Las revueltas en los países árabes y la recién iniciada agresión imperialista contra Libia nos han hecho mirar con cierta perplejidad, incertidumbre, cuando no preocupación hacia esa parte del mundo. Son abundantes los análisis que podemos encontrar estos días, al margen de las lecturas simplistas y tendenciosas con las que nos bombardean deliberadamente. A pesar de esa vorágine informativa, y aún sabiendo que no se está descubriendo nada nuevo, es posible y necesario extraer algunas lecciones de los sucesos de estas últimas semanas. Se suele decir que quien no conoce la Historia está condenado a repetirla, y la humanidad en su conjunto parece retratarse en tal afirmación. Por lo tanto, es nuestro deber militante analizar los recientes hechos acaecidos, ya que constituyen valiosas fuentes de aprendizaje para l@s revolucionarios de todo el mundo, para todas aquellas personas y organizaciones que sueñan y luchan por construir un futuro diferente. De forma muy esquemática, algunos de los aspectos que cabría señalar serían los siguientes:
1- La evidencia de nuestro desconocimiento sobre la realidad de dichos países (aunque Marruecos, Túnez o Egipto sean algunos de los destinos turísticos preferidos para miles de vasc@s), así como el efectivo papel de los medios de desinformación para fabricarnos una imagen interesada de una situación que pueda servir posteriormente para justificar las acciones de las potencias imperialistas neocoloniales. Paralelamente, mientras se distorsionan unos levantamientos y se sobredimensionan otros, se nos están ocultando sistemáticamente diversas luchas y logros populares que constituirían un mal ejemplo a seguir. ¿Qué sabemos de las movilizaciones y medidas tomadas en Islandia contra el saqueo del pueblo?
2- La confirmación de que la historia de los pueblos es dinámica. Tras la supuesta calma, estatismo, resignación reinante en muchos regímenes autoritarios que aparentan ser eternos, se esconde, se acumula la tensión, la indignación, el odio popular y el ansia por subvertir el estado de las cosas, que finalmente estalla tras un hecho aparentemente casual pero en el que se reflejan, en realidad, las contradicciones del sistema. Los pregoneros del fin de la Historia cuentan con un error más en sus predicciones. Los defensores de que la Historia de la humanidad es la Historia de la lucha de clases tienen una muestra más para ratificarse en dicha tesis marxista.
3- La constatación de que “sí, se puede” y su efecto dominó constituye un estímulo para otros pueblos en una situación similar, a la vez que se torna un peligroso precedente para las fuerzas imperialistas, para las cuales es imperativo demostrar con la fuerza de los hechos (que no es otra cosa que el hecho de la fuerza) que aunque algunos hayan podido “los demás no vais a poder”. La Historia está llena de ejemplos, pero baste mencionar el ahogamiento de la Nicaragua sandinista ante la posibilidad de propagación de la revolución por Centroamérica, los golpes militares de Chile o el más reciente en Honduras, o el pánico de los estados europeos ante la posibilidad de que alguna de las naciones sin estado que permanecen en su seno pueda constituirse en un nuevo estado.
4- La demostración, una vez más, de la desvergüenza y prepotencia de las élites imperialistas, que por un lado sustentan y arman a regímenes opresores y, cuando se hace insostenible la pervivencia de sus títeres, ponen en marcha toda su maquinaria para lograr una “transición pacífica” mediante reajustes cosméticos y evitar así un genuino empoderamiento popular. Finalmente, en el colmo de la desfachatez, el grupo de selectos “demócratas” representados en el consejo de seguridad de la ONU (al que han llegado, no lo olvidemos, no por sus esfuerzos en favor de la paz, sino gracias a su poder militar) deciden en qué país se debe intervenir. Este simple hecho equivale paralelamente a decidir en qué otros conflictos hay que dejar que los pueblos sigan desangrándose, bien porque no hay recursos estratégicos en juego o porque directamente se busca el desplazamiento y exterminio de poblaciones para dejar el campo libre a las transnacionales. Todo ello con el infame seguidismo de gran parte de la supuesta izquierda europea y con el aplauso cómplice e interesado de las diversas oligarquías, entre ellas la vasca (no olvidemos el interés imperialista por el control de las fuentes energéticas y el lucrativo negocio de la industria armamentística, con una presencia considerable en Euskal Herria).
Ante el bombardeo de Libia por las fuerzas imperialistas, aquellas palabras pronunciadas por el Che en un memorable discurso conservan toda su vigencia: “que no se puede confiar en el imperialismo… ni tantito así, ¡nada!”.
5- La necesidad de un programa de cambio. Eso es lo que diferencia una revuelta, un levantamiento de una revolución. El levantamiento y la movilización popular son necesarios, imprescindibles, para cambiar la realidad, pero no suficientes, siendo ineludible un programa, una organización, una dirección, que canalicen y alimenten toda esa energía transformadora no sólo para intentar destruir el viejo régimen sino para ir tejiendo los mimbres de una nueva estructura que responda a las necesidades de las mayorías.
Para finalizar, como internacionalistas vasc@s nos queda denunciar esta nueva agresión imperialista, más aún, denunciar la naturaleza misma del imperialismo y la lógica mercantilista del capitalismo en su intento por someter a los pueblos en Libia, Túnez, Egipto, Irak, Afganistan, el Congo, Chechenia, Palestina y también en Euskal Herria y los demás pueblos de Europa. Denuncia que debe ir acompañada de la movilización popular y la formación del pueblo vasco para que tome conciencia de las estructuras y factores nacionales y supranacionales que atenazan a los pueblos, cuyo conocimiento es imprescindible para intentar repetir el menor número de errores posibles y poder afrontar con unas mínimas garantías la construcción de una Euskal Herria libre, justa, igualitaria e internacionalista.
Iñaki Etaio (Askapena)