Dice Harald Martenstein que cuando enciende la televisión oye a menudo comentar que: igualdad no tiene por qué degenerar en nivelación. Igualdad es algo discutible. Sin embargo, reflexiona Harald, por lo que puedo captar en televisión todos abogan por la libertad. Nadie dice: La libertad no puede degenerar en libertinaje.
No soy un buen conductor, cualquiera puede darse cuenta de lo que digo sin aspavientos. A veces sueño conduciendo y cometo infracciones, nada graves pero sí pequeñas faltas. Olvido señalar con el intermitente, circulo por el carril inadecuado, el semáforo está ya en verde y yo sigo aún en babia; a menudo hay alguien, que bajando el cristal, me lanza improperios: “idiota”, “dormido”, «imbécil», “huevón”… He observado que en Alemania a los jóvenes les gusta gritar: “¡Hazte una paja!”. Por lo visto la masturbación es un problema juvenil, luego viene la fase anal. Discúlpenme por estas expresiones poco acordes con el medio, como dicen los ingleses esto es un dirty dancing. Pero me gusta coger al toro por los cuernos y llamar al pan pan y al vino vino. Podría escribir otra cosa, pero cui bono, ¿a quién beneficia? Soy así de libre.
También meto la pata en otros campos, a menudo soy plasta con la gente: empujo hacia delante en la cola del panadero sin darme cuenta, a veces lo hago queriendo por las prisas y dejo aparcada la urbanidad y demás principios morales. Son borrones en mi biografía. O en un artículo escribo mal un nombre, o la ortografía no es la correcta. Pensaba que se escribía así pero no, o no reparo en alguien a quien debía saludar… Pequeñas cosas.
Pero en la panadería nadie me grita: “¡Eh, no empujes comepán, tragalotodo!”. A veces se lamentan con disimulo, cortésmente. Nunca me ha dicho un redactor este nombre está mal escrito: “no se escribe así”. Y cuando en un acto sonríes un tanto perplejo a alguien, con el que tuviste una simpática conversación hace 8 meses, no te hace un gesto displicente o con su dedo en la sien indica tu idiotez.
Sí, el coche provoca en la gente un sentimiento de libertad en la comunicación. Tocan el claxon y te vociferan lo que les viene en gana: “¡Idiota!, ¡Tonto!!”…, luego aceleran y se marchan. Sucede parecido con los comentarios en Internet. Las burradas, que se escriben, uno es incapaz de escupirlas a la cara, con el anonimato por pantalla uno teclea su mala hostia. Cara a cara se es menos agresivo que conduciendo un coche o surfeando en Internet. Finura y amistad son con frecuencia en la persona careta y fachada, detrás hierve a menudo una cloaquilla de tufo y mala leche.
Si pudiéramos, si realmente quisiéramos, temo que varias veces al día nos cruzaríamos la cara los unos a los otros, nos romperíamos los morros. El hombre libre que nada tiene que temer, tirado para adelante, que no se arruga ni ante una reclamación por injurias, ni ante un tortazo o un contragolpe… tiende a la malignidad.
Yo no soy ninguna excepción, no soy de los buenos, temo que soy más Gadafi que Gandi. Y éste fue siempre el mayor problema del coronel Gadafi: El ser libre. Podía hacer lo que quisiera. Por eso no soy partidario de la libertad sin límites, sin frenos ni tapujos, tampoco, me gusta surfear desdel anonimato, me doy miedo. La libertad degenera con frecuencia en libertinaje