Siendo todavía Rosa Aguilar alcaldesa de Córdoba, pude ver en esa ciudad una pintada que rezaba: “Rosa fascista”. Pese a que ya por entonces, el personaje había iniciado su particular búsqueda de la “verdad”, lo cierto es que el escrito sorprendía al visitante foráneo. ¿Pero no era Rosa, eurocomunista?
Por sus actos los conoceréis: Una de sus decisiones más sonadas, fue financiar con dinero público la restauración de la estatua del rejoneador cordobés Antonio Cañero, un fascista que poco después del el 18 de julio de 1936, organizó escuadrones de la muerte que sembraron el terror en la ciudad, en el campo y en la sierra. Tampoco ha tenido reparos en imponer medallas a terratenientes como la Duquesa de Alba.
En 2006, Rosa Aguilar aprovechó el aniversario de la sublevación militar de Franco para hacer un llamamiento a «la concordia y la reconciliación” con los criminales que cometieron un monstruoso genocidio y que posteriormente engendraron, tras una orgía metamórfica, el régimen que hoy “disfrutamos”.
Esta persona, que se define “mujer de izquierdas”, respondió recientemente a sus socios del PP, sobre la actuación del Gobierno en la crisis del pepino- por cierto, vaya nombrecito que se han buscado- lo siguiente: “Dejen de faltar a la verdad, dejen de criticar y de estar a lado de Alemania y pónganse por una vez al lado de España”.
De nuevo el recurso fácil, la casposa exacerbación del chovinismo nacionalista, la pugna por españolear más que la derecha franquista, la apelación a la conspiración externa, como hacia Franco con el contubernio judeo-masónico-marxista. Aquella pintada cordobesa, tenía su razón de ser.