Pan car­ta- Alva­ro Reizabal

Ami­go que­ri­do: Hace ya más de vein­ti­cin­co años que me detu­vie­ron y aquí sigo, solo en esta cel­da oscu­ra y húme­da, sabo­rean­do las mie­les del ais­la­mien­to a que nos some­ten con la excu­sa de nues­tra peli­gro­si­dad, del pri­mer gra­do, de que esta­mos en el fiche­ro FIES y demás excu­sas para ocul­tar nues­tro carác­ter de rehe­nes y de que nos jode­rán sin pie­dad inten­tan­do que hin­que­mos la rodilla.

Hoy en día todos los ciu­da­da­nos tie­nen coar­ta­da su liber­tad por algo, llá­me­se hipo­te­ca, cri­sis, paro o con­trol, pero en el caso de los pre­sos nues­tra situa­ción es tal que ha sido cali­fi­ca­da legal­men­te como espe­cial situa­ción de depen­den­cia res­pec­to del Esta­do, eufe­mis­mo que uti­li­zan para sub­ra­yar que esta­mos en sus manos. Hemos teni­do que oír de boca del Bor­bón que todos somos igua­les ante la ley, pero no cabe duda de que algu­nos son muchí­si­mo mas igua­les que otros. Te rela­ta­ré algu­nos boto­nes de muestra.

En este cuar­to de siglo de cau­ti­ve­rio mi inti­mi­dad no se ha res­pe­ta­do jamás. Si lla­mo por telé­fono gra­ban las con­ver­sa­cio­nes, si escri­bo una car­ta ten­go inter­ve­ni­das las comu­ni­ca­cio­nes, por lo que la abren y la leen con todas las ben­di­cio­nes lega­les. Las rela­cio­nes ínti­mas, cuan­do las auto­ri­zan, son una vez al mes y duran­te dos horas, y de ínti­mas, nada. Mi hijo solo me cono­ce en la cár­cel, sin que has­ta que fue mayor pudie­ra enten­der por qué yo no iba a casa con él, con ellos, como los padres de los demás niños. Hace un año murió mi madre, a la que no veía hace mucho, pues por su esta­do de salud, no podía via­jar has­ta aquí, sin que tam­po­co se me auto­ri­za­ra a ir a ver­la en los últi­mos momen­tos, ni siquie­ra des­pués de muerta.

En pri­sión es duro vivir, pero se con­vier­te en un acto heroi­co cuan­do falla la salud, algo que cada vez nos ocu­rre más, pues ya pasa­ron los tiem­pos en que éra­mos cha­va­les. Cual­quier com­pli­ca­ción que pre­ci­se prue­bas en cen­tro hos­pi­ta­la­rio se retra­sa tiem­po y tiem­po, y en algu­nos casos, para cuan­do se lle­van a cabo ya es dema­sia­do tar­de, así que al pro­ble­ma físi­co hay que aña­dir­le la comi­da de tarro pen­san­do que pue­des tener algo gra­ve y que te vas a morir aquí sin que te hagan ni puto caso. Y si de comer­se el coco habla­mos, tam­po­co hay que olvi­dar la preo­cu­pa­ción por los via­jes de nues­tros fami­lia­res y ami­gos cada vez que nos visi­tan. Los estu­dios tuve que dejar­los por­que eran en eus­ke­ra y nos prohi­bie­ron matri­cu­lar­nos en la UPV…

Y, por si todo esto fue­ra poco, ten­dría que haber esta­do en liber­tad hace ya muchos años, pero cuan­do había cum­pli­do la con­de­na con arre­glo a la nor­ma­ti­va vigen­te antes de dete­ner­me, me comu­ni­ca­ron que los tri­bu­na­les, en su gene­ro­sa inter­pre­ta­ción de las leyes, me obse­quia­ban con diez años de pro­pi­na, que aho­ra me estoy comien­do. Así que hay que aca­bar con este tor­men­to. Con­fia­mos en vues­tra capa­ci­dad de lucha para sacar­nos de estas maz­mo­rras. Un abra­zo. Eus­kal pre­soak askatu!».

Puer­to de San­ta María, a 24 de diciem­bre de 2011.

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