Desde el pasado verano se vienen sucediendo los acontecimientos que sitúan a Irán en el centro de una estrategia que pone al país a las puertas de un peligroso escenario bélico, e incluso ante una posible agresión militar por parte de Estados Unidos e Israel. Durante estos meses la mayoría de acusaciones contra Irán han estado basadas en hechos e informaciones que con el paso del tiempo se han demostrado falsas, pero que han servido para atacar dialécticamente o con sanciones a aquel país.
Primero fue el supuesto complot iraní para acabar con la vida del embajador saudí en EEUU (más propio de una tragicomedia de Hollywood), posteriormente fueron las acusaciones de que Teherán estaba detrás de las protestas populares en Bahrein (un posterior informe del propio gobierno local desmentiría esa teoría), recientemente el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) publicó un informe que ha servido de excusa para que tanto EEUU como Gran Bretaña intensifiquen su campaña de sanciones económicas y diplomáticas contra Irán.
Posteriormente el asalto a la embajada británica en Teherán ha provocado la expulsión de los diplomáticos iraníes en Gran Bretaña, al tiempo algunas noticias sin confirmar apuntaban a dos importantes explosiones en la ciudad de Isfahan, que supuestamente habrían afectado a las instalaciones nucleares próximas a esa ciudad iraní.
La última excusa que han utilizado Washington y sus aliados ha sido el informe de la OIEA sobre el programa nuclear iraní. Importantes expertos y analistas de todo el mundo han puesto en entredicho dicho informe, alegando que el sustento del mismo se ha basado en informaciones procedentes de algunos servicios secretos de países nada cercanos al régimen de Teherán. Además, algunas fotografías aportadas son de principio de la actual década, o se hace mención a un programa sobre misiles que Irán ha abandonado hace años, o se intenta vincular al programa nuclear a un especialista ucraniano que trabajó en el país en los años noventa.
Como señalan esas fuentes, la mayor parte del informe hace referencia a actividades anteriores a 2003, obviando lo que la propia inteligencia norteamericana reconoció en 2007, que el programa nuclear iraní ha «sido pacífico desde 2003» y ocultando intencionadamente la colaboración que el gobierno iraní ha estado manteniendo con la citada agencia. Todo hace indicar que la OIEA no ha contrastado la información suministrada por algunos gobiernos (desinformación le llaman algunos), pero su informe ha servido para aumentar la presión en torno a Irán a través de sanciones (lo que algunos definen como una verdadera guerra económica)
EEUU ha aprovechado con rapidez esta nueva coyuntura. Las presiones de los llamados halcones de la política exterior estadounidense, y del propio Congreso, junto a las elecciones presidenciales del próximo año, han contribuido a que la administración de Obama se decante por un nuevo paquete de medidas sancionadoras contra Irán. El hecho de que en esta ocasión se haga hincapié en un supuesto rechazo del crudo y gas iraní puede poner en una complicada situación a terceros países, aliados de EEUU pero que dependen del suministro iraní (en Europa, Grecia, Italia y el estado español, y en Asia, Japón, Corea del sur o India, además del gas iraní que compra Turquía). Y todo ello sin olvidar que China mantiene importantes acuerdos comerciales con Teherán.
No ha tardado mucho tiempo Londres en sumarse a ese guión contra Irán. Las sanciones financieras bajo la excusa del informe de la OIEA han sido el detonante de los acontecimientos posteriores que han traído consigo el cierre de su embajada en Teherán y la expulsión de todos los diplomáticos iraníes del Reino Unido. Las posteriores manifestaciones en Irán, asalto a la embajada incluido, hay que enmarcarlas en ese contexto y en una historia de enfrentamientos y desconfianzas entre ambos países. La población iraní no olvida el papel que jugó Londres en su día «en el golpe de estado contra Mohammed Mosaddeq y todos los crímenes del viejo colonialismo británico contra Irán».
Por ello son muchos los que ven en estas maniobras un evidente intento de «cambio de régimen», más todavía al hilo de lo que ha acontecido en Libia, o lo que están intentado repetir en Siria. No obstante, la mayoría de analistas coinciden en apuntar que la situación no es la misma en Irán y difícilmente se podrá repetir el citado guión. Al contrario, son cada vez más las voces que apuntan a que esta campaña de aislamiento contra Teherán está encaminada a incrementar la «iranofobia», como previo paso para otro tipo de actuaciones contra el país.
La campaña de guerra psicológica y bélica contra Irán está en marcha. Por un lado está la parte más visible y retórica, con ataques y acusaciones públicas y sobre todo con una constante amenaza de pasar de las palabras a los hechos. Pero por otro lado está la guerra encubierta o sucia que llevan practicando desde hace tiempo EEUU e Israel contra Teherán. Sabotajes industriales, guerra cibernética o eliminación física de personalidades iraníes ligadas al programa nuclear o al aparato militar son algunos aspectos de esa estrategia.
Si bien la respuesta de Irán está siendo comedida, evitando una escalada bélica o una respuesta que sirva de excusa a una posterior agresión a mayor escala, ello no ha evitado que el gobierno iraní haya desmantelado estos meses una importante red de espías que trabajaban para EEUU, lo que ha supuesto a su vez un duro golpe para la CIA en el país y en la región. Los dirigentes iraníes barajan varios posibles escenarios en torno a una agresión militar por parte de EEUU. Una ataque aéreo a gran escala, seguido de una operación masiva terrestre; una agresión limitada para forzar a Irán a unas negociaciones a la baja; o una guerra encubierta para debilitar la capacidad operativa militar iraní. El tercer escenario (una guerra de inteligencia) es el que barajan en Teherán, donde la orquestación de una guerra psicológica buscaría «arrebatar algunas de las cartas que a día de hoy tiene Irán» en una hipotética futura negociación.
También en los despachos norteamericanos llevan tiempo analizando las consecuencias de una agresión militar contra Irán, y la mayoría de los asesores de la administración coinciden en resaltar que un ataque israelí «serían diez veces peor» que uno de EEUU. Las hipotéticas respuestas de Irán inquietan en Washington, donde barajan todo un abanico de escenarios. Un ataque iraní contra instalaciones petrolíferas de Arabia Saudí (unido a un levantamiento chiíta en la zona), bajo el pretexto de que Israel habría usado el espacio aéreo saudí apara el ataque; ataques contra territorio israelí y contra instalaciones militares, creando un clima de inseguridad en Israel; convertir Iraq y Afganistán en un polvorín, con las dramáticas consecuencias que ello traería para las fuerzas occidentales, son algunas de las hipótesis que preocupan sobremanera a los impulsores del actual guión contra Irán.
El escenario internacional está moviéndose en torno a estas hipótesis. El dominio regional tiene muchos pretendientes (Irán, Arabia Saudí, Turquía o Egipto) y las alianzas en ese contexto son evidentes. El pulso que Irán mantiene con EEUU, Israel y Arabia Saudí se presenta en diferentes lugares, desde Siria, al Líbano, pasando por Iraq o Afganistán. La excusa actual, en torno a la capacidad nuclear de Irán, se caería por sí misma, sobre todo si vemos el doble rasero ante Israel (no ha firmado el tratado de no ‑proliferación de armas nucleares, impide cualquier inspección internacional, y su capacidad cuantitativa es mucho mayor y más peligrosa).
La caída de Siria debilitaría a Irán, que perdería un aliado estratégico, y los sabotajes y la guerra sucia buscarían una mayor vulnerabilidad de Teherán ante la configuración del nuevo panorama regional. En un reciente informe, se señalaba que EEUU tiene tres opciones: aceptar el programa nuclear iraní, intentar un acuerdo sobre el uso pacífico del mismo, o una acción bélica. Probablemente de los tres éste sea el que tenga las consecuencias más terribles e impredecibles, y por ello sería la opción a evitar. No obstante, la sombra bélica sigue planeando sobre Irán, conforme a un guión elaborado hace tiempo en Washington o Tel Aviv.
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN) /La Haine