Lo que le ocurre a la que fuera alcaldesa de los pamplonautas y actual presidenta de la navarridad verdadera pudiese resultar, al normal de los mortales, extrañamente paradójico.
En aras de combatir la crisis económica que asola al occidente acristianado y, por lo tanto, también al llamado Viejo Reyno con «y» (griega) y no «i» (latina) y, sobre todo, al peor de sus efectos (así lo publican a los cuatro vientos): el desempleo de amplias capas de la población navarra y la miseria tanto material como moral que conlleva; nuestra presidenta Yolanda, Robertico el vicepresidente y consejero de Inte- rior, Justicia y Administración Local (casi nada el socialista de Pitillas) y el séquito de las restantes autoridades varias, la medida fundamental adoptada es el recorte del gasto en la cosa pública. Vía despidos (o no renovación de contrato, como ustedes prefieran denominarlo) para invertir los dinerillos distraídos en obras a ejecutar por la empresa privada; con el único fin, por supuesto, de crear nuevos puestos de trabajo. ¿Extraño? ¿Contradictorio? Quizás la vida se haya tornado una cadena sinfín de paradojas.
Vemos por las calles de la ciudad multitud de movilizaciones que reflejan un malestar social. Desde hace años nunca había manifestado el profesorado de la escuela pública su rechazo a las medidas tomadas en educación con mayor claridad, y, el mismo día, la inefable Barcina asegura que «los docentes navarros han entendido este mayor esfuerzo que ahora toca hacer».
La práctica totalidad de las direcciones de los centros públicos educativos denuncian que el aumento de las horas lectivas dentro de las treinta y siete horas de la jornada laboral irá en detrimento de la asistencia educativa y la eterna sonrisa de Burgos, la que cobró de la Universidad Pública de Navarra un dinerillo por días no lectivos, pontifica que dicho aumento en el horario «no va a afectar a la calidad de la enseñanza».
Los salarios de puestos de trabajo eliminados en sanidad y en educación generarán un ahorro que podrá ser invertido en el AVE que , a su vez, generará unos nuevos puestos de trabajo a todas luces más adecuados a los tiempos que corren (los actuales más que correr vuelan). Si antaño el futuro de los países estaba en manos de la educación de sus habitantes, ahora con la alta velocidad el futuro ya es presente y el presente en un abrir y cerrar de ojos de nuestras autoridades cada vez nos parece un pasado no tan reciente. Gracias al recorte en las ayudas sociales y asistencia domiciliaria, el fortalecimiento y engrosamiento de los lazos familiares merced al continuo roce que facilita el reiterativo cambio de pañales, aumentará llegando a confundirse con gruesas sogas de horca.
Decía el griego Cavafis que lo importante era el viaje y no tanto la llegada a Itaca. Ahora, cuando la mayoría no sabe siquiera hacia donde nos dirigimos, cobra certeza la sospecha, como a los griegos, de irnos a la mierda, y lo que nuestras autoridades desean es que lo hagamos a la mayor velocidad posible. En AVE y entre avemarías, dando gracias a la Señora.