“España, ignoró, que la verdadera grandeza de las naciones, se funda en la libertad, en la virtud y en la justicia”, es una de las conclusiones que el político e historiador Andaluz, Adolfo de Castro (1823−1828), parece extraer de su “examen Filosófico sobre la decadencia de España.
Este gaditano, asegura, que para que la historia de España sea verdadera, es preciso reescribirla al revés de cómo se ha escrito. Es uno más, de los que culpan el fracaso –ya desde sus orígenes- del proyecto español, al matrimonio escandaloso entre iglesia y monarquía…
Y cuyos frutos o engendros permanecen, hoy día…
Un estado vicario de la Iglesia, se dice, no sólo no es un estado democrático: no es ni siquiera soberano.
Eso aclara que debido a la “influencias divina”, el estado español sea por origen, tan integrista, inmovilista, fascista…etc…
Un complejo de intolerancia, donde el pensamiento y las ideas libres, siempre fueron consideradas “persona non grata”
Hoy podemos denunciar, según Jorge Majfud, que en el imperio, “todos los que no se adaptaban al genocidio étnico –el de las conquistas e invasiones‑, y cultural, eran irremediablemente perseguidos primero por malos cristianos, después por malos españoles. Eso desde los reyes católicos hasta prácticamente nuestros días.
¿Qué otra explicación cabe para entender como dice Antonio Hermosa, que “el contexto de degradación de la vida pública –al que actualmente hemos llegado-, sea tan fuerte que en realidad se desarrolla en un gigantesco estercolero”?
Estercolero en el que vegeta lo que calificaríamos como masa acrítica, inmovilista, retrógrada, que mantiene políticamente a quien mantiene y vota lo que y a quien vota…
Y que por ello, a la inmoralidad de los políticos –que uno no sabe ya si son idiotas cuando se nos ponen a dar consejos‑, se suma la de los ciudadanos que les votan….
Valgan estas consideraciones preliminares, para ambientar el breve mensaje que pretendo exponer.
Y es que el conflicto vasco –como tantos otros‑, hunde sus raíces en un caldo de cultivo “sine qua non”: la perversión y la tergiversación de la historia.
Comenta A. De Castro: “Los historiadores pagados por los monarcas, escribían a gusto de los que oprimían a nuestra patria, de manera que alteraban y confundían todo”
En “su examen”, A. De Castro, desmonta o en su caso descalifica hechos y personajes que han constituido y constituyen, las bases y el eje de la epopeya y héroes imperiales.
Aporta datos irrefutables para desnudar las tan cacareadas efemérides imperiales, desde la intolerancia y la crueldad de las prácticas inquisitoriales, la catadura moral de Isabel (la usurpadora), el despotismo y los trapicheos criminales del “católico”, Carlos I, Felipe II… hasta llegar a la extenuación sociopolítica y cultural del XIX ‑la crónica de una vergonzante decadencia-.
Curiosamente, en el relato de A. De Castro, donde se critica la toma de Granada, el genocidio de Indias, el desastre político y económico de las campañas europeas del imperio, no se menciona bajo ningún concepto la conquista de Navarra.
Mi impresión es –dada la naturaleza del trabajo‑, que tocar el tema navarro era tabú.
Y es que si aplicamos los mismos criterios que Castro utiliza para criticar la conquista de Granada, condenar con tanta acritud la conquista de américa y en general censurar tan profundamente la política expansiva del Imperio y de sus monarcas, la conquista de Navarra debió parecerle un crimen sin paliativos.
Sea lo que fuere, cada vez parece más irrefutable, que lo que nos contaron como leyenda negra, era en realidad la auténtica historia, la historia negra del Reino de España…
Y que en realidad, los historiadores europeos, como los testigos ingleses de las guerras carlistas o nuestro contemporáneo Paul Preston –por citar algunos ejemplos‑, nos aportan bastante más credibilidad que la generalidad de la historiografía pesebrera o en su caso “panfletera”, española…
Es decir, que la historiografía española, como se dice en “las antiguas colonias”, es absolutamente “trucha”.
Esa historia, en cuyo negro seno, se ocultó, ignoró o tergiversó, la identidad y los derechos históricos de todo el pueblo vasco.
Es por lo que con estos preámbulos, cada vez resulta más urgente reescribir nuestra historia, la historia de Euskalherría.
Reescribirla, darle su propia personalidad, ponerla en el pedestal que se merece y enseñarla.
El día que todos los navarros y vascos en general, amemos y conozcamos nuestra historia, España no tendrá más remedio que restituirnos la soberanía que violentamente nos robó.
¿Qué navarro, conocedor de cómo se nos fue arrebatando nuestra cultura, patrimonio, instituciones y sobre todo nuestra voluntad, renunciaría a su soberanía?
No es pues de extrañar, que los navarros proespañoles, “hermanados con el conde de Lerín”, y con los propios invasores pongan tanto empeño para que el pueblo no acceda al conocimiento de su propia lengua, cultura y raíces…
Y esa es justamente la razón, por la que quienes conscientes de los desafueros que España ha cometido contra nuestro pueblo, reclamamos y reivindicamos que se restaure y dignifique nuestra historia.
No ignoramos las dificultades que allende el Ebro, existen ante cualquier reconsideración que les lleva a un “mea culpa” o a cualquier petición de perdón…
Es la España que siempre anda por ahí, exigiendo a los pueblos que oprime, arrepentimientos y petición de perdones.
Ella nunca se exculpó. Ahí están los terribles crímenes del franquismo…(quizás algún día, el ínclito franquista Basagoiti, pida perdón por Gernika y las demás víctimas)…
Seguiremos pues en el tajo…reconquistando el campo cultural que la colonización española, nos dejó bien lieco.
Somos conscientes de que la regeneración de la historia, regenerará –valga la redundancia‑, nuestra identidad como pueblo.