Libia, don­de la pri­ma­ve­ra ára­be pasó de lar­go- Iña­ki Urrestarazu

Lo que ha suce­di­do en Libia no ha sido, para nada, un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio, ni una revo­lu­ción demo­crá­ti­ca, ni mucho menos una revo­lu­ción socia­lis­ta o una recon­duc­ción de un socia­lis­mo, el del refor­ma­dor nas­se­ris­ta Gada­fi, que se habría buro­cra­ti­za­do, per­so­na­li­za­do y con­ver­ti­do en repre­sor, hacia unas estruc­tu­ras más libres, más par­ti­ci­pa­ti­vas y más igua­li­ta­rias, que sería lo suyo en Libia. Ni siquie­ra ha sido una revo­lu­ción libia. En abso­lu­to. Todo lo contrario.

Ha sido un pro­ce­so diri­gi­do des­de un prin­ci­pio por las cri­mi­na­les poten­cias occi­den­ta­les y las monar­quías petro­le­ras del Gol­fo, de la mano de los EEUU, y con la cola­bo­ra­ción, a nivel local, de los que han sido sus alia­dos, los sec­to­res isla­mis­tas más reac­cio­na­rios, dere­cho­sos y ultras de Libia, muy loca­li­za­dos, por otra par­te, en la zona de Bengha­zi, en la región noro­rien­tal, en Cirenaica.

Y des­de lue­go, ni los obje­ti­vos del impe­ria­lis­mo ni de estos sec­to­res isla­mis­tas ultras, waha­dis­tas, sala­fis­tas, Her­ma­nos musul­ma­nes y Al Qae­da, eran la liber­tad, los dere­chos huma­nos, las mejo­ras socia­les, y menos la igual­dad. El obje­ti­vo era derro­car a Gada­fi, derro­car su régi­men ‑y lo de menos era que fue­ra o no un tirano- por­que era un obs­tácu­lo para los intere­ses eco­nó­mi­cos y geo­es­trá­te­gi­cos de las poten­cias occi­den­ta­les y por­que tam­bién el esta­do lai­co y socia­li­zan­te de Gada­fi era un obs­tácu­lo para la crea­ción de un esta­do isla­mis­ta sec­ta­rio, basa­do en la Sha­ria y en el nego­cio, en la pro­pie­dad pri­va­da, en el mer­ca­do y en la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta de sus gran­des recur­sos. En el caso de estos sec­to­res isla­mis­tas, se tra­ta­ba de una lucha por el poder, por cam­biar de régi­men, y no en una lucha por las liber­ta­des, que no era más que la coartada.

De hecho, el isla­mis­mo ultra­rra­di­cal ya inten­tó matar a Gada­fi en 1995 y crear un esta­do isla­mis­ta cerra­do, pero no pudo. Según las reve­la­cio­nes del que era ofi­cial del MI5 ‑el ser­vi­cio bri­tá­ni­co de con­tra­es­pio­na­je- David Shay­ler, los ser­vi­cios de inte­li­gen­cia bri­tá­ni­cos del MI6 paga­ron a unos mer­ce­na­rios isla­mis­tas para matar a Gada­fi y fomen­ta­ron una impor­tan­te insu­rrec­ción en el nores­te de Libia con la cola­bo­ra­ción del deno­mi­na­do Gru­po Islá­mi­co Com­ba­tien­te de Libia (GICL), prác­ti­ca­men­te en la mis­ma zona don­de ha sur­gi­do la actual suble­va­ción, con la inten­ción de hacer caer Libia en el caos y las gue­rras tri­ba­les, lo cual ser­vi­ría de pre­tex­to para inva­dir el país y apo­de­rar­se de sus cam­pos petro­lí­fe­ros. La cues­tión fue que Gada­fi aplas­tó aque­lla revuel­ta con un núme­ro con­si­de­ra­ble de muer­tos. El agen­te David Shay­ler aban­do­nó los ser­vi­cios secre­tos bri­tá­ni­cos, tuvo que exi­liar­se del país y publi­có un libro infor­man­do sobre los hechos, que fue prohi­bi­do en Gran Bretaña.

Fren­te a la bru­tal matan­za per­pe­tra­da en Libia por la OTAN, con 150.000 muer­tos y 300.000 heri­dos, y la des­truc­ción del país has­ta redu­cir­lo a ceni­zas, inclu­so la matan­za de Hama en Siria en 1982, con 40.000 muer­tos, o las supues­tas recien­tes matan­zas atri­bui­das a Gada­fi ‑des­men­ti­das y nun­ca probadas‑, son como una bro­ma. Y la OTAN y las poten­cias occi­den­ta­les no arra­sa­ron Libia, como pre­ten­den algu­nos, por huma­ni­dad, por defen­der las liber­ta­des, por pro­te­ger a civi­les ‑qué ironía‑, por altruis­mo, por arre­ba­to, por arre­glos de cuen­tas, por crear cor­ti­nas de humo para tapar no se sabe qué, ni impro­vi­sa­da­men­te, o por­que «pasa­ban por ahí». Lo hicie­ron para arram­blar con sus inmen­sas rique­zas (petró­leo, agua…) y con fines geo­es­tra­té­gi­cos, como el con­trol mili­tar de Afri­ca. Tan impor­tan­te o más que el petró­leo, es el agua sub­te­rrá­nea de Libia. Fran­cia tie­ne en con­cre­to, a tra­vés de sus mul­ti­na­cio­na­les del agua, mucho inte­rés en su con­trol, pro­ba­ble­men­te para el cul­ti­vo de agrocarburantes.

El impe­ria­lis­mo no ope­ra por «vena­das», sin con una pro­gra­ma­ción desa­rro­lla­da y meticu­losa de lo que quie­re y va a hacer. Y una vez cap­tu­ra­da la pre­sa, des­de lue­go, lo que no va a hacer es sol­tar­la para que la ges­tio­nen otros, como el CNT.

De mil mane­ras y por mil vías se ha vis­to que el apo­yo que tenía la opo­si­ción a Gada­fi era muy redu­ci­da y que se limi­ta­ba prác­ti­ca­men­te a la zona de Bengha­zi y el nores­te de Libia. Que lo que ha sido defi­ni­ti­vo ha sido el sal­va­je apo­yo mili­tar de la OTAN y de los mer­ce­na­rios y armas de las monar­quías del Gol­fo. A Gada­fi, a pesar de que no fue­ra pre­ci­sa­men­te un san­to, a pesar de los tum­bos de sus últi­mos años, y de que su socia­lis­mo estu­vie­ra bas­tan­te buro­cra­ti­za­do y dege­ne­ra­do, sus logros en el nivel y cali­dad de vida ‑el más alto de Afri­ca- y sus apo­yos his­tó­ri­cos a los movi­mien­tos revo­lu­cio­na­rios, le gran­jea­ron un enor­me res­pe­to y apo­yo entre la pobla­ción. Muy posi­ble­men­te eran nece­sa­rias pro­fun­das refor­mas eco­nó­mi­cas, socia­les y polí­ti­cas en Libia, en aras de avan­zar hacia una socie­dad más libre, más igua­li­ta­ria y hacia un socia­lis­mo real. Pero el movi­mien­to de opo­si­ción que se ha vis­to no iba por ahí, ni mucho menos. El movi­mien­to de opo­si­ción libio que ha habi­do, ha sido un movi­mien­to isla­mis­ta extre­mis­ta, pro­fun­da­men­te reac­cio­na­rio y ubi­ca­do casi exclu­si­va­men­te en la zona de Benghazi.

De hecho, la tra­di­ción polí­ti­co-reli­gio­sa del nores­te de Libia, de Cire­nai­ca, ha hecho de esta región un terreno pro­pi­cio para las sec­tas musul­ma­nas más radi­ca­les. En ella, han flo­re­ci­do des­de hace mucho escue­las isla­mis­tas extre­mis­tas en mate­ria de reli­gión y polí­ti­ca que han dado ori­gen a movi­mien­tos islá­mi­cos de lo más reac­cio­na­rio, como los waha­bi­tas y los sala­fi­tas, que son los que for­ma­ron el gru­po Islá­mi­co Com­ba­tien­te en Libia y que se unió lue­go a Al Qae­da en 2007. Un estu­dio rea­li­za­do por el his­to­ria­dor nor­te­ame­ri­cano Webs­ter G. Tar­pley sobre el aná­li­sis que hizo la aca­de­mia mili­tar de West Point de EEUU de los archi­vos con­fis­ca­dos por las fuer­zas esta­dou­ni­den­ses en el oto­ño de 2007 al Emi­ra­to Isla­mi­co de Irak (bra­zo de Al Qae­da de este país), archi­vos cono­ci­dos como «expe­dien­tes de Sin­jar», con­fir­ma que Libia ‑y con­cre­ta­men­te Cire­nai­ca y espe­cial­men­te Der­na y Bengha­zi- es el país que apor­ta más yiha­dis­tas de Al Qae­da, tras Ara­bia Sau­di­ta. Asi­mis­mo, en esta zona radi­ca la tri­bu Hara­bi, muy liga­da a la anti­gua cla­se diri­gen­te de la épo­ca de la monar­quía y al lina­je de la orden de Sanu­si, de la que pro­ce­dió el rey Idris y del que fue su líder.

Esta tri­bu es fuer­te­men­te racis­ta con res­pec­to a las tri­bus del sur (Fez­zan), de raza negra, y con res­pec­to a los nume­ro­sos inmi­gran­tes negros pro­ce­den­tes del Chad y otros paí­ses, como lo con­fir­ma el Black Agen­da Report de Glen Ford. La inmen­sa mayo­ría de los miem­bros del CNT son de esta región, así como los prin­ci­pa­les cua­dros mili­ta­res de las tro­pas anti­ga­da­fi libias, liga­dos al yiha­dis­mo de Al Qaeda.

La gigan­tes­ca matan­za rea­li­za­da en Libia y la des­truc­ción del país no son res­pon­sa­bi­li­dad exclu­si­va del impe­ria­lis­mo. Son tam­bién res­pon­sa­bi­li­dad del CNT e isla­mis­tas ultras que han actua­do como autén­ti­cos ven­de­pa­trias y tes­ta­fe­rros de aque­llos, cola­bo­ran­do con su inter­ven­ción y jaleán­do­la. Han pre­pa­ra­do el terreno para el saqueo de sus recur­sos por las mul­ti­na­cio­na­les ‑por algo el pri­mer minis­tro del gobierno CNT, Mah­moud Jibail, es miem­bro del BP (Bri­tish Petro­leum), la ter­ce­ra mul­ti­na­cio­nal del petró­leo del mun­do- y para la entro­ni­za­ción de la pri­va­ti­za­ción de la eco­no­mía y recur­sos, de la entra­da a saco del capi­tal inter­na­cio­nal y del impe­rio de la pro­pie­dad pri­va­da y del nego­cio, en suma, del capi­ta­lis­mo. El bru­tal ase­si­na­to de Gada­fi y su fami­lia, la uti­li­za­ción masi­va del terror y de la tor­tu­ra, y la pre­sen­cia incon­tro­la­da-con­tro­la­da de cua­tre­ros arma­dos que cam­pean a sus anchas en plan revan­chis­ta, con­tra negros y con­tra gada­fis­tas, nos dan una cla­ra idea de en qué con­sis­te en reali­dad la «nue­va Libia» y a qué ha con­du­ci­do lo que algu­nos han lla­ma­do «revo­lu­ción libia».

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