Ni siquiera podemos garantizar que la pax romana fuera universal. Como mucho podíamos aplicarla a los entornos del “mare nostrum”, dado el desconocimiento o si se quiere, la falta de medios para reflejar lo que sucedía en el resto del planeta.
Lo más probable es que la paz universal nunca haya sido, y que al menos hoy por hoy, sea mera utopía, un hermoso sueño…
Lo más dramático es, que los pueblos que viven “en paz”, lo hayan conseguido y lo consigan a base de generar la guerra en otras latitudes.
Fórmula perversa, que el ser humano ha aplicado a lo largo de la historia: que para que unos disfruten de cierta paz, sea de mortal necesidad, que otros padezcan la muerte o cualquier tipo de explotación, ambos hijos naturales de la guerra.
La guerra, ha sido el gran Leviatán que ha parido y configurado, pueblos, reinos, estados…
No importa lo siniestro de ésta génesis, hoy mismo sin ir más lejos, una implantación milagrosa o inesperada de la paz, llevaría a países como EEUU, Inglaterra, Israel etc…etc… a la ruina y al desquiciamiento.
Estos y otros muchos países, necesitan vitalmente la guerra para mantener su poder, militar, económico y político. Nunca podremos esperar de estos países, que dentro de sus intereses y objetivos, esté la urgente preocupación de diseñar auténticos caminos que conduzca a la paz universal.
En cualquier caso, el hecho de que estos países, logren establecer en determinadas zonas, situaciones de una relativa paz, ha de ser con el compromiso de que los países pacificados, permanezcan sumisos a los deseos y veleidades del pacificador.
Pretender pues que EEUU, la OTAN (la propia ONU) propongan una auténtica paz, no pasa de ser la más obscena coartada.
Una gran parte de la economía y del poder de estos estados, se funda en la guerra como algo imprescindible para mantenerse en la cúspide del poder.
La guerra que supone la movida de los grandes capitales de las fábricas de arma, la invasión de zonas o materias estratégicas etc… etc…
¿Existe algo más ponzoñoso, que el hecho de que tales estados, se nos propongan como modelos democráticos, cuando son los engendradores y exportadores de guerras?
Justamente son ellos, el cáncer económico, ético y político de este acongojado planeta.
Así, que si la humanidad espera de estas potencias el logro de un mundo más humano, más “en paz”, está aviada. Será mejor que empiece a inventar nuevos caminos.
Remitiéndonos a un ámbito no por más reducido como es nuestra Euskalherría. Hoy la inmensa mayoría de los vascos tenemos entre manos la conquista definitiva de la paz.
El otro sujeto del conflicto, España, no es que se encuentre incómodo, mencionar la paz le desquicia. Trastoca todas sus intenciones.
Es vital para España, como excusa –su coartada- para mantener su discurso político, e incluso su existencia como estado, mantener “la guerra del Norte”.
Es evidente que en esta guerra han parasitado, “pensadores”, columnistas, tertulianos, políticos, purpurados, monarquías, militares, policías, seguratas etc…etc… Y no menos evidente, que el logro de una auténtica paz, pone en riesgo la secular trayectoria de un proyecto de estado, basado en la conquista y en la sumisión.
En definitiva, que la única paz que interesa a España, es la que surge del aplastamiento y sumisión de las llamadas “naciones rebeldes” de la -¡tan inhóspita!- piel de toro.
No es de extrañar, que un estado como el castellano, español, carpetovetónico, nacional-católico- o como se quiera, experto en genocidios, invasiones y saqueos, no goce del hábito de dialogar y de escuchar a otros ciudadanos, que ardientemente proponen, la paz.
Porque ahí está la historia, la nuestra, la de los vascos. Una historia que se patentiza de día en día y que nos habla de invasiones –desde el s.XIII‑, criminales inquisiciones, amargas carlistadas, cruzadas, Gernicas y miles de víctimas humilladas, torturadas y consciente o alevosamente olvidadas…
Este vislumbrar la paz, de día en día más próximo, es como si un terremoto hiciera temblar toda la estructura de un estado, tan visigótico él.
Un servidor –sin ninguna pretensión de politólogo‑, tiene la sensación de que España, no va a dar el más mínimo paso para conseguir la paz. A no ser que fuerzas mayores le impulsen ineludiblemente a moverse, aunque sea con toda la cachaza, de aquel a quien se le obliga a moverse en contra de su voluntad.
Porque España, nunca quiso ni quiere la paz. Lo suyo es moverse entre ruido de sables y tambores de guerra.
En semejantes condiciones, los vascos tendremos que prescindir del proceder de nuestros vecinos.
El día en que el espíritu y la decisión de la paz estén en nuestras consciencias, en nuestras plazas, ayuntamientos y herrialdes, no habrá ni lupas, ni provocaciones, ni jueces, ni Brunetes, que nos impidan llevar adelante nuestros proyectos. Proyectos por cierto, -¡por favor!- bien diferentes a los engendros de lehendakaris sociatas o de la clá barcinera.