Me refiero a Evo Morales. El año 2006 fue elegido Presidente de Bolivia y muchos periodistas españoles airearon su guasa (¡ay la prepotencia de los hidalgos rancios!). Cuando, días más tarde, el Presidente electo llegó a Madrid la perplejidad despectiva se convirtió en mofa. Aquel jersey rojo que vestía Evo se les antojaba ropaje de bufón. Y el poncho a rayas con el que tomaría posesión de su cargo… Era evidente que Bolivia se había equivocado en la elección ¿Qué se podía esperar de un indio cobrizo que de chaval vestía taparrabos?
En fechas recientes dos sucesos, en apariencia distintos, han convulsionado Bolivia: la elección de jueces para las máximas instancias judiciales del Estado y la construcción de una carretera que atraviesa la amazonia. Por lo que se refiere al primero, el día 16 de octubre la ciudadanía boliviana pudo elegir mediante sufragio universal a los miembros del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional Plurinacional. Lo que están oyendo, mi querida vecindad. Una votación inédita e inimaginable en estas latitudes de supuesta democracia modélica. Si el nombramiento de jueces dependiera del sufragio popular Marlaska o Ángela Murillo ejercerían en algún juzgado comarcal. Y por lo que se refiere a Garzón, estaría vendiendo combustible en la gasolinera familiar.
Por otro lado, el Gobierno boliviano impulsó uno de esos proyectos faraónicos que tanto gustan a los políticos neoliberales: la carretera entre Beni y Cochabamba cuyo trazado previsto atravesaba el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Los afectados no estaban de acuerdo e iniciaron en agosto una marcha de protesta que la policía boliviana reprimió. ¿El mismo proceder que cualquier otro gobernante bravucón? Lo sucedido en Yucumo ha permitido atisbar la frontera ética entre estilos de gobierno completamente diferentes. Conocemos Azkunas y Ares a quienes no les tiembla el pulso a la hora de apalear. Tras la golpiza, tiempo habrá de elogiar a la policía, deslegitimar a quienes rechazan el proyecto y acusar a estos de recurrir a la violencia. La represión de Yucumo ‑con ser caso esporádico- provocó una crisis gubernamental en Bolivia. Forzó la dimisión de dos ministros y la destitución de dos mandos policiales. Se habilitó una comisión gubernamental para que hablara con los aporreados, se detuvo la construcción de la carretera y se plantea una consulta sobre la misma a los directamente afectados. Hay algo todavía más inusual: el Presidente tildado de zafio ha pedido disculpas a los apaleados y se ha reunido con ellos una vez llegados a La Paz.
¿Cuál es la razón de comportamientos tan dispares? Los altaneros gobernantes neoliberales miran a la oposición movilizada como lumpen; escoria que hay que barrer de nuestras pulidas y aletargadas sociedades. Evo ha demostrado ser diferente. Con poncho o sin él, es un indígena. Se debe a la pachamama, a la cultura, a la lengua y a las gentes que la tierra va pariendo. El suyo no es el gesto apostinado de un gobernante populista. Ama a su pueblo con el corazón y con el alma porque es y se siente parte de él.
Fuente: Gara