“Iñaka Urdangarinibus, ex balonmanus atleta, amantísimus yernum Hispania rege, presuntum latrocinium est”.
Pues sí, amigos, dura es la ley pero es la ley. El intrépido juez mallorquín José Castro, a través de un extenso auto de fecha de hoy, 29 de diciembre de 2011, que yo me he permitido extractar para ustedes al comienzo de las presentes líneas (con traducción libre, eso sí, a la lengua de Cicerón ya que resulta mucho más chic y mola un montón) ha hablado por fin en nombre de la ley que él representa levantando el secreto de la Pieza Separada número veinticinco de las diligencias previas nº 2677⁄08 (Caso Palma Arena) y citando a declarar, el próximo día 6 de febrero de 2012, como imputado en la misma al duque de Palma, Iñaki Urdangarín.
Y de esas palabras escritas del juez, bien meditadas y apoyadas en una profunda y exhaustiva investigación, cabe desprender una primera y fundamental evidencia: El rey de España ya tiene oficialmente un presunto robaperas en su familia, nada menos que del nivel 15 (quince millones de euros de presunto choriceo ducal) y el resto de los españoles un compatriota de alto nivel que es todo un delincuente, un estafador, un chupóptero, un afanador… o como queramos llamarlo (también con lo de “presunto” pegado a su DNI que estamos en un Estado democrático y de derecho como muy bien nos advirtió nuestro amado líder, su real suegro, en su famoso Cuento de Navidad) que, a no dudarlo, se va a convertir a partir de hoy mismo y en las próximas semanas, meses y años, en el ingrato (para la llamada familia real, mayormente) careto de salida de todos los telediarios, informativos, tertulias y prensa digital o de papiro, de este país.
A nadie le puede caber dudas a estas alturas de que este listillo ex atleta del balón y la mano larga (supongo que los probos deportistas con representación en el museo de cera de Madrid exigirán de inmediato que les quiten de al lado semejante crac de los negocios) comienza a partir de hoy su particular vía crucis judicial, familiar y mediático, con muchas probabilidades de dar con sus huesos, a medio o largo plazo, en el puñetero trullo. Porque, a pesar de que su muy ovacionado suegro (que el martes día 27 de diciembre, en la solemne apertura de Las Cortes, y por la gracia retrechera de los diputados/palmeros del PP, estuvo a punto de batir por unos pocos segundos la marca mundial del peloteo cortesano dirigido a un jerarca político no elegido democráticamente por el pueblo que en estos momentos todavía conserva el fallecido líder norcoreano Kim Jong-il) sigue, diga lo que diga, moviendo los hilos para que el tsunami de Nóos no sólo no alcance a su niña del alma (la gentil Cristina) sino que sea detenido in extremis antes de que alcance los frágiles muros de La Zarzuela, tiene francamente difícil el escaparse de sus seguras responsabilidades ya que el descomunal jurado popular que representan los 46 millones de ciudadanos españoles (descontando los muy escasos miles que todavía se reivindican como monárquicos neandertalenses) está hasta la coronilla de corrupciones y prebendas políticas e institucionales (todavía existen periodistas cortesanos que se atreven a decir, el mismo día en el que se dio a la publicidad que el Gobierno quería congelar el mísero salario mínimo interprofesional, que el sueldo del rey es francamente moderado y los gastos de la corona de los más bajos de Europa) y no va a dudar a la hora de pedir, por el medio que sea, que se cumpla la ley a rajatabla.
Por cierto, en relación con lo que acabo de decir del cumplimiento a rajatabla de la ley en referencia al caso Urdangarín, y de los gastos que conlleva el mantenimiento de la obsoleta monarquía española, voy a permitirme, porque seguro que lo agradecerá el lector, hacer sendas y oportunas consideraciones ad hoc:
1ª.- Después de los primeros presuntos chorizos que son llamados a declarar, siempre van los segundos, y los terceros, y los cuartos… y más en estos casos de corrupción política y de alto nivel, en incremento exponencial en España, donde, efectivamente, son muchos los que desfilan ante la justicia, pero también muchos los que deberían hacerlo a corto plazo e intentan zafarse de ello por cualquier medio. Y en el archifamoso caso de asquerosa corrupción real que nos ocupa, con el yernísimo Urdanga de cabeza de cartel, después del interfecto en cuestión debería acercarse por el Juzgado de Instrucción nº 3 de Palma, con todos los honores que le correspondan por su alto linaje borbónido, la infanta Cristina, su dulce enamorada y copropietaria de una de las empresas testaferro que ambos usaban como tapadera de sus devaneos fiscales. Infanta de España que, según algunas plumas de alquiler a sueldo de la desnortada Zarzuela de nuestros días, parece ser no sabía nada, ejercía de tonta útil en los negocios de su señor marido, no se enteraba de que en día vivía e, incluso, nunca llegó a preguntar de donde coño (esto último lo digo yo ¡eh! que ella es muy fina) habían salido los nueve millones de euroncetes que habían costado el palacete de Pedralbes adonde ella, ya digo sin preguntar nada a nadie (parece ser que a una amiga del alma sí le contó que la susodicha chabola barcelonesa le había tocado a su amado Iñaki en la bonoloto), se trasladó con sus hijos dando gritos de alegría y gracias a Dios por lo suertudo que le había salido su Iñaki del alma.
O sea, hablando en plata, juez Castro, sin que uno quiera inmiscuirse en lo que hace o no hace su señoría: Lo de la infantita tonta (que tal vez lo sea, pero en absoluto cambia sus responsabilidades) no se lo crea. Aquí, como dijo la cara regia parlante televisiva del 24 de diciembre, la justicia es igual para todos. Y si hacemos caso a nuestro anciano rey, que de esto sabe mucho porque es inviolable e irresponsable, después de que el tal Urdanga le cuente el próximo día 6 de Febrero del año que viene los entresijos de su peculiar ingeniería altruista empresarial, lo lógico y prudente sería que su compañera de cama y de Aizoon se pasara también por su Juzgado, como imputada, por supuesto, a explicarle como se las arreglaba para no enterarse de nada, incluso de lo que firmaba con el antetítulo de Alteza y séptima heredera al trono de España ¡Toma ya!
2º.- Estoy harto, pero harto, harto, de oír por ahí a periodistas de medio pelo y tertulianos subvencionados de toda laya, desde el minuto uno en el que la llamada Casa Real sacó a relucir las cuentecitas zarzueleras del pequeño capitán, que la monarquía española es de las más baratas de Europa y del mundo, solo sobrepasada en austeridad por Luxemburgo. Esto es, desde luego, una falacia que no se sostiene, una estupidez, una mentira y un peloteo asqueroso, digno sucesor del vomitivo aplauso de los diputados/culones del martes pasado en el Congreso de los Diputados.
Los 8,43 millones de euros que recibe La Zarzuela para los gastos de la corona, y que su majestad serenísima distribuye a su criterio como si repartiera caramelos a sus hijos y demás parentela regia, sólo representan la punta del iceberg, la calderilla, las perrillas de bolsillo de unos cuantiosísimos gastos de todo tipo que la Casa Real española carga sin ningún rubor en las cuentas del Estado. Esa calderilla (perdón por la broma en una situación como la que están viviendo en estos momentos millones de familias españolas) apenas llega al 1,5 % del monto total que nos cuesta en estos momentos la monarquía a todos los españoles. El 98,5 % restante del total de unos 600 millones de euros (100.000 millones de pesetas) lo pagan con cargo a sus presupuestos anuales los ministerios de Defensa, Interior, Patrimonio Nacional y Fondos reservados (sí, sí, fondos reservados de los que siempre ha tirado nuestro amado y anciano monarca, ahora bastante menos que hace unos años porque no está el hombre para muchos trotes).
Baste una sola cifra de que la que pueden ustedes estar seguros: El Regimiento de la Guardia Real, una unidad protocolaria sin ningún valor operativo, que fue un capricho del rey Juan Carlos I que quería rememorar el boato regio del reinado de Alfonso XII, con sus alabarderos, sus jinetes de gala, sus tiros de caballos, sus carrozas…, le cuesta al ministerio de Defensa más de 80 millones de euros, una cifra que nunca reconocerá oficialmente el citado departamento. Y a ese monumental gasto del ministerio de Defensa hay que sumar las partidas de seguridad, que paga Interior, y los viajes por todo el mundo de la familia real al completo, que paga Exteriores, y las fabulosa cifra a la que llega el mantenimiento de palacios, fincas, yates, flota de vehículos de representación…etc, etc. Y las pagas y demás emolumentos de las quinientas personas que trabajan en La Zarzuela. Y gastos y más gastos de los que este historiador tiene puntual referencia porque se ha molestado en investigarlos y que se acercan, repito, a la citada cifra de los 600 millones de euros. Que no es ninguna broma.
O sea que de monarquía española baratita, nada de nada. Cara y bien cara, amigos. Y para terminar estas líneas, porque con esto del presunto Urdanga se me ha ido el golfo al cielo, lanzo al personal una pregunta asaz ingenua: Si el rey Juan Carlos cobra apenas 200.000 euros anuales, quizá hace unos años un poco menos ¿Como ha podido amasar en treinta y cinco años la fortunita que revistas internacionales tan prestigiosas como Forbes o Eurobussines dicen que tiene: 1.790 millones de euros (300.000 millones de las antiguas pesetas)? ¡Ah, misterios del arcano patrio! A mí que me registren…