1.- PRESENTACION DEL PROBLEMA
La crisis del modelo de acumulación neoliberal iniciado desde el 2008, y los escenarios post-crisis que se anuncian, con un recrudecimiento de la explotación de los trabajadores y una ofensiva contra los derechos sociales, podríamos decir que se ha “solapado” al agotamiento político del modelo de relación entre Euskal Herria y el Estado español, que comienza a perfilarse ya desde que el proceso Lizarra-Garazi y su fracaso histórico. Un fracaso que rompe definitivamente con una estrategia que había sido “clásica” dentro de la Izquierda Abertzale, como era la de construir un polo soberanista y democrático, a través de una alianza con el nacionalismo reaccionario representado esencialmente por el PNV.
Ante esta nueva coyuntura, la Izquierda Abertzale en general y, en lo que a nosotros los comunistas abertzales se refiere, en particular, debemos afrontar un nuevo ciclo político en el que alterar las correlaciones de fuerzas existentes, y plantear una alternativa que necesariamente debe ser socialista e independentista. Si bien nos encontramos en una crisis del modelo de acumulación y ante un recrudecimiento de la represión política y de estado de excepción en Euskal Herria, no hemos asistido a lo que podríamos denominar una crisis de sistema, en la que la política o la ideología dominante, hayan sido cuestionadas y deslegitimadas en sus elementos centrales. El Bloque en el poder, sigue sólidamente asentado en una hegemonía que le posibilita mantener la iniciativa y el impulso para dirigir una recomposición del modelo de acumulación de capital en términos regresivos, depredadores y antisociales, y de otra parte, en Euskal Herria, dirigir una estrategia de represión política y negación de derechos democráticos.
El análisis que realizamos en Hegoalde, parte de una doble constatación. La primera, referida a la fortaleza del Bloque en el poder, y la correlación de fuerzas favorable tanto al conjunto del nacionalismo reaccionario vasco (PNV), como al constitucionalismo (PSOE,UPN, PP) . La segunda, la constatación de la agudización de las contradicciones en el seno del Bloque en el poder, que está conduciendo a una pérdida de legitimidad de sus posiciones.
2.- CARACTERISTICAS DEL BLOQUE HEGEMONICO
Debemos tener presente un hecho fundamental. El Bloque en el poder representa, de un lado, las fracciones de la clase capitalista que de manera más directa se benefician del modelo capitalista global, y desde esa perspectiva dirigen y constituyen el “núcleo duro” de dicho Bloque, pero su hegemonía y la capacidad de mantener su legitimidad, requiere de la presencia en dicho Bloque de fracciones de la clase trabajadora que han sido cooptados e integrados. Unas fracciones de la clase trabajadora, que si bien producen plusvalía, no se encuentran insertos en la dinámica de precarización y mantienen unas condiciones laborales y salariales que les posibilitan un bienestar material y social adecuado a sus expectativas y necesidades de consumo.
El apoyo consciente de estas fracciones de la clase trabajadora al sistema capitalista, poco tiene que ver con un fenómeno de alienación, sino con el desarrollo de nuevas formas de identidad colectiva ligadas a la defensa concreta de sus intereses particulares. Para éstos, la alternativa socialista es percibida como una amenaza a sus intereses inmediatos, lo que les posiciona política e ideológicamente en las antípodas de cualquier transformación social. Desde los albores del marxismo, siempre ha sido identificada una “aristocracia obrera”, integrada por asalariados que cumplían labores de vigilancia y control de los procesos productivos, y que sus intereses de clase automáticamente estaban ligados a los de sus amos capitalistas, en tanto que eran privilegiados, en términos salariales y de derechos laborales adquiridos.
Pero de lo que estamos hablando, es de un fenómeno diferente. Desde cierto marxismo, siempre se ha sido reacio a considerar la “clase media”, como una categoría de análisis en la dinámica de lucha de clases. Siempre se ha preferido definir al conjunto de la clase obrera que apoyaba y legitimaba al sistema capitalista, como “alienados”, sin conciencia de clase, a los que debía ser “exportada” la teoría y la praxis revolucionaria desde el partido comunista u otra organización revolucionaria, para convertirlos en agentes activos de la transformación social. Sin embargo, consideramos que ha constituido un error este planteamiento.
Esta clase media que, en en Euskal Herria sur, podría llegar a representar el 40 ó 50% de la población, está compuesta mayoritariamente por asalariados y por una pequeña burguesía, para los que el consumismo, el individualismo y la identidad basada en el consumo y el status social, no representan algo que deba ser superado. Son formas de vivir en el sistema que representan la “normalidad”, lo cotidiano y lo evidente, y se basan no sólo en planteamientos ideológicos, sino en prácticas sociales materiales existentes, que lo alejan de cualquier tipología de alienación.
De otra parte, tenemos aquellos segmentos de la clase trabajadora que, de manera progresiva pero constante, desde la instauración del modelo neoliberal, han sido arrojados a la precarización laboral y a la pérdida de derechos sociales. Pero lo cierto es que este progresivo deslizamiento hacia su depauperización, no ha significado el desarrollo de una conciencia que cuestione el sistema. El malestar procede más de la imposibilidad de integrarse al modo de vida y de consumo de las clases medias. Por lo que, si bien no son defensores activos de la legitimidad del sistema, si lo son de una manera pasiva, en tanto que sus intereses se encuentran vinculados a la posibilidad del ascenso social.
El Estado español, a través de los Aparatos Ideológicos, sobretodo el sindical y el político, están tratando de preservar este Bloque hegemónico, definiendo el final de la crisis económica desde la inevitabilidad de un conjunto de medidas de ajuste en el ámbito salarial y de reducción de derechos sociales. Estas medidas, claramente favorecedoras hacia las fracciones dominantes del capitalismo globalizado, se fundamentan desde la premisa del conformismo, y de la desintegración de cualquier tipo de sujeto colectivo con capacidad y poder de encabezar cualquier alternativa socialista. En el caso de Euskal Herria, esta estrategia se concreta en la represión de la Izquierda Abertzale, en tanto que se tiene conciencia y constancia de que puede construir un sujeto político con capacidad de alterar de manera radical las actuales correlaciones de fuerzas.
3.-CONTRADICCIONES Y EL SABER GESTIONARLAS DESDE EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO VASCO
La diferencia fundamental entre el reformismo y un planteamiento revolucionario, en la presente coyuntura, reside en la imposibilidad material del primero y la inevitabilidad del segundo.
Paradójicamente, la Globalización neoliberal imposibilita el que un sistema económico estatal-nacional, pueda afrontar “pequeñas” reformas que, incluso desde una buena voluntad, buscara el bienestar material y social de sus habitantes. Pongamos por caso que una Euskal Herria soberana, buscara revertir los peores efectos de la actual crisis, con reformas que, en principio, pudieran parecer muy positivas. Un gobierno “progresista” que, pongamos por caso, aumenta la presión fiscal sobre los empresarios, establece una “tasa Tobin” que grava las transacciones financieras, establece una ley sobre salarios en la que su crecimiento se liga a los incrementos del IPC más un 5% adicional, y este gobierno, además, decide aumentar la calidad de los servicios públicos sanitarios y educativos, aumentando el gasto público y el déficit fiscal y por si fuera poco, establece unas restrictivas leyes de preservación del medio ambiente.
Eso si, este gobierno progresista vasco, quiere mantenerse en la Unión Europea, pero desea dotar al capitalismo de un “rostro humano”… Pues bien, el desastre económico que acontecería sería mayúsculo. Deslocalización de empresas y de capitales, quiebra fiscal de Euskal Herria, inflación galopante… en definitiva, un desastre.
Otra cuestión diferente, pero muy diferente además, es si el desarrollo de una estrategia revolucionaria, debe contemplar la alternativa socialista y la construcción soberana de Euskal Herria, como los objetivos finales de una estrategia basada en sucesivas etapas. Etapas cuya naturaleza y duración estarían determinadas por el propio proceso de acumulación de fuerzas y al propio nivel de conciencia en el campo popular. En el presente, un programa socialista y de “Independencia mañana”, no tiene recorrido, al no existir un sujeto colectivo que lo asuma.
Afirmar que la contradicción fundamental del capitalismo reside en el ámbito de las relaciones de producción, y que la confrontación entre capital y trabajo es el motor de la historia, es decirlo todo y, simultáneamente, no ir demasiado lejos. En Euskal Herria, la lucha de clases se encuentra dialécticamente ligada a la lucha nacional, en todos y cada uno de sus elementos.
El Bloque hegemónico en Euskal Herria, se encuentra “atravesado” por la cuestión nacional desde los inicios de la Reforma y la instauración de la constitución española en 1978. El modelo estatutario y foral, además de confirmar la negación territorial de Euskal Herria, trató de constituir la base política de un sistema en el que las fracciones dominantes de la clase capitalista vasca y navarra vieran garantizada su posición en el marco capitalista español, su verdadero marco de referencia político y económico. El nacionalismo reaccionario representado por el PNV, y la ideología ad hoc del “navarrismo” filo-opusiano de UPN, se convirtieron en ideologías legitimadoras del sistema, asumiendo de una parte el rol tradicional de los nacionalismos como negadores de la lucha de clases y por otra de un folclorismo vacío que trataba de reconducir cualquier apuesta independentista.
A pesar de la “reconversión industrial” y la crisis que afrontaba el conjunto de Euskal Herria en los años 80, el Bloque en el poder no vió amenazada su hegemonía y, con posterioridad, ya en la década de los 90 y hasta la crisis actual, se logró consolidar un modelo de crecimiento económico que se tradujo en un indudable aumento de la capacidad de consumo y bienestar material de la mayoría de la clase trabajadora, lo que consolidó al propio sistema.
Es por ello que, de manera predominante, las principales contradicciones surgieron en el modelo de relación Euskal Herria- Estado español. La deriva autoritaria y represiva del Estado español, el incumplimiento incluso de los contenidos estatutarios y del amejoramiento foral, fueron conformando un modelo de conflicto que, si bien seguía manteniendo sus raíces en la confrontación entre capital y trabajo, sus manifestaciones más expresas cobraron forma en la contradicción entre soberanismo y reivindicaciones democráticas de un lado y constitucionalismo y represión del otro. El nacionalismo reaccionario tuvo que afrontar también contradicciones soberanistas (Plan Ibarretxe) y creció la tensión con el constitucionalismo. En Nafarroa, las contradicciones determinaron la formación de Nafarroa Bai, como una fórmula de nacionalismo reaccionario “amable”, como oposición al constitucionalismo.
Pero el nacionalismo reaccionario y el constitucionalismo, a pesar de sus intereses políticos divergentes y contradictorios, sabían que la Izquierda Abertzale debía ser destruida política, ideológica y socialmente. La Izquierda Abertzale siempre a planteado un reto al poder establecido, porque no se trata de una mera organización política o electoral, sino una organización anti-hegemónica, con capacidad de producir ideología, formas colectivas de actuación y de resistencia al sistema y mecanismos de socialización política que conformaban un colectivo, con capacidad de contrarrestar la acción de los aparatos ideológicos y represivos del Estado.
En cierta manera, podemos compartir el que la Izquierda Abertzale abandonara cierto discurso y praxis socialista a lo largo de la década de los 90. Ciertamente, la caída de los regímenes del denominado “socialismo real”, contextualizan este cierto abandono dentro de la profunda crisis que tuvo que afrontar la Izquierda revolucionaria a nivel europeo. Pero el hecho es que, tál y como hemos afirmado, las contradicciones dentro de Euskal Herria, se veían principalmente impulsadas por la dialéctica entre soberanismo y constitucionalismo, y la clase trabajadora no respondía como sujeto a una estrategia de claro corte socialista, dada la coyuntura económica y social del momento.
Aunque en la última década, sí podemos hablar de una recomposición política de la Izquierda Abertzale “desde la Izquierda”, con una recuperación de planteamientos y debates socialistas, así como el surgimiento de colectivos comunistas y abertzales, sería injusto y falso afirmar que no hubieran seguido presentes en el conjunto del movimiento. Para esta recomposición política “desde la Izquierda”, la ruptura con la estrategia de alianza con el nacionalismo reaccionario para formar un “Frente nacional” ha sido determinante, así como la definición de una nueva fase en la que el objetivo fundamental es el de construir un espacio socio-político abertzale y de izquierdas, en contraposición al constitucionalismo y al propio nacionalismo reaccionario.
Este espacio socio-político de izquierdas y abertzale, además de integrar a la base social, política y electoral histórica, debe ser capaz de acumular nuevas fuerzas y plantear una estrategia que acelere el proceso de descomposición del Bloque hegemónico, en función de dos líneas político-ideológicas centrales: DEMOCRACIA y AUTODETERMINACION.
La autodeterminación, como forma de definir la soberanía y el modelo político y económico, elementos esenciales ligados a la construcción nacional de Euskal Herria. Democracia, como fórmula de garantía que dote de legitimidad y viabilidad a cualquier programa de transformación social. Los objetivos así definidos, constituyen los pilares sobre los que afrontar una fase, que denominamos de RUPTURA DEMOCRATICA.
El Estado español y sus aparatos ideológicos y represivos, deben ser emplazados de manera sistemática y continuada a una estrategia de deslegitimación. Frente a la democracia real y al derecho de autodeterminación, su autoritarismo y represión. Pero un proceso de acumulación de fuerzas y de deslegitimación del Estado y sus aparatos, no puede limitarse a la presentación de un programa democrático y a promesas de socialismo. La crisis del neoliberalismo y la ofensiva del capital, ha agudizado la tendencia a la depauperización de la clase trabajadora y los sectores populares. La ruptura de la hegemonía del Bloque en el poder, sólo será viable desde una alternativa que de respuesta a los crecientes problemas de miseria, desigualdades sociales y exclusión social, algo que sólo puede hacerse desde la transformación de las instituciones municipales, diputaciones y gobiernos en campos de la lucha de clases, algo que desde la ilegalidad es imposible realizar siquiera.
La actual fase de ruptura democrática, no contempla un programa socialista, en tanto que ni las correlaciones de fuerzas, ni las condiciones políticas e ideológicas lo posibilitan, pero sin duda deben asentarse las condiciones de posibilidad para ello. En un contexto en el que la lucha de clases y la construcción nacional se lleve a un terreno de confrontación política e ideológica, de reconstruir un sujeto colectivo, de impulsar dinámicas de participación y compromiso social, y de socializar la idea de que la alternativa sólo es el socialismo en una Euskal Herria independiente.
El reformismo y los intentos de “humanizar” el capitalismo resultan inviables. Los escenarios post-crisis, no van a poder integrar a la, hasta ahora, “opulenta”, conformista y consumista clase media. De otra parte, la precarización y el desempleo y subempleo se va a convertir en algo estructural, y desde Euskal Herria se puede articular una respuesta como sociedad y desde planteamientos de clase. Pero para ello, resulta imprescindible generar ideología socialista e independentista con el objetivo de que se desarrolle una conciencia transformadora y de protagonista de la clase trabajadora y los sectores populares. No hace falta decir que los comunistas tenemos una función esencial en este trabajo y, desde luego, desde BOLTXE estamos dispuestos a colaborar en la medida de nuestras posibilidades.
JON MAILUA DE LA HOZ es miembro de Boltxe Kolektiboa