Euskal iheslari politikoen adierazpena
En el Elkartasuna Eguna, celebrado hoy en Larresoro y que ha reunido a un millar de personas, los refugiados han mostrado el total compromiso de este colectivo con «el nuevo camino emprendido» en Euskal Herria.
«Que nadie tenga jamás la menor duda», enfatizaron en un texto leído por un portavoz que, en la tarima, se encontraba acompañado de cerca de unos 70 compañeros y compañeras.
Los refugiados han resaltado que la ciudadanía ha tomado como «un desafío que no se puede posponer» la vuelta a casa de los represaliados.
Así lo entienden también ellos, por lo que, según el comunicado leído en el acto de Larresoro, este colectivo dirigirá su actividad a ese objetivo, «siempre con el ánimo de alimentar el proceso de solución integral y avanzar lo más posible».
Son solo diez de las cientos de personas que integran el colectivo de exiliados vascos, pero sus testimonios y trayectorias vitales sirven para ilustrar una realidad marcada por la injusticia y la represión. Este diario ha mantenido un encuentro con Lourdes Mendinueta, Xabier Arin, Jokin Aranalde, Jaione Dorai, Itziar Imaz, Ibai Peña, Eloi Uriarte, Jon Irazola, Xabi Ezkerra y Mikel Petuya para conocer, de primera mano, la opinión de los refugiados respecto al nuevo tiempo político abierto en Euskal Herria y al papel que está dispuesto a jugar este colectivo en el proceso de resolución.
El elemento principal que caracteriza a la decena de personas reunidas en el puerto de Sokoa es que se trata de un grupo muy heterogéneo. Entre ellas hay gente que tuvo que abandonar su localidad natal cuando Francisco Franco todavía vivía; está el caso de varios jóvenes que optaron por huir cuando, desde la Audiencia Nacional española, se dio inicio hace unos pocos años a las redadas contra miembros de organizaciones juveniles independentistas; hay militantes veteranos que han pasado por la cárcel y también quienes han tenido que buscar refugio en países muy diversos y distantes; algunas de ellas tienen su situación regularizada, trabajan y cotizan a la Seguridad Social, mientras otras no cuentan ni con el más mínimo documento legal; hay mujeres, veinteañeros, personas de edad ya avanzada…
Esa diversidad, según explican, es extensible al conjunto del colectivo de exiliados. «La pluralidad del colectivo viene marcada por la propia represión. La persecución que han venido desarrollando los estados español y francés contra los vascos en las últimas décadas ha ido generando más y más exiliados. No ha existido pausa alguna; es un fenómeno que se ha venido sucediendo ininterrumpidamente como consecuencia de la batería de medidas que los estados han ido adoptando con el paso de los años».
Recuerdan que ya en los 60 «el Estado español nos dio leña» y que «desde siempre, de una forma u otra, los dos estados han trabajado codo con codo» contra ellos. Unas veces haciendo uso de las vías diplomáticas -«como en el 82, cuando Felipe González llega a La Moncloa e intenta incidir en las autoridades francesas respecto a su actitud con los refugiados que residíamos en Ipar Euskal Herria»-, y otras por medios mucho más drásticos y que poco tuvieron que ver con la legalidad: la guerra sucia. «Los GAL consiguieron hacer cambiar la actitud del Gobierno francés», afirma uno de ellos.
La deportación
La puesta en marcha de una medida como la deportación, entre los años 83 y 86, supone otro punto de inflexión en esa caracterización tan diversa del colectivo. Nace la figura del deportado vasco, que era enviado a un tercer país. «Generalmente, se trataba de países que habían dejado atrás recientemente su etapa como colonia», precisan los refugiados, que enumeran acto seguido destinos como Cabo Verde, Sao Tomé, Togo, Panamá, Venezuela, Santo Domingo…
«A esos militantes se les da un estatuto que no existe, lo que supone una decisión que no se sostiene jurídicamente. Y la arbitrariedad con la que es aplicada acarrea un problema humano», resalta uno de los interlocutores. Además de la dispersión de militantes «por todo el mundo», la deportación ha conllevado otra consecuencia: «Ha conseguido cambiar a las personas y, en muchos casos, convertirlas en víctimas». En ese sentido, reconocen que la deportación «ha cumplido sus objetivos. Es duro decirlo, pero es así».
¿Y cuál sería la forma de solucionar su situación? La respuesta es clara y firme: «Para nuestro colectivo es una cuestión prioritaria que los deportados puedan regresar a Euskal Herria. Pero eso no puede caer sobre nuestras espaldas; debe solucionarlo quien lo generó, y ahí la responsabilidad máxima es de las autoridades francesas. Eso no quiere decir que, en lo que a nosotros concierne, no vayamos a dar ningún paso».
Hacen hincapié en que las decisiones sobre la situación del conjunto de los exiliados serán colectivas, pero también apuntan que cada caso deberá tener un tratamiento jurídico y personalizado.