Varias de las ponencias del Congreso de Oñati explicitaron sin paliativos la rapiña que la monarquía española practicaba en tierra de vascos.
Victor Herrero –cito a vuela pluma‑, patentizaba el desastre humano y económico que para villas como Azpeitia y Azcoitia significó su obligada participación –bajo pena de muerte‑, en la conquista de Navarra.
En los mismos términos, José Antonio Rekondo describe lo acontecido en Tolosa o Estibaliz Gonzalez Dios, en las comarcas de Araba… Las terribles y onerosas exacciones en granos, acémilas y sobre todo en personal humano, como exigencia imperiosa de la monarquía castellana.
La conquista de Navarra no la pagó Castilla, sino las llamadas Vascongadas y por supuesto la propia Navarra.
Desde entonces hasta nuestros días, nunca cedió esa agobiante presión en contra de nuestra economía y patrimonio cultural.
Es tremendamente significativo, por poner un ejemplo, la ruina que la estrepitosa y vergonzosa derrota de “la Invencible”, supuso para todo el litoral vasco.
Porque las exacciones, gravámenes, tributos y requisitorias de todo tipo, que la corona imponía a toda Euskalherria, no hay más que ver los registros de juntas y cortes, eran tan reiterativos como atosigantes.
Dicen que el excepcional marino bilbaíno, Juan de Rekalde, debiera haber liderado a la Invencible en lugar del “mil veces inexperto” Duque de Medina Sidonia.
Dicen que Rekalde, almirante de la escuadra vizcaína, había comprometido prácticamente todos los navío vascos, incluso adaptando los puramente comerciales, a las artes de la guerra.
Dicen que la debacle económica que tal desastre supuso para la industria y marinería vasca en general, fue “mundial”, como para empezar de cero.
Pero España, olvidadiza ella, siempre en su línea, jamás reparó el patrimonio vasco. Nos quedaba el honor de quedarnos desquiciados, en aras de gloria del Imperio.
Lo cierto es, que hasta bien entrados en el s. XVII no se vieron indicios de remontar tal desbarajuste…
He revisado unas cuantas actas de las Cortes de Navarra, para abundar en el profundo malestar que Navarra manifestaba, ante este obligado acatamiento, que como Mari Puy Huici reconocía, “tantas desgracias aportó a Navarra.”
Hay pocas en las que no se haga constar al “Visorrey”, largas letanías de quejas y agravios. Agravios, referidos al comportamiento antiforal e insultante (y exigencias) de los funcionarios “extranjeros”, a la altanería y agresividad del “ejército de ocupación”, etc.
En las cortes de 1558 (es un ejemplo, los hay a docenas), entre las muchas quejas, se exige al “Visorrey”:
-“Que los naturales del Reyno, no sean sacados fuera para ser juzgados en causas civiles y criminales” (pronto aprendimos a escamarnos de los tribunales españoles).
- Quejas sobre los extranjeros que tienen beneficios en el reino.
- Sobre las vejaciones que hacen los guardas de los puertos del reino…
Etc., etc., etc.
En parecidos contextos se mueven las actas de las juntas de Gipuzkoa, a las que he podido acceder. Las quejas elevadas al Regidor, por toda una gama de abusos, desde las incesantes levas despoblando las haciendas de brazos, hasta toda la gama de tributos en granos, animales, utillajes…
Podíamos hablar de las guerras carlistas que desangraron y extenuaron toda Vasconia. Gran parte de nuestra juventud dejaba su cuerpos en los campos de batalla. Otra, no menos cuantiosa, ante los pocos recursos que ofrecía una Euskalherria quemada, emigraba en busca de mejores augurios…
Contemplar con un mínimo rigor, con una mínima honestidad, e imparcialidad, la historia de Navarra, te impele así, “ineludiblemente” –como poco‑, a suscribir las palabras citadas de Mari Puy Huici.
Por eso, no puedo entender, que cierto personaje ‑de cuyo nombre no me gustaría acordarme- pero al que cabía exigir un poco más, no se si de rigor o de “decencia”, pueda, tras siglos de genocidio, destrucción cultural y patrimonial, hablar de “la bendita conquista”…
Me encantaría conocer un aspecto, capítulo o concepto, tan sólo uno, donde se evidencie, alguna aportación positiva que nos haya supuesto la imperial dominación española.
La intención de un vampiro es chupar y no hay más. Desprecio pues para los que falsean o manipulan nuestra historia…
El mismo desprecio o aún más si cabe, para los/las que copando la dirigencia de nuestros pueblos, ignoran, pasan de nuestra historia y cultura o como vulgares sacrílegos/as, las ensucian…
Sin duda, ese vergonzoso desconocimiento, puede llegar a explicar majaderías tan sonadas como esa de a “más Navarra, más España”.
¡Si nuestros antepasados levantaran la cabeza ante tan inconcebible despropósito¡
Pues no señora… A más Navarra, más euskera, más instituciones absolutamente soberanas, menos dependencia de esa corte a la que usted tan ardorosamente aspira, más dominio de nuestros recursos y menos burradas de cemento… Muchííísimo menos España, no lo dude… Probablemente nada. ¿Bendita conquista…?