos – que avalarían “complicidad con el imperialismo” – a que hayan manifestaciones callejeras como las que se han dado en Venezuela en contextos golpistas o incluso las que se dieron en embajadas de La Habana para salir de la isla y “viajar al mundo libre”; esperarán, decimos, a utilizar entonces esa munición para “acomplejarnos” y desmovilizarnos ante eventuales operaciones imperiales “liberadoras”? ¿Tendremos que pensar que no se han mostrado tan feroces frente a actitudes parecidas en esos países porque todavía apoyar a procesos como los que se dan en Venezuela y en Cuba brinda “pedigrí progresista” (y esperemos que sea así siempre) al menos entre una amplia militancia de izquierdas?
Tampoco puede pasarse por alto que, sobre una determinada problemática socio-política en Libia, se ha encumbrado una dirección política a sueldo de los imperialistas, que lejos de parecerse a un movimiento de liberación anticolonial, como el que, por ejemplo, lideró en su día el propio coronel Gadafi, tiene ya muchos puntos comunes con la “contra” criminal antisandinista nicaragüense.
.* El análisis que les presento no constituye una declaración sobre la guerra de Libia del Colectivo CadizRebelde (www.cadizrebelde.org) sino la opinión de un miembro de dicho Colectivo (Ernesto Martín) que será debatida para redactar un manifiesto definitivo.