La Ban­da de los 37 – Anto­nio Alva­rez Solís

Es el nom­bre que le sugie­re al vete­rano perio­dis­ta el gru­po de los 37 gran­des empre­sa­rios y finan­cie­ros del Esta­do que se reu­nie­ron con el pre­si­den­te espa­ñol, José Luis Rodrí­guez Zapa­te­ro, en la Mon­cloa. Afir­ma Álva­rez-Solís que la reu­nión ha deja­do a los ciu­da­da­nos «un sabor acre de auto­ri­ta­ris­mo de cla­se» y con­si­de­ra un agra­vio que el prin­ci­pal acuer­do de la mis­ma fue­ra ace­le­rar el pro­ce­so de fle­xi­bi­li­za­ción del tra­ba­jo, cuyas con­se­cuen­cias expli­ca a continuación.

En la Chi­na revo­lu­cio­na­ria de Mao se habría dicho que el Sr. Zapa­te­ro había con­vo­ca­do en la Mon­cloa a la Ban­da de los 37, dado su poder para con­di­cio­nar el Gobierno. Me refie­ro, como es obvio, a la reu­nión que han teni­do con el diri­gen­te socia­lis­ta los trein­ta y sie­te gran­des empre­sa­rios y finan­cie­ros del Esta­do espa­ñol a fin de deter­mi­nar lo que van a hacer con noso­tros, o sea, con los tra­ba­ja­do­res de esta ago­bia­da par­te de Euro­pa. Pero no esta­mos en Chi­na. Por tan­to hable­mos sólo de los 37.

¿Qué posi­ble impre­sión ha sus­ci­ta­do en los ciu­da­da­nos esta mag­na asam­blea que resu­me todo el poder real en la socie­dad espa­ño­la? Como siem­pre suce­de entre los espa­ño­les, yo creo que los ciu­da­da­nos han teni­do una ínti­ma impre­sión de ren­cor hacia los reu­ni­dos y una públi­ca impre­sión de sumi­sión hacia ellos, ya que deci­den nues­tras vidas y en la calle pare­ce­mos inca­pa­ci­ta­dos para deci­dir cosa con­tra­ria. Es decir, han teni­do los espa­ño­les dos impre­sio­nes encon­tra­das al mis­mo tiem­po: la de la ira del opri­mi­do y la de la ser­vi­dum­bre del resig­na­do. Pero esta afir­ma­ción sólo repre­sen­ta mi opi­nión per­so­nal. Lo impor­tan­te es lo que se tra­tó en el encuen­tro de los 37 y lo que, a par­tir de ahí, suce­de­rá a los españoles.

Resu­ma­mos, pues, para no incu­rrir en eva­nes­cen­cias. Según este pro­ce­di­mien­to, las cues­tio­nes fun­da­men­ta­les tra­ta­das fue­ron dos: aque­llo que se ha de hacer para que el tra­ba­ja­dor no sea una car­ga para la empre­sa ‑un tra­ba­ja­dor cada vez más bara­to- y lo que ha de donar­se por el Esta­do a la empre­sa median­te un sis­te­ma finan­cie­ro sos­te­ni­do por los cau­da­les públi­cos ‑una empre­sa cada vez más cara-. Lo demás acor­da­do es foga­ta de viru­tas y espu­ma de cer­ve­za; paro­le, parole…

Pero antes de entrar en la sus­tan­cia de las deci­sio­nes, maqui­lla­das pru­den­te­men­te como reca­ta­das peti­cio­nes o reco­men­da­cio­nes por par­te de los empre­sa­rios y finan­cie­ros, con­vie­ne qui­zá cavi­lar acer­ca de la asam­blea en sí mis­ma y de las com­pe­ten­cias que le eran otor­ga­das de fac­to por el jefe del Gobierno espa­ñol socia­lis­ta. En pri­mer lugar, ¿debe dar­se a esta reu­nión ese pode­ro­so carác­ter de encuen­tro en la cum­bre, con demé­ri­to para el Par­la­men­to y el pro­pio Gabi­ne­te minis­te­rial? ¿Hay ahí menos­pre­cio para las ins­ti­tu­cio­nes o una sim­ple inter­pre­ta­ción pre­si­den­cia­lis­ta de la demo­cra­cia espa­ño­la? Ojo a la cues­tión, ya que el asun­to es gra­ve. Es decir: ¿esta­mos ante una con­sul­ta esta­men­tal orien­ta­ti­va ‑lo cual ya sería gra­ve por­que sig­ni­fi­ca­ría una prác­ti­ca modi­fi­ca­ción cons­ti­tu­cio­nal, al pri­mar lo esta­men­ta­rio- o se tra­ta de un encuen­tro eje­cu­ti­vo entre quie­nes sos­tie­nen en sus manos las rien­das esen­cia­les de la nación, lo cual es defi­ni­ti­va­men­te gra­ve? ¿Debe el pre­si­den­te del Gobierno prac­ti­car estos encuen­tros tan lla­ma­ti­vos por su alto y sig­ni­fi­ca­ti­vo nivel? ¿No sería más ade­cua­do que los pro­hom­bres cita­dos acu­die­ran uno a uno, en visi­ta reser­va­da, al des­pa­cho pre­si­den­cial si es que el jefe del Gabi­ne­te pre­ci­sa­se datos infor­ma­ti­vos de pri­me­ra mano y nece­si­ta­se orien­ta­cio­nes sec­to­ria­les más informadas?

El espa­ñol ha vis­to en esta mag­na reu­nión un hecho con dos ver­tien­tes. La pri­me­ra se resu­me en la cer­ti­fi­ca­ción del com­pro­mi­so pre­si­den­cial res­pec­to a su polí­ti­ca gra­nem­pre­sa­rial. La segun­da inter­pre­ta­ción del encuen­tro se pue­de ver como la oca­sión para reci­bir nue­vas direc­tri­ces por par­te de los todo­po­de­ro­sos hom­bres de nego­cios ‑el Sr. Botín lle­gó a indi­car la nece­si­dad de que el Sr. Zapa­te­ro se pre­sen­te a las pró­xi­mas elec­cio­nes. Tan­to una como otra visión del encuen­tro deja en el pala­dar de los espa­ño­les un sabor acre de auto­ri­ta­ris­mo de cla­se. Lo real­men­te preo­cu­pan­te es que esta sen­sa­ción ante el asun­to no haya sido pre­sen­ti­da por el Sr. Zapa­te­ro antes de la asam­blea, bien por tor­pe­za bien por arro­gan­cia. En cual­quier caso, no es difí­cil adi­vi­nar el impac­to de un suce­so de tales carac­te­rís­ti­cas en quie­nes aún se creen pro­te­gi­dos en su debi­li­dad repre­sen­ta­ti­va por un gobierno socia­lis­ta y, por tan­to, obre­ro; por un gobierno «suyo».

Lo más agra­vian­te para el ciu­da­dano de filas es que el prin­ci­pal acuer­do haya con­sis­ti­do en ace­le­rar el pro­ce­so de fle­xi­bi­li­za­ción del tra­ba­jo, lo que pon­drá en manos del empre­sa­ria­do una masa tra­ba­ja­do­ra aún más inde­fen­sa y débil. Los tra­ba­ja­do­res actua­les recuer­dan a los de las pre­té­ri­tas colo­nias. Con la fle­xi­bi­li­za­ción labo­ral el meca­nis­mo con­trac­tual se redu­ce de hecho a una ofer­ta rígi­da y uni­la­te­ral de empleo, ya que, ade­más, el some­ti­mien­to de los sin­di­ca­tos esta­ta­les, que impi­de ejer­cer una labor de defen­sa, hace tiem­po que está abso­lu­ta­men­te garan­ti­za­do. Se ha intro­du­ci­do, inclu­so, en el len­gua­je habi­tual pro­pio de la rela­ción con­trac­tual una con­fu­sión muy jugo­sa para los emplea­do­res, que con­sis­te en hablar de crea­ción de empleo en vez de hacer­lo de suce­sión de con­tra­tos en el mar­co de una tem­po­ra­li­dad cor­ta y ver­ti­gi­no­sa. Pare­ce evi­den­te que una cosa es mul­ti­pli­car el núme­ro de con­tra­tos, que pue­den bene­fi­ciar diez veces al mis­mo para­do, y otra muy dis­tin­ta dar a esos con­tra­tos la segu­ri­dad y la dura­ción pro­pias de un pues­to digno de tra­ba­jo para supe­rar el paro. El Sr. Zapa­te­ro ha acep­ta­do la tesis gra­nem­pre­sa­rial de hablar del empleo no con un con­te­ni­do humano con­cre­to sino con un puro alcan­ce teó­ri­co. Se cuen­tan pape­les sella­dos y no la mul­ti­pli­ca­ción de seres huma­nos ano­ta­dos en tales pape­les. Ello se ha hecho, creo, al ampa­ro de la creen­cia exis­ten­te en la Admi­nis­tra­ción de que la ciu­da­da­nía de capas modes­tas care­ce del dis­cer­ni­mien­to nece­sa­rio para ana­li­zar estos jue­gos de manos que fuer­zan la adhe­sión a las siglas polí­ti­cas que se creen bené­fi­cas. Por si algún ciu­da­dano die­re en la extra­va­gan­te manía de pen­sar en la esca­mo­tea­da res­pon­sa­bi­li­dad guber­na­men­tal acer­ca de tan­ta mani­pu­la­ción enga­ño­sa y tan­ta rui­na, un diri­gen­te socia­lis­ta como el extra­va­gan­te Sr. Bono se ha apre­su­ra­do a sen­tar una tesis de la que en su momen­to hare­mos aná­li­sis: un gober­nan­te no tie­ne a veces la cul­pa de las des­di­chas de un pueblo.

La segun­da par­te de las deci­sio­nes adop­ta­das se refie­re a la inmo­ral ayu­da inyec­ta­da por el Gobierno a los finan­cie­ros y empre­sa­rios. Lle­ga­dos aquí resul­ta obvio que la pré­di­ca del mode­lo capi­ta­lis­ta de mer­ca­do, y con ello la jus­ti­fi­ca­ción de la pro­pie­dad pri­va­da de los gran­des medios de pro­duc­ción, ha alcan­za­do unas cotas into­le­ra­bles. Supo­ner que el dine­ro gene­ra­do por el tra­ba­jo y el con­su­mo colec­ti­vos sola­men­te pue­de admi­nis­trar­se bien por la mino­ría cap­to­ra del cau­dal dine­ra­rio equi­va­le a impo­ner un dog­ma que, ade­más de no apo­yar­se en razón algu­na, resul­ta de cri­mi­na­les efec­tos. Rotun­da­men­te: efec­tos cri­mi­na­les, dado que pro­du­ce una deso­la­ción incon­men­su­ra­ble. Hay que des­ta­car ante todo que el empleo de esos capi­ta­les de ori­gen colec­ti­vo, pri­va­ti­za­dos hoy des­de el poder, ha resul­ta­do de una inefi­cien­cia cla­mo­ro­sa ¿Cómo se pue­de entre­gar los medios gene­ra­dos peno­sa­men­te por el con­jun­to social ‑en esta épo­ca con­se­gui­dos ade­más con un dolor lace­ran­te- a un redu­ci­do núcleo de poten­ta­dos que no han demos­tra­do siquie­ra su cali­dad de admi­nis­tra­do­res? ¿Es que no pue­de la colec­ti­vi­dad social reci­bir ese dine­ro y pro­ce­der a su gobierno y empleo? ¿Tan impo­si­ble es la sabi­du­ría del común? ¿Hay que creer a estas altu­ras de la his­to­ria en la cali­dad mila­gre­ra de la mino­ría que, por exten­sión, es una for­ma de bara­to ardid religioso?

Sr. Zapa­te­ro: usted habla de su Gobierno socia­lis­ta. Tenien­do al fon­do el pano­ra­ma real de la socie­dad, ¿no está come­tien­do usted, con su modo de fun­cio­nar, un aten­ta­do de incal­cu­la­bles con­se­cuen­cias con­tra la exis­ten­cia de los ciu­da­da­nos? Si es así, ¿resul­ta al fin váli­do refe­rir­nos a la Ban­da de los 37?

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