En busca de la Primavera
Pongo nombre a la memoria, sigo disfrutando la raíz de las emociones. Tónico es un bucho de café que marca fuga antioxidante a través de los fenólicos que como ácidos clorogénicos se te suben por la chepa a ayudar al menos psicológicamente a enderezarte, suaviza aunque más no sea aparentemente el ceño fruncido y una se ve con más chispa favoreciendo el desenfado, pues afloja la tensión por la capacidad que tiene para la tertulia, y la risa afluye sin tanto esfuerzo a la mañana; también dicen que todo eso, radica en sus efectos antimutagénicos de ahí, que los virus mutantes que minan la gana y aplacan el espíritu juvenil han de engancharse para combatirlos ‑todo ésto se dice y se comenta- sobre todo en invierno donde abundan por doquier por la calefacción continua a puerta cerrada que mata el oxígeno que baja de las montañas y, es que hay cosas que su ingesta aunque siente mal, siempre se ve bien, haciéndose sagradas en prioridad a la legaña, e incluso se anticipan antes de dejarse caer de la cama. Es lo que tiene el consumo abusivo de un mismo producto de poder, te hace ver esa llamadas “txiribitas a colores” en los desfalcos como saludo a la mañana. Las listas de espera en los hospitales no contemplan la vida, pues no nos ven, sólo txiribitas, hay ene!, por eso nos miran como riendo de forma bobalicona.
El invierno se hace largo, pero no sueño con el dueño del café, no necesita que yo le alimente, por el contrario, tengo un derroche de sueños; sueño con la sudadera de las estrellas, y el calor llega a mi cuerpo. Aroma de vida fresca es el aroma al podar la hierba, intento sentirla para que oxigene mi cama, y cuando lo consigo duermo agustito, como si a mi lado tuviera un amante de aliento fresco. La puesta de sol beneficia el cultivo de los cuerpos, me pierdo en el tiempo cuando la miro, hay excesos que se encaprichan en uno! Un amanecer rojo es el mío, por voluntad propia, nunca podría dejar esta vida, los rayos del sol me lo confirman.
Sobre el camino costero hacia mi casa el sol me habla en la sombra, se arrima a mi oído erizándose mi piel, mientras yo sigo abrazada a la brisa; sabe que le necesito para regenerar estímulos y eliminar el hongo de los amos del café que obliga a ver esas coloridas txiribitas donde “ajustes” del gobierno, osea donde aulas vacías.
Agradezco a la brisa que así me despierta, se lo agradezco de corazón con la mejor de mis miradas y sonrisas; consciente ella que soy viento y semilla de libertad, me da empujoncitos ‑pa“lante, me dice!, y vamos juntas en el camino con el propósito de ir podando la alborada; desde esa punta, observo a los aldeanos, abuelos que se encuentran en los huertos del sendero, todo es camino cuando una quiere andar. Sus miradas siguen ahí como clavadas en la historia, miran como a lo lejos, pensando en «desaparecid@s” que aún quedan por deshumar pero a esta altura, osea, más lejos, siempre marcando camino van sus sueños, que guardo dentro de mi cuando me despido de ellos, y sigo. Todo es camino, no me desvío. Veinte cantos más arriba, sus miradas y silencios, al fondo sus cabellos blancos entre castaño y negro, otros ya nubes de algodón; muchos lo que lucen sus sueños puestos en los huesos que clavan en el calcio, radar con flecha en verano. Sensibilizo las estrellas a la sudadera que les irradie poros e inquiete vibrantes sus miradas y sonrisas ya ajadas por la espera de una primavera que se resiste; ellas se disparan conscientes, solidarias, saben que la pesadez larga del invierno aburre, la despereza. Entorno a ciruelos y almendros, nietos y biznietos corretean por los huertos, ajenos a tal añoranza, sin importarles el frío ni al tamaño de un comino; árboles y pibitos menudos crecen solos a la luz de sus sueños. Hablo con todos los “enanos”, los voy guardando en mi corazón, esa cajita mágica llena de semillas, que ellos me envuelven a besos; pero el tiempo es implacable, se empeña, y desguaza sus alas blancas.
Los “menudos” nos enseñan que los nervios nos limitan. A mi me enseña Aiert, con menos de cinco años; no le gustan los demoledores de Kulturetxeak. Azkuna es malo me dijo un día. El tiempo es un valor potencial, sobre el que damos coletazos al llegar el alba que confluyen en suma de auroras. Sobre ellas me encaramo a desvestir otoños para abrigar inviernos, y poder liberarme más allá del verano, pues entre tanta multitud el pueblo ha de tener su canto aunque vistan de turismo los valles y páramos. Aún en la noche más corta el pueblo ha de tener su valle, y las llamas alumbren las olas al calor de las hogueras en las que podamos bañar nuestro propio pudor, sea noche de San Juan o San Pedro, o aparezca la divina pastora con sus corderos. Es importante brincar, y brincar como un juego que no pierde inocencia, sobre él, la luna ilumina la espuma, puntillita no más ‑dice un lucero- fruto del oleaje de gritar y cantar lo que a fuerza de insistir entre infancias reunidas, brota con optimismo el monte sobre la mar.
El Flako es hermano mío ‑pertenece a calle internacional- un día me dijo, ésta es Iratxe (zorionak sorgintxu!), y así fue como ahora también es hermana mía. Sabías que pegada a la casita que yo nací, mediaba un callejón estrecho, separándonos de una campa?, ahí pusieron un molino de café. Desde ese aroma que irradiaba la barriada sigo, escribo y brinco por detrás de los cristales de mis ojos, observo que los árboles saludan los vientos impregnados de especias también te felicitan. La buena gente me llueve recuerdos. L@s acomodo al paso, entre los aromas de la tierra como las legumbres de Gernika; vierto sobre ellos pétalos, hojas de parra, ramas de guindal y cerezo, raíces que emanan vida. Los cantos de la resistencia me hacen sentir cerca de y, aunque me lleve muchos, muchos años, sigo prendida del arrojo de la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias. Encienden, sus cantos, la mecha en el encuentro y, yo lanzo la caña a las brasas penetrando sobre la tejavana agrícola de los tejados de los caseríos y hórreos. La ciudad se humaniza al ver las brasas que me acompañan. Sigo la marcha, dentro de mi, unidas, en cada pedacito del día, de su piel en mi piel a cada paso en cada puño, lucho izando la bandera que me legaron mis antepasados, soy descendiente de los Liraña y Galgos. Aprendí del camino que su oxígeno es mi oxígeno, porque esa es mi gente, la que me dispuso a la vida, para caminar con mis hermanos del mundo porque de ellos todo recibo por eso que siempre digo que nada sin ellos.
Quién no siembra amor no sabe amar ‑por eso quiero tanto a mis hermanos- de ahí que siempre haya estado en mi vida la orden de revolución, por eso, porque quién no sabe amar no sabe cantar aunque sean aclamad@s por el podio del deshonor. No se dejen nunca reventar carajo! ‑grita una nube de algodón que se incorpora de la grieta del huerto donde cosecha hormigueros en la tierra que son fugas para los siempre vivos. Hay mucho viento ahora por aquí ‑me dijo una de esas brasas y, yo guardo la energía que transmiten sus enseñanzas. El encantamiento obedece a un respeto por eso encanta. Yo adoro a los locos y loquitas, quedan pocos; te abrazan delicadamente, como en los exámenes, los buenos educandos construyen. Una sociedad desparasitada de parásitos a la sopa boba se hace urgente. Me despido aprendiendo del latir de las llamas combativas, que como parapente aterrizan a forma de brasas cada viernes a mis notas, siempre en 36! La resistencia es como la historia, no se puede dejar atrás, se moriría. Sobre ese espíritu llegan exigiendo la rehabilitación de los crímenes del fascismo y la reivindicación de los “desaparecidos”, de los hijos robados que son una espina clavada en el corazón. Así llegan las llamas para compartir como aula internacional siempre al sol, a forma de peña sólida sus rayos. Fuertes con la palabra, empujando ilusiones, avivando y compartiendo con todos los pueblos esperanza. Su ardiente optimismo juvenil enriquece lecturas, aviva las aulas. Iratxe es como mi Talía ‑uno de los personajes predilectos de mis notas. Es una danza de mariposas la de ellas, revolotean entre hojas construidas en nidos de flores sobre el planeta, embellece y curte, por ese mismo encantamiento que sus alas desprenden en su batallar en busca de la verdadera primavera donde nadie tenga que llorar, pues abolirá de isofacto la esclavitud de arrastrarse por los suelos; ahí radica el embrión de la sociedad de mis hermanos, de nuestra primera avanzada triunfal. Bajan a ella desde los cerros de distintos continentes y océanos, entre piedra y camino, avanzan. Hoy asomó una tormenta como un saludo de las entrañas del misterio de los sencillos.
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)