Hoy Alber­tia aco­ge­rá a Blan­ki- Ando­ni Cabello

Guar­do para siem­pre en mi memo­ria la ima­gen de su peque­ña figu­ra al des­pe­dir­se al otro lado del cris­tal, con el puño en alto y su incon­fun­di­ble sonrisa.

Des­pués de que su cora­zón deja­ra de latir, hoy Blan­ki repo­sa­rá en el rega­zo de la Madre Tie­rra. En esa her­mo­sa fal­da de Alber­tia, jun­to a su que­ri­do hijo Iñaki.

Esas coli­nas, lade­ras y trin­che­ras fue­ron el bas­tión uti­li­za­do por los bata­llo­nes del Ejér­ci­to Vas­co en la gue­rra del 37 para fre­nar a los fran­quis­tas en la bata­lla de Legu­tio. Pre­ci­sa­men­te por ese sig­ni­fi­ca­do sim­bó­li­co se eli­gió ese para­je como últi­mo lugar de des­can­so para nues­tro Iñaki.

Des­de ahí se ven cla­ra­men­te todos los rin­co­nes de nues­tro peque­ño valle: Ota­lo­ra y la sie­rra Erro­ba hacia el sur; el arro­yo Bagoe­ta aca­ri­cian­do Gal­tza­rra y Latxe; las cam­pas de Zal­dua, Zabal­ga­na y Ange­lu, hoy con­ver­ti­das en polí­gono indus­trial. Y en medio de ese cua­dro, Urbi­na. Nues­tro Urbi­na. Ahí repo­sa­rán los dos jun­tos para siem­pre, la madre jun­to al hijo, recor­dán­do­nos a todos que en el mun­do hay per­so­nas ejem­pla­res dis­pues­tas a dar­lo todo por la libertad.

Blan­ki ha teni­do una muer­te dura, como su vida. Ter­mi­na­dos el des­tie­rro y la gue­rra, al comien­zo de la dic­ta­du­ra for­mó una fami­lia, parió a sie­te hijos que sacó ade­lan­te con difi­cul­ta­des, aten­dió su nego­cio… Podría­mos decir que vivía unos años feli­ces si la repre­sión que pade­cía Eus­kal Herria no la hubie­ra gol­pea­do direc­ta y bru­tal­men­te aquel 3 de mar­zo de 1976, cuan­do la Poli­cía hirió a tiros a su hijo Josu. Des­pués lle­ga­rían las deten­cio­nes de sus hijos, el encar­ce­la­mien­to de Josu, la fuga y la muer­te de Iñaki…

Por si la dic­ta­du­ra no hubie­ra sido sufi­cien­te, tam­bién sufrió en car­ne pro­pia la repre­sión de esta supues­ta demo­cra­cia. El apo­yo que dio al camino toma­do por sus hijos lo pagó caro en el ámbi­to per­so­nal, tam­bién físi­ca­men­te. Obli­ga­da a reco­rrer miles de kiló­me­tros de cár­cel en cár­cel, par­ti­ci­pó en cien­tos de encar­te­la­das y mani­fes­ta­cio­nes, su casa y ella mis­ma fue­ron ata­ca­das, en varias oca­sio­nes gol­pea­da e insul­ta­da por los poli­cías… Pero jamás pudie­ron doble­gar a esa peque­ña mujer.

Duran­te estos últi­mos 21 años ape­nas me per­mi­tie­ron comu­ni­car con ella duran­te una bre­ve tem­po­ra­da, entre 2004 y 2008. A par­tir de enton­ces, alguien des­de algún des­pa­cho deci­dió que sus visi­tas eran per­ni­cio­sas para mí y nos prohi­bie­ron ver­nos. Guar­do para siem­pre en mi memo­ria la ima­gen de su peque­ña figu­ra al des­pe­dir­se al otro lado del cris­tal, con el puño en alto y su incon­fun­di­ble son­ri­sa. Hace unos meses vol­vi­mos a inten­tar­lo, pero la cár­cel reno­vó la prohi­bi­ción por ser diri­gen­te del MLNV y por la influen­cia que sus con­sig­nas pudie­ran tener sobre mi per­so­na. Glo­ri, su hija mayor, me hizo lle­gar su últi­mo reca­do. Decía que ya esta­ba per­dien­do la cabe­za, y no pudi­mos evi­tar reír­nos de ello. Y es que si algo tuvo en per­fec­to esta­do casi has­ta su final, fue su mente.

Sabía muy bien quién era, su ori­gen, qué habían hecho con ella y con sus hijos, quié­nes eran sus ami­gos y quié­nes sus enemi­gos. Ella ni per­do­nó ni olvi­dó, como nin­gu­na madre podrá nun­ca per­do­nar a quien le arran­có a la fuer­za lo que más quiere.

Blan­ki fue una mujer peque­ña con un inmen­so cora­zón. Tra­ba­ja­do­ra incan­sa­ble, soli­da­ria, de fuer­te genio y a veces tes­ta­ru­da y cas­ca­rra­bias. Una madre que deja huér­fa­nos a Ramón, Fer­nan­do, Glo­ri, Jabi, Juli­ta y Josu, pero tam­bién a muchos aber­tza­les, a los pre­sos que visi­tó, a los fami­lia­res con quie­nes com­par­tió las encar­te­la­das de los vier­nes en Gas­teiz, a quie­nes pasa­ron por su casa y siem­pre la encon­tra­ron abier­ta. A pesar de dejar­nos huér­fa­nos, Blan­ki segui­rá vivien­do en los cora­zo­nes de quie­nes com­par­ti­mos camino jun­to a ella. Y su peque­ña figu­ra engran­de­ce ya la his­to­ria de la lucha por la libe­ra­ción de Eus­kal Herria.

Agur eta oho­re, Blan­ki maitea,/Agur, Urbi­na­ko lorea./ Gora Blanki/​Gora Iñaki/​Gora Eus­kal Herria ta Askatasuna

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