Está de moda hablar mal de los políticos. Es como una catarsis. Parece que una vez cumplido el trámite, ya podemos irnos tranquilos a la playa, a cenar con los colegas o incluso en tiempo de comicios a votarlos (quizás al mismo que habitualmente despellejas)
Si tildamos al político de ladrón, corrupto, embaucador, insolidario, mentiroso compulsivo, parásito etc…etc…, pocos se van a amedrentar, porque de una forma u otra, son los piropos con los que ya desde el alba al ocaso, se ven regalados sus oídos. Ya cuentan con ellos.
Me manda un buen amigo un símil que explica perfectamente la idiosincrasia de los cofrades del estamento político.
“Los políticos son como una tortuga subida en un poste. 1: No entendemos como llegó ahí. 2: No podrás creer que esté ahí. 3: Sabrás que no pudo haber subido solita ahí. 4: Estás seguro de que no debería estar ahí. 5: Serás consciente de que no va hacer nada útil mientras esté ahí”.
Sin duda ‑como digo- tales piropos, son la pecha que sus señorías, rostro de bronce, corazón de roca, han de satisfacer a cambio de sus pingües y escandalosos privilegios. Ya sabemos lo que les importa…
Lo preocupante es que no les fallen los estúpidos que les votan…
La casta política, cuando accede a la gobernanza, genera una especie de endorfinas que profundizan sus cualidades camaleónicas, endiosamiento, falsedad –“jeta”, dotes especiales para falsificar y enturbiarlo todo-.
Por ejemplo, lo de la falsedad.
¡Cuanta desvergüenza y eso, falsedad, en los episodios, a veces increíbles y disparatados, sobre la cosa del terrorismo, que nos atribuyen a los vascos!
Sería demencial, si al mismo tiempo no fueran tan dramáticos.
Y que conste que una vez desmontados muchos de tales episodios, ni políticos, ni sus esbirros mediáticos tendrán la decencia de pedir disculpas. ¿Para qué? ¿Acaso no son ellos los amos del cotarro, primos de la benemérita y lameculos de la AN?
Y que políticos y jerifaltes mediáticos –evidentemente salvo muy honrosas excepciones‑, son a la ética lo que el PP al Aberri eguna…
Porque el soporte “sine qua non”, de esta sociedad enferma, son unos medios al servicio de la desinformación, demagógicos, trafulcas, embaucadores, pedagógicamente zafios…
Ellos son en gran medida responsables de este desierto moral, cultural y de tolerancia de esta “piel de toro” de biorritmos tan carpetovetónicos.
Pero hasta cierto punto, uno lo entiende; no en vano están los medios, en manos y al arbitrio de los intereses de la oligarquía.
Pero en fin, no desvariemos…
De una vez por todas habrá que poner los puntos sobre las íes. A nada conduce poner a caldo a la mafia política. Si está ahí es porque la gente les ha puesto.
¿Querrá decir esto, que los electores son tan ladrones, mentirosos y corruptos e insolidarios como los políticos a los que sabiendo como son siguen votando?
Para un servidor, sí. Por eso la España de los dos grandes partidos, es lo más cercano a un circo de quinquis. Un mundo cutre y decadente. ¡Todos al trullo, elegidos y electores!
Desde que España se malformó, ‑un feto informe, que algún día tendrá que abortar‑, nunca se pudo hablar en esta inconexa entidad de una justicia homologable.
La gobernabilidad pudo ejercerse exclusivamente, a base de organismos inquisitoriales, como la propia inquisición y la larga lista de tribunales especiales –TOP, AN-.
Cuartelazos, dictaduras…
Y evidentemente con el protagonismo de empresas coercitivas: ejército y Guardia Civil…
Que uno sepa, jamás de los jamases, se brindó a los pueblos peninsulares, la posibilidad de incorporarse libre y democráticamente a este proyecto que unos llamaron Imperio, otros unidad de desatino en lo universal.
El hecho es que tanto los políticos españoles como gran parte del cuerpo de sus electores, se han instalado en unos parámetros de corrupción e inmovilismo, que alarman por la inexistencia de salidas.
Ni hay lugar para la ilusión, ni previsión de posibles espacios políticos que se liberen del integrismo económico y social vigentes.
PP y PSOE, no ofrecen otras alternativas fuera de unas prácticas marcadas por un matiz neocapitalista y antisocial feroces.
Seguirán con sus listas cerradas, un sistema ya caduco y perverso que ha dado ya todo lo que tenía que dar de sí.
Un sistema que atrinchera, la pringue y el cohecho – a los chorizos- de los políticos. Un sistema que por perverso y caduco –al margen de la credibilidad de los partidos, para un servidor nula‑, se debiera prohibir, por la imposibilidad de generar un tejido social justo y solidario.
Es por lo que en semejante coyuntura, y vista la descomposición “democrática” vista, los vascos debiéramos proponer y luchar, para edificar en Euskalherría otras alternativas que gozaran de una calidad democrática incontrovertible y “siempre verificable”.
La inercia de corrupción del estado español, nos empuja hacia unos derroteros que pueden conducirnos como pueblo, hacia el magma de la indefinición, la despersonalización y la anulación de nuestra identidad.
Sería el momento de plantearnos en serio, lo que cada vez se verbaliza con más decisión a la hora de diseñar una sociedad más humana y viable. Organizaciones cívicas fuera del control de los partidos.
Pasó el momento de los partidos políticos. Creemos democracias representativas, donde nuestros elegidos, sean personas honorables, libres de la presión de los aparatos políticos y surgidas desde las bases mismas de los pueblos.