Tras la invasión de Navarra, nos llegó la colonización.
Colonizar un país conlleva privarle de sus instituciones, de sus órganos legislativos, ejecutivos y judiciales propios, soberanos e independientes. Y evidentemente de su lengua, cultura y patrimonio.
Llegados a esta coyuntura, cualquier litigio trascendente, sobre todo los que competen a la organización, regulación del territorio, educación y derechos ciudadanos se resolverían en Madrid. Será en los despachos gubernamentales, y hoy día en la AN. TS. TC. etc…
Este proceso de destrucción de nuestro pueblo aunque comienza a comienzos del s. XIII, se hace notablemente manifiesto en 1512, año de la invasión y conquista de Navarra. A partir de esta fecha, el expolio de las instituciones independientes de Vasconia, fue incesante e inmisericorde.
Noain, Hondarribia, Traición de Bergara, Guerra civil –con las masacres de Gernica y otros herrialdes‑, proceso de Burgos, una constitución trufada o antivasca etc… etc…etc….
Hasta tal punto hemos perdido nuestra soberanía, que ha de ser Madrid –sus jueces y policías‑, nunca nuestras instituciones, quien decidirá sobre nuestra naturaleza y derechos civiles como ciudadanos. ¿Cabe mayor usurpación de derechos humanos?
En este trance miserable y humillante, nos encontramos los navarros por culpa de la susodicha y maldita “anexión”.
Dice la ”tertuliada “, esa a la que apodan cavernícola, que la mayoría de españoles está a favor de la ilegalización de los independentistas vascos. Faltaría más –hasta ¿vascos…? encontrarás en su pro-.
Después de tantas décadas, incluso siglos, desprestigiando al demonio separatista vasco, hasta la conciencia y autoestima les han robado a muchos de nuestros paisanos, y ese si que es un grave problema.
Añadamos a esto, tan larga y profunda noche de nacionalcatolicismo. Algo que sin duda se traduce en incultura y fanatismo. Es sin duda, lo que ha construido este estado y si no obsérvese la inmensa caterva de votantes de partidos integristas, retrógrados e involucionistas.
Una sociedad profundamente clasista, servil, y muy jerarquizada.
Y que una sociedad tan jerarquizada, decía Orwell, sólo es posible si hay pobreza (mental) e ignorancia.
Evidentemente, los vascos, con experiencia de siglos, sabemos en que –o contra que- sociedad nos movemos. Es decir, sabemos que la batalla mediática en el entorno español, nunca la podremos ganar. Como digo, siglos ha que la perdimos por decreto.
Queda meridianamente claro, que nuestra lucha ha de desarrollarse no solo en parámetros democráticos, sino en una convocatoria soberanista, unitaria, firme, sin posibilidad de retorno y en lo posible, totalmente ajena al barullo mediático español.
Ya no debemos tolerar más como ciudadanos vascos, que nuestra voluntad, nuestra cultura y la administración de nuestros recursos se resuelvan en la corte.
Si en su momento, el derecho de conquista –excusa con la que se mal-amalgamaron tantos estados- se cargó la soberanía de nuestro pueblo, ha llegado el momento en que sean los derechos humanos, y en definitiva los del ciudadano, quienes restauren la independencia y la dignidad de nuestro pueblo.
La primera reparación que el estado español, debe al pueblo vasco, por su invasión y colonización ‑incluso antes de que los vascos les otorguemos el perdón por sus tropelías‑, es restaurar nuestro derecho de autodeterminación. Luego ya se verá como nos las componemos entre nosotros ‑e incluso si queremos componernos-.
Hago todas estas reflexiones, todo lo reiterativas que se quieran, soliviantado –sin duda más de lo que el tema se merece- tras ese maldito zapear que te hace recalar en alguna de esas cadenas franquistas, que por cierto proliferan como hongos –¡Y como queman euros los malditos en semejante coyuntura económica¡-.
Era la tal cadena, un hervidero de flechas, pelayos, la Rosa Diez –tan impecable como hierática‑, el expurgado Redondo Terreros y algún otro prohombre de la diáspora y del chollo antivasquista…
Sin duda, todos ellos bien atentos al drama que para ellos puede significar la pacificación y la desaparición de ETA. Porque es evidente que acabado el recurso del terrorismo –hoy su pequeño clavo ardiendo‑, se les complica el chollo.
La carne del debate era la habitual en la “bazka” del “buitrerío” nacionalcatólico o neofascista: 1.-La monarquía, más intocable que el pan sagrado y que ahora en el momento presente, nos la han colocado de correveidile en la movida de emires, califas y otros acólitos de Mahoma 2.- El TC, tras su decisión sobre Bildu, con sus jueces en el punto de mira (los 6 que tumbaron la ilegalización de las listas, por supuesto) travestidos (traidores) y todo…3.- La propia Bildu, o lo que es lo mismo, la ETA pura y dura…
Y acá y acullá, las burradas, sandeces, insultos, patrañas, enredos –no cabía esperar otra cosa‑, impropios de gente medianamente honesta. Sólo que esta vez el cabreo, la espuma blanca en las palabras, la arenga para la venganza, alcanzaban lo inaudito….
Sin duda –pensé- esta debió ser, convenientemente incensada, hisopada y bendecida, la madre que engendró la contienda civil o criminal cruzada.
Así pues, que visto lo visto y ante los escollo o incluso la imposibilidad que para nosotros los vascos significa caminar con los españoles, al menos si queremos recuperar nuestra cultura, nuestra economía, nuestra dignidad y sobre todo la paz, hoy por hoy no tenemos más opción que evitar a tan agresivo (absorbente y destructor) vecino.
Cuestión de vida o muerte como pueblo. Siempre expectantes de cual será la nueva ilegalización, el próximo insulto, la próxima detención, tortura incluída etc… etc… etc…
Algo tiene España –remitámonos a la historia‑, que al final, todos los países que han soportado su huella, presencia o influencia, acaban rechazándola y huyendo de ella como de la mortaja.
Dudo, que viendo la cultura y la capacidad crítica de gran parte de la sociedad española, sea capaz de analizar el porqué ha provocado y provoca semejante rechazo.
¿Llegará algún día en que españoles, catalanes y vascos podremos caminar juntos como soberanos, sin prejuicios ni resquemores?
Ardua cuestión… ¡Que largo me lo fiáis!, que diría el burlador…