En la edición de abril-mayo de 2010 la revista ¿Economistas para qué? publica un artículo del profesor Juan Iñigo Carrera, que responde a la cuestión “Y entonces… economistas Para Qué?”. Ahí el profesor Iñigo Carrera sostiene que los estudiantes de economía son miembros de la clase obrera, por el solo hecho de estudiar. Explica que al formarse, los estudiantes participan del proceso de producción de una fuerza de trabajo; lo cual demostraría que ya por esto pertenecen a la clase obrera; a lo que se sumaría que al estudiar gastan fuerza de trabajo, que es lo que hace todo obrero que se produce a sí mismo. Para que no haya dudas de que no tergiversamos, trascribimos el pasaje íntegro:
“Cuando se quiere analizar la formación del economista, lo primero que debe tenerse en cuenta es que esta formación es el proceso de producción de una fuerza de trabajo portadora de determinados atributos. Con esto ya se pone en evidencia que el estudiante de economía es un miembro de la clase obrera, y no simplemente a futuro, sino en su actualidad. Estudiar implica un gasto de fuerza de trabajo, pero uno que no tiene por objeto inmediato la producción de valores de uso para otros, sino la producción de la propia fuerza de trabajo del individuo. En consecuencia, sus determinaciones caen dentro del terreno del consumo individual en que el obrero se produce y reproduce a sí mismo” (p. 13).
Agrega luego que el producto del trabajo del estudiante (o sea, el producto de estudiar)
“… es un no valor de uso para él, y debe ser un valor de uso para su potencial comprador. Y en el caso de la fuerza de trabajo, el comprador es el capital (ya sea el capital individual, el representante político del capital total de la sociedad, esto es el estado” (ídem).
De manera que, aplicando este criterio, gente como Martínez de Hoz, Cavallo, Kirchner, Videla, los gerentes de una empresa privada o de una empresa estatal serían todos miembros de la clase obrera. Es que todos ellos han invertido trabajo en formarse, reciben o recibieron un salario de manos del capital, y consumen para reproducirse a sí mismos.
Fuerza de trabajo y clase obrera
Naturalmente, esta “teoría” puede tranquilizar a algunos “marxistas” que cumplen funciones de explotadores para el capital y su Estado, pero desde el punto de vista de la teoría de Marx es un disparate. La esencia del disparate consiste en pensar que por el hecho de que alguien forme su fuerza de trabajo pertenece a la clase obrera.
Pero… ¿acaso no es cierto que la fuerza de trabajo es el conjunto de capacidades físicas y mentales del trabajador? Sí. ¿No es cierto que los trabajadores al consumir o formarse, mantienen e incrementan sus capacidades? Sí. ¿No es cierto que los trabajadores asalariados y explotados venden su fuerza de trabajo al capital? Sí. Entonces… ¿no es correcto sostener que todo aquél que forma su fuerza de trabajo pertenece a la clase obrera? No, no es correcto.
Para entender por qué la anterior cadena de razonamientos es equivocada debemos comprender que en Marx existe más de una determinación de la categoría fuerza de trabajo. Como ocurre con tantos otros conceptos en Marx (sucede cuando se emplea el método dialéctico), el concepto de fuerza de trabajo gana en determinaciones a medida que se precisa su contenido histórico y social. La primera determinación –también podríamos decir el primer nivel del concepto– de la fuerza de trabajo alude a su carácter general. En palabras de Marx:
“Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la personalidad viva de un ser humano, y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole” (Marx, 1999, t. 1, p. 203).
Aquí Marx se está refiriendo a la fuerza de trabajo tal como pertenece a cualquier ser humano. Desde este punto de vista el hombre de las cavernas, el esclavo, el campesino feudal o el asalariado moderno, debieron y deben reproducir su fuerza de trabajo. Y también el esclavista, el señor feudal o el capitalista tienen necesidad de reproducir su fuerza de trabajo, a fin de aplicar sus facultades físicas y mentales a la tarea de explotar. Por lo tanto esta determinación general de la fuerza de trabajo (insisto, primer nivel en el desarrollo del concepto en Marx) no puede delimitar el concepto de clase obrera moderna. Es un concepto básico para comprenderlo, pero no basta. Si nos quedáramos en esto estaríamos naturalizando la categoría “fuerza de trabajo”, haciéndola a‑histórica. Es lo que hace habitualmente el pensamiento burgués (y lo que hacen algunos marxistas que no comprenden ni jota de lo más elemental de Marx). Pero por eso mismo ese pensamiento no entiende las diferencias específicas que distinguen clases sociales y modos de producción.
En definitiva, hay que avanzar hacia una segunda, y fundamental, determinación de la noción de fuerza de trabajo. Esa segunda determinación encierra todo un proceso histórico y social, que es la separación (por medio de la violencia) de los productores de sus medios de producción. Ésta es la base para el desarrollo de la producción capitalista. En palabras de Marx:
“… la base para el desarrollo de la producción capitalista es, en general, la de que la fuerza de trabajo, como la mercancía perteneciente a los obreros, enfrenta las condiciones de trabajo como mercancías conservadas en la forma de capital y existentes con independencia de los trabajadores” (Marx, 1975, t. 1, pp. 38 – 39).
La determinación del valor de la fuerza de trabajo como mercancía “es de vital importancia” (ídem). Para que la fuerza de trabajo se haya transformado en mercancía, debe haberse dado circunstancias históricas específicas, las que Marx llama “la acumulación originaria”.[1]
En el modo de producción capitalista la fuerza de trabajo se enfrenta a las condiciones de trabajo que existen bajo la forma social de capital. Esto es importante para entender que la relación capital-trabajo implica una relación de subsunción, en términos de Marx, que en absoluto existe en toda relación asalariada. El capitalista trabaja (gasta fuerza de trabajo) para vigilar y dirigir el proceso de explotación, y cuidar que el obrero mantenga cierta intensidad y continuidad en su actividad. La máquina se enfrenta al obrero bajo la misma forma. Más en general, los medios de producción “no aparecen como subsumidos para el trabajador, sino que éste se presenta como subsumido por ellos” (Marx, 1975, t. 1, p. 330). Hay una relación entonces de subordinación y hegemonía del capital sobre el trabajo asalariado para que éste rinda más y más plusvalor. Esta relación de coerción y hegemonía es inherente a la relación capitalista, y determina la forma en que la fuerza de trabajo interviene en el proceso de producción capitalista. Y son estas determinaciones las que definen la noción de clase obrera, como propietaria de la fuerza de trabajo, frente al capital.
Con esto se puede comprender por qué Marx señala que puede haber pago de salarios, sin que exista la relación capital-trabajo. Concretamente, aquellos que enfrentan a los trabajadores como representantes del poder del capital –los directores y gerentes de las empresas– no pertenecen a la clase obrera, sino a la clase capitalista. Sus ingresos constituyen una parte de la plusvalía, la ganancia del empresario. No están subsumidos a los medios de producción, sino por el contrario son los que vigilan y procuran que los trabajadores continúen subsumidos a ellos. Son gestores de la explotación, los que hacen posible el dominio del capital sobre el trabajo vivo. En tanto cumplen esta función, reciben un salario, que por estas razones debe distinguirse cualitativamente del salario que recibe el explotado por el capital. Los directores de empresas son capitalistas abocados a la explotación del trabajo asalariado. Su función no es “técnica”, sino social:
Frente al capitalista financiero, el capitalista industrial es un trabajador, pero trabajador como capitalista, es decir, como explotador del trabajo ajeno. El salario que reclama y obtiene por ese trabajo es exactamente igual a la cantidad de trabajo ajeno apropiada, y depende directamente –en la medida en que se somete al esfuerzo necesario de la explotación– del grado de explotación de dicho trabajo, pero no del grado del esfuerzo que le cuesta esa explotación, y que puede derivan, a cambio de un módico pago, hacia un director (Marx, 1999, t. 3, p. 495).
En consecuencia su carácter de clase no está en el limbo, es determinado y es capitalista. Entre los directores y gerentes, y los dueños de las empresas hay una hermandad esencial, y sólo dentro de esta hermandad se producen tensiones, como dentro de cualquier clase social. Lo mismo sucede con los gerentes de empresas del Estado; es personal que está comprometido en la tarea de extracción de plusvalía, y recibe un salario en esa condición. El personal de alta dirección del Estado es elegido y mantenido en los cargos en tanto demuestre capacidad para realizar la tarea de dirigir la explotación. También reciben salarios reyes, ministros y presidentes, sin por eso convertirlos en parte de la clase obrera. Encarnar la representación y dirección de las instituciones del Estado capitalista no es lo mismo que estar sometido al dominio y explotación del capital.
Algunas conclusiones sobre los estudiantes de economía
En base a lo explicado debiera ser claro que el estudiar no convierte a nadie en proletario. El hijo de un burgués que estudia economía con vistas a dirigir la empresa de papá, entrena sus capacidades mentales para ser un explotador. Que estudie en una facultad pública o privada, e invierta energías en ello, no cambia el contenido del asunto. Algo similar ocurre con aquellos que se preparan para ser dirigentes de empresas, privadas o estatales.[2] Por supuesto, tampoco el que reciban un salario los definirá como pertenecientes a la clase obrera.
Por otra parte un estudiante que prepara su fuerza de trabajo para abrir un estudio particular, no tiene la perspectiva de convertirse en un asalariado del capital, sino en un pequeño productor (de estudios, informes, panfletos ideológicamente condicionados, o lo que sea). Su fuerza de trabajo tendrá un valor de uso, pero no aparecerá como mercancía, y muchos menos subordinada al capital. Por el contrario, su fuerza de trabajo procurará un servicio, que se venderá en el mercado.
Por último, los que estudian y se vean obligados a entrar como asalariados bajo el mando del capital, serán explotados, y pertenecerán a la clase obrera. Integrarán lo que Marx ha llamado el trabajador colectivo; será fuerza de trabajo calificada que produce plusvalía para el capital. Como puede verse, los casos son diversos. Además, hay muchos casos intermedios, que son de difícil encasillamiento en alguna de las clases sociales fundamentales. Pero la base para abordar científicamente esta discusión pasa por tener un mínimo de seriedad en el uso de las categorías teóricas.
Bibliografía
Marx, K. (1973): Teorías de la plusvalía, Buenos Aires, Cartago, 3 t..
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI, 3 t.