Hemos estado meses oyendo que España estaba intervenida por los mercados o que vivía de rodillas cumpliendo lo ordenado por Merkel y Sarkozy y que de ahí venían los recortes que iba haciendo el gobierno Zapatero. Todo eso se iba a acabar cuando el PP ganara las elecciones. Rajoy desataba la hilaridad de algunos ciudadanos que le oían decir «iré a Europa y exigiré», en tanto que otros muchos millones, le creían y, lo que es peor, le votaban, convencidos de que con la llegada a la Moncloa del siseante registrador de la propiedad ajena iba a ocurrir el milagro: la sola presencia de la derecha en el poder tranquilizaría a los mercados, la marca España iba a resucitar como por ensalmo y el paro a invertir su tendencia.
Pero Rajoy ya es presidente y las cosas, lejos de cambiar, siguen en la misma senda de los recortes, pero ahora mucho mas duros. A la subida de impuestos que nunca iba a hacer, pero hizo a los quince días, hay que añadir una reforma laboral que llevan en sepulcral silencio, pero que quien la conoce mejor que nadie, o sea Rajoy, ya presume que va a ser de tal calado que va a costarle una huelga general.
Y eso que sabe que, tal como esta el panorama, los sindicatos de obediencia estatal le comen de la mano. Cuando escribo estas líneas aún no se ha publicado el contenido de la reforma, pero la prensa afín ya le prepara el terreno. Y así, el periódico de Pedro J. publicaba una encuesta encargada a «Sigma Dos» y abría portada con un titular que no deja lugar a dudas sobre la que saben que viene: «El 65% de parados aceptaría un contrato con 20 días de despido». En páginas interiores se completan los resultados de la encuesta realizada solo entre parados, y se dice que el 63% de los desempleados menores de 30 años aceptaría los minijobs y el 56% trabajo a jornada completa con salario inferior al mínimo interprofesional. Un editorial que interpreta los datos afirma que los parados hacen gala de más sentido común que quienes se oponen a la nueva esclavitud. El raciocinio y la conclusión son repugnantes, porque es como si a quien está muerto de hambre le preguntan si prefiere comer una vez al día o ninguna. El instinto de supervivencia le hará contestar que una, pero de ahí a concluir que los hambrientos aceptan de buen grado comer solo una vez, va un largo trecho.
Y mientras a la mayoría le amenaza la precariedad, a otros les sonríe el pluriempleo. Es el caso del lehendakari López, que aunque no acabó ni primero de ingeniería, lo está haciendo tan bien en su cargo, que le han dado otro, nada menos que en la Ejecutiva de su partido español, como responsable de relaciones políticas, traje a medida confeccionado para él.
Es más que probable que el nuevo enchufe sea retribuido económicamente, pero si no es así, lo será en especie, porque ya se rumorea que el okupa de Coscojales se ha subido al trampolín del salto a la fama de Madrid, que es lo que este Delfín anhela. ¡Que se vaya!