Decla­ra­ción Públi­ca FARC-EP

Escri­to por Secre­ta­ria­do de las FARC-EP
Declaración Pública FARC-EPEs abso­lu­ta­men­te fal­so que las FARC-EP haya­mos empren­di­do algún tipo de cam­pa­ña terro­ris­ta. Nada más lejano de nues­tras con­vic­cio­nes que las accio­nes indis­cri­mi­na­das con­tra la pobla­ción civil. Nues­tros úni­cos obje­ti­vos mili­ta­res son las fuer­zas arma­das del Esta­do colom­biano y las ban­das cri­mi­na­les a su ser­vi­cio. Ellas tie­nen a su car­go la gue­rra y son por tan­to nues­tro blanco.
En el recien­te asal­to al cerro de San­ta­na en el Cau­ca, los inte­gran­tes de la Poli­cía Nacio­nal encar­ga­dos de la segu­ri­dad de las ins­ta­la­cio­nes, empren­die­ron la hui­da al reco­no­cer la supe­rio­ri­dad de la fuer­za gue­rri­lle­ra. Ese com­por­ta­mien­to habi­tual, obli­ga a la insur­gen­cia a pene­trar a los pobla­dos a fin de gol­pear­los.

Allí, rodea­dos de la pobla­ción que usan como escu­do, y res­guar­da­dos por las tro­pas del Ejér­ci­to que patru­llan los alre­de­do­res, sien­ten que nin­gún bra­zo jus­ti­cie­ro pue­de alcan­zar­los. La acti­vi­dad de inte­li­gen­cia que les per­mi­te, según se ufa­nan, dar de baja a un alto núme­ro de insur­gen­tes o ence­rrar en pri­sión miles de lucha­do­res socia­les, no les pare­ce repro­cha­ble ni criminal.

El gra­do des­pro­por­cio­na­do de vio­len­cia y horror que hace llo­rar de ale­gría a San­tos cuan­do pro­du­ce la muer­te de revo­lu­cio­na­rios y demó­cra­tas, no mere­ce nin­gún tipo de res­pues­ta por par­te del pue­blo indig­na­do. Los amos del capi­tal y de la tie­rra, su apa­ra­to de terror y sus apo­yos extran­je­ros se nie­gan a admi­tir que su acti­tud ase­si­na es la úni­ca cau­san­te de esta guerra.

Gue­rra que pue­de ser regu­la­ri­za­da con acuer­dos de can­je de pri­sio­ne­ros y de con­duc­tas con la pobla­ción no com­ba­tien­te y los com­ba­tien­tes heri­dos o cap­tu­ra­dos. Y que pue­de ser ter­mi­na­da con una sali­da dia­lo­ga­da, polí­ti­ca, sin impo­si­cio­nes arro­gan­tes, que atien­da a la solu­ción de las cau­sas ori­gi­na­rias del con­flic­to. Con ame­na­zas y calum­nias no vamos a nin­gu­na parte.

Las cons­truc­cio­nes mediá­ti­cas repe­ti­das miles de veces por las cade­nas de radio, tele­vi­sión y la gran pren­sa escri­ta, apun­tan a des­vir­tuar la natu­ra­le­za polí­ti­ca y social de nues­tra lucha ante un pue­blo que sufre las gra­ves con­se­cuen­cias de las polí­ti­cas eco­nó­mi­cas, socia­les y mili­ta­res de cor­te neo­li­be­ral desa­rro­lla­das por la actual administración.

Ellas reve­lan el mie­do del Esta­ble­ci­mien­to al esta­lli­do social por los cam­bios, la paz, el diá­lo­go y la demo­cra­cia. Colom­bia no es el país más feliz del mun­do que pre­ten­den hacer­nos creer a todos des­de las altu­ras del poder. Aquí hay gran­des masas incon­for­mes, millo­nes de seres que espe­ran un futu­ro mejor y que no tar­da­rán en sacu­dir los pila­res de este podri­do régimen.

Secre­ta­ria­do del Esta­do Mayor Cen­tral de las FARC-EP
Mon­ta­ñas de Colom­bia, 6 de febre­ro de 2012.

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