La paz como coar­ta­da- Josu Sorauren

Ni siquie­ra pode­mos garan­ti­zar que la pax roma­na fue­ra uni­ver­sal. Como mucho podía­mos apli­car­la a los entor­nos del “mare nos­trum”, dado el des­co­no­ci­mien­to o si se quie­re, la fal­ta de medios para refle­jar lo que suce­día en el res­to del planeta.

Lo más pro­ba­ble es que la paz uni­ver­sal nun­ca haya sido, y que al menos hoy por hoy, sea mera uto­pía, un her­mo­so sueño…

Lo más dra­má­ti­co es, que los pue­blos que viven “en paz”, lo hayan con­se­gui­do y lo con­si­gan a base de gene­rar la gue­rra en otras latitudes.

Fór­mu­la per­ver­sa, que el ser humano ha apli­ca­do a lo lar­go de la his­to­ria: que para que unos dis­fru­ten de cier­ta paz, sea de mor­tal nece­si­dad, que otros padez­can la muer­te o cual­quier tipo de explo­ta­ción, ambos hijos natu­ra­les de la guerra.

La gue­rra, ha sido el gran Levia­tán que ha pari­do y con­fi­gu­ra­do, pue­blos, rei­nos, estados…

No impor­ta lo sinies­tro de ésta géne­sis, hoy mis­mo sin ir más lejos, una implan­ta­ción mila­gro­sa o ines­pe­ra­da de la paz, lle­va­ría a paí­ses como EEUU, Ingla­te­rra, Israel etc…etc… a la rui­na y al desquiciamiento.

Estos y otros muchos paí­ses, nece­si­tan vital­men­te la gue­rra para man­te­ner su poder, mili­tar, eco­nó­mi­co y polí­ti­co. Nun­ca podre­mos espe­rar de estos paí­ses, que den­tro de sus intere­ses y obje­ti­vos, esté la urgen­te preo­cu­pa­ción de dise­ñar autén­ti­cos cami­nos que con­duz­ca a la paz universal.

En cual­quier caso, el hecho de que estos paí­ses, logren esta­ble­cer en deter­mi­na­das zonas, situa­cio­nes de una rela­ti­va paz, ha de ser con el com­pro­mi­so de que los paí­ses paci­fi­ca­dos, per­ma­nez­can sumi­sos a los deseos y velei­da­des del pacificador.

Pre­ten­der pues que EEUU, la OTAN (la pro­pia ONU) pro­pon­gan una autén­ti­ca paz, no pasa de ser la más obs­ce­na coartada.

Una gran par­te de la eco­no­mía y del poder de estos esta­dos, se fun­da en la gue­rra como algo impres­cin­di­ble para man­te­ner­se en la cús­pi­de del poder.

La gue­rra que supo­ne la movi­da de los gran­des capi­ta­les de las fábri­cas de arma, la inva­sión de zonas o mate­rias estra­té­gi­cas etc… etc…

¿Exis­te algo más pon­zo­ño­so, que el hecho de que tales esta­dos, se nos pro­pon­gan como mode­los demo­crá­ti­cos, cuan­do son los engen­dra­do­res y expor­ta­do­res de guerras?

Jus­ta­men­te son ellos, el cán­cer eco­nó­mi­co, éti­co y polí­ti­co de este acon­go­ja­do planeta.

Así, que si la huma­ni­dad espe­ra de estas poten­cias el logro de un mun­do más humano, más “en paz”, está avia­da. Será mejor que empie­ce a inven­tar nue­vos caminos.

Remi­tién­do­nos a un ámbi­to no por más redu­ci­do como es nues­tra Eus­kalhe­rría. Hoy la inmen­sa mayo­ría de los vas­cos tene­mos entre manos la con­quis­ta defi­ni­ti­va de la paz.

El otro suje­to del con­flic­to, Espa­ña, no es que se encuen­tre incó­mo­do, men­cio­nar la paz le des­qui­cia. Tras­to­ca todas sus intenciones.

Es vital para Espa­ña, como excu­sa –su coar­ta­da- para man­te­ner su dis­cur­so polí­ti­co, e inclu­so su exis­ten­cia como esta­do, man­te­ner “la gue­rra del Norte”.

Es evi­den­te que en esta gue­rra han para­si­ta­do, “pen­sa­do­res”, colum­nis­tas, ter­tu­lia­nos, polí­ti­cos, pur­pu­ra­dos, monar­quías, mili­ta­res, poli­cías, segu­ra­tas etc…etc… Y no menos evi­den­te, que el logro de una autén­ti­ca paz, pone en ries­go la secu­lar tra­yec­to­ria de un pro­yec­to de esta­do, basa­do en la con­quis­ta y en la sumisión.

En defi­ni­ti­va, que la úni­ca paz que intere­sa a Espa­ña, es la que sur­ge del aplas­ta­mien­to y sumi­sión de las lla­ma­das “nacio­nes rebel­des” de la -¡tan inhós­pi­ta!- piel de toro.

No es de extra­ñar, que un esta­do como el cas­te­llano, espa­ñol, car­pe­to­ve­tó­ni­co, nacio­nal-cató­li­co- o como se quie­ra, exper­to en geno­ci­dios, inva­sio­nes y saqueos, no goce del hábi­to de dia­lo­gar y de escu­char a otros ciu­da­da­nos, que ardien­te­men­te pro­po­nen, la paz.

Por­que ahí está la his­to­ria, la nues­tra, la de los vas­cos. Una his­to­ria que se paten­ti­za de día en día y que nos habla de inva­sio­nes –des­de el s.XIII‑, cri­mi­na­les inqui­si­cio­nes, amar­gas car­lis­ta­das, cru­za­das, Ger­ni­cas y miles de víc­ti­mas humi­lla­das, tor­tu­ra­das y cons­cien­te o ale­vo­sa­men­te olvidadas…

Este vis­lum­brar la paz, de día en día más pró­xi­mo, es como si un terre­mo­to hicie­ra tem­blar toda la estruc­tu­ra de un esta­do, tan visi­gó­ti­co él.

Un ser­vi­dor –sin nin­gu­na pre­ten­sión de politólogo‑, tie­ne la sen­sa­ción de que Espa­ña, no va a dar el más míni­mo paso para con­se­guir la paz. A no ser que fuer­zas mayo­res le impul­sen inelu­di­ble­men­te a mover­se, aun­que sea con toda la cacha­za, de aquel a quien se le obli­ga a mover­se en con­tra de su voluntad.

Por­que Espa­ña, nun­ca qui­so ni quie­re la paz. Lo suyo es mover­se entre rui­do de sables y tam­bo­res de guerra.

En seme­jan­tes con­di­cio­nes, los vas­cos ten­dre­mos que pres­cin­dir del pro­ce­der de nues­tros vecinos.

El día en que el espí­ri­tu y la deci­sión de la paz estén en nues­tras cons­cien­cias, en nues­tras pla­zas, ayun­ta­mien­tos y herrial­des, no habrá ni lupas, ni pro­vo­ca­cio­nes, ni jue­ces, ni Bru­ne­tes, que nos impi­dan lle­var ade­lan­te nues­tros pro­yec­tos. Pro­yec­tos por cier­to, -¡por favor!- bien dife­ren­tes a los engen­dros de lehen­da­ka­ris socia­tas o de la clá barcinera.

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