Ernesto Guevara se graduó de Medicina en 1953. Unido en 1955 al Movimiento 26 de Julio que dirigía Fidel Castro, fue uno de los líderes militares del período insurreccional de la Revolución cubana. Desde entonces hizo célebre el sobrenombre de Che. En 1959 – 1965 ocupó muy altos cargos en la dirección política y de la economía de Cuba, fue un ideólogo muy prominente y realizó importantes misiones internacionales; también fue dirigente en la colaboración con revolucionarios de otros países. En esta última condición partió al frente de un contingente internacionalista cubano al Congo, en abril de 1965, dejando una carta renuncia de sus cargos publicada en Cuba, en octubre. Regresó a Cuba en secreto en 1966 a preparar otra misión, esta vez a Bolivia, adonde llegó en noviembre. Los guerrilleros bolivianos, cubanos y peruanos, dirigidos por el Che, combatieron durante 1967. El 8 de octubre cayó herido y prisionero; fue asesinado al día siguiente. Guevara ha sido una de las personalidades más trascendentes del mundo contemporáneo.
Hizo lecturas tempranas de marxismo; al sumarse al movimiento fidelista se consideraba socialista y marxista. A partir de 1959 y hasta su muerte estudió sistemáticamente marxismo y obras de otros teóricos; también economía y conocimientos variados que estimó necesarios. No pretendió dedicarse a la teoría de modo profesional. Su obra se encuentra en multitud de artículos y otros textos breves, y en grabaciones de su voz. Solo publicó dos libros: un manual de guerra de guerrillas y uno de testimonio y reflexiones acerca de la guerra cubana; otros dos son póstumos: el Diario en Bolivia (1968) y el libro que escribió sobre la experiencia en el Congo (1999).
En los años 60, Fidel Castro y Guevara eran máximos exponentes de la corriente revolucionaria autónoma conocida entonces como castrismo o fidelismo, que reivindicaba el antimperialismo, la vía armada, el carácter socialista de las revoluciones y el internacionalismo; era opuesta o diferente de las posiciones e ideas del campo soviético, mas también ajena a las de China. El pensamiento de Guevara fue la principal formulación teórica de la revolución cubana de los años 60, la primera socialista autóctona triunfante en Occidente. Guevara no intentó crear una corriente teórica; pero asumió enfáticamente que sus ideas y búsquedas expresaban una concepción particular del marxismo. Aunque no fue enunciada expresamente de manera filosófica, en esa concepción se basa su elaboración de criterios en cuestiones tan diversas como el humanismo o las teorías sobre la sociedad capitalista, las revoluciones de liberación, la transición socialista y el comunismo.
Lo más visible y atrayente del pensamiento de Guevara es la actitud inquisitiva que no respeta dogmas ni prejuicios, algo muy inusual en un militante formado, que además era dirigente. Ese rasgo suyo potenció su independencia de criterio, y le permitió una crítica y profunda evolución de sus ideas y sus instrumentos entre 1959 y los primeros años 60; también lo tornó un agudo conocedor de la corriente que predominó en el socialismo y el marxismo durante la mayor parte del siglo XX. Guevara fue muy lejos: su conducta rigurosamente acorde con sus ideas, el tipo de relaciones que promovía entre las prácticas políticas y la actividad teórica y doctrinaria, el contenido de su pensamiento social, su concepción del papel de las prácticas al interior de la producción teórica, resultaron antitéticos al llamado socialismo real. Son muy notables sus críticas a la deformación esencial de ese régimen, y su predicción del probable regreso al capitalismo que acarrearía. Esto lo marcó como hereje. La muerte interrumpió el pensamiento maduro que estaba desarrollando Guevara. Esa circunstancia, el carácter abierto de su posición teórica y la prolongada postergación que sufrió su posteridad, han favorecido que sus ideas resulten atractivas en la crítica etapa actual.
Guevara se opuso resueltamente al desprecio pragmático por la teoría, y a la vez al seguidismo intelectual de las líneas políticas. Tuvo una clara comprensión del lugar histórico desde el cual actuaba, y de la situación en que se encontraba el marxismo en los años 60. Su concepción relaciona íntimamente los ámbitos y problemas de: a) las luchas por el poder político con los de los regímenes de transición socialista; b) el desarrollo de los individuos con el de las relaciones sociales y las instituciones, desde el inicio de las luchas y en toda la transición socialista; c) las escalas nacional, internacional y mundial. Trabajó entonces con una gran diversidad de aspectos y con una firme tendencia a integrarlos en totalidades de conocimiento o formular problemas y sugerencias, siempre incluidos los juicios del autor. Guevara produjo una interpretación de las cuestiones fundamentales del mundo de su tiempo, desde una posición anticapitalista y anticolonialista latinoamericana, y concibió una visión de las conductas, acciones, cambios y objetivos necesarios para la liberación de las personas y las sociedades, desde una posición comunista.
La concepción filosófica de Guevara privilegia el papel de la acción consciente y organizada como creadora de realidades sociales y humanas. Esta filosofía de la praxis recupera el papel central de la dialéctica en el marxismo. Sin desconocer realidades existentes y su funcionamiento discernible “y leyes atinentes a lo que esas realidades ‘pueden dar de sí ´”, estima que el nivel de conciencia alcanzado a escala mundial permite que en cualquier lugar se organicen vanguardias revolucionarias, influidas por la ideología marxista, que prevean hasta cierto punto cómo actuar, y violenten las relaciones con lo posible a través de las acciones colectivas que susciten, al menos, dentro de ciertos límites.
Esa posición marxista es ajena al determinismo social y al dilema materialismo o idealismo, exigidos por las corrientes que han sido dominantes en el marxismo. Para ella la conciencia no es la antítesis de la economía o de ‘la materia’, es el instrumento principal para lograr que las fuerzas productivas y las relaciones de producción dejen de ser medios para perpetuar las dominaciones. La conciencia es una fuerza potencial real para la praxis revolucionaria, que tiende a desarrollarse y crecer si el trabajo intencionado es eficaz, por lo que urge encontrar y aplicar reglas que lo propicien. Una dialéctica de las formas de organización y de autoeducación marca el proceso unificante de creación de nuevas realidades en los individuos y la sociedad. Guevara considera que el factor subjetivo debe ser dominante durante los procesos de cambios revolucionarios.
Guevara defiende el valor permanente del humanismo filosófico del joven Marx, y expone el suyo, que parte de la experiencia vivida y del conjunto de la teoría marxista. Relaciones de producción y luchas de clases tienden a ocultar “el hecho objetivo de que (…) el hombre es el actor consciente de la historia. Sin esta conciencia, que engloba la de su ser social, no puede haber comunismo”. El de Guevara no es un humanismo a secas: requiere una acción humana organizada que revolucione las condiciones de existencia y la reproducción ‘normal’ de la vida social, palanca eficaz para transformar las realidades conocidas en otras realidades, conquistadas o nuevas, creadas. Es en esos sentidos que ‘lo objetivo’ puede ser transformado y superado por el factor subjetivo. Para Guevara, la lucha de clases es central en la teoría y en la historia, y el individuo es expresión viviente de las luchas de clases. “Para cambiar de manera de pensar hay que sufrir profundos cambios interiores y asistir a profundos cambios exteriores, sobre todo sociales”.
En los textos dedicados a la transición socialista “la masa más profunda y mayor de sus reflexiones teóricas” aparece la idea de un hombre nuevo, “liberado de su enajenación”. Este “hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada.” Su creación, por métodos nuevos, debe estar en el centro de las prácticas y los análisis; nunca será consumada, porque las relaciones sociales estarán cambiando siempre. El poder sobre la economía, la política y la ideología es necesario frente al complejo cultural capitalista que debe ser vencido, las fuertes combinaciones de mercantilización y subdesarrollo y las nuevas realidades a crear. La relativa falta de desarrollo de la conciencia social hace necesaria la vanguardia, organización basada en la ejemplaridad que debe lograr los difíciles objetivos de dirigir, guiar, educar, prefigurar los futuros sucesivos de la transición socialista, a la vez que ser sensible y aprender de las bases, y que estas participen cada vez más en el poder real. Guevara no deja lugar para el mito del partido como falange infalible, la sustitución de la clase revolucionaria por un grupo de poder, ni ideologías de dominación en nombre del socialismo.
La fraternidad, la entrega a la causa y demás valores morales del revolucionario van adelantando la creación de personas nuevas a través de las prácticas, la organización, la creatividad y el internacionalismo. Estos factores pueden y deben regir la vida revolucionaria en toda circunstancia; pero cuando se tiene el poder, el trabajo humano emerge como un instrumento y un reto más generales de transformación. A pesar de los cambios profundos, el trabajo continúa vinculado a presiones sociales, a retribuciones y a la misma condición especial de trabajador. Guevara reconoce esa realidad limitadora, sin supeditar a ella la política socialista; al contrario, la enfrenta con su exigencia de que exista un manejo consciente y organizado de todo el poder de que se dispone, en busca de que a escala de la sociedad el trabajo se vaya convirtiendo en un deber social, una actitud y un hábito nuevos, hasta llegar a ser un “reflejo condicionado de naturaleza social”, “engranaje consciente” y “la completa recreación individual ante su propia obra”.
Durante la transición socialista, la sociedad debe convertirse en una gigantesca escuela, en la que funcione un continuo que vaya desde la coerción estatal y social hasta la autoeducación; todos sus miembros recibirán en cada momento diferentes impactos de ese continuo, de acuerdo a la acción múltiple de las nuevas relaciones y los procesos educativos, y a sus avances, dificultades y retrocesos. La economía debe ser dirigida conscientemente. Para Guevara, el plan es un producto de la conciencia organizada, que tiene poder y conoce a un grado determinado los límites de la voluntad, los datos de la realidad y las fuerzas que operan a favor y en contra. El plan no es un diagnóstico de la economía y una previsión de su comportamiento futuro: “para eso no es necesario el pueblo”. El plan será socialista si a través de él las masas tienen “la posibilidad de dirigir sus destinos”.
Los avances del nuevo modo de vivir diferente y opuesto al del capitalismo irán creando un cambio cultural radical que abarque desde la organización y las relaciones económicas hasta cambios muy íntimos del individuo y sus relaciones interpersonales que sean relevantes para la transición. El régimen debe ser capaz de trabajar cotidiana y eficazmente en esa dirección, con arreglo a un plan y con el rigor técnico que sea posible; también debe combatir con todo rigor sus propias tendencias contrarias a la liberación; y debe medir los avances y vigilar y declarar con valentía los retrocesos.
Guevara planteó de nuevo la utopía del comunismo marxista, desde América Latina y en los años 60, sin ingenuidad ni paternalismo; lo ayudaron mucho sus prácticas, especialmente dirigir durante varios años una parte muy importante de la economía cubana. Su experimento del Sistema Presupuestario de Financiamiento funcionó bien, con participación de doscientas mil personas, y fue mucho más allá que la gestión, la producción y el control económicos. Fue un combate diario por la opción comunista. Combinó en la práctica a individuos, masa, dirigentes, conciencia, trabajo, política, producción, educación, estimulaciones, subdesarrollo, coerción social, relaciones mercantiles, poder estatal, macroeconomía, relaciones internacionales. Fue desde esos materiales que Guevara tejió su trabajo teórico; pero fue más allá de ellos, en el modo mismo de abordarlo, en sus puntos de partida intelectuales, en la formación de un sistema conceptual propio “que incluye en ciertas definiciones lo que debe llegar a ser”, y en desarrollos temáticos parciales, pero vigorosamente articulados. Hizo explícito su tipo de ortodoxia marxista y refirió a ella su creatividad. Sus prácticas y sus ideas resultaron sumamente polémicas. Guevara las debatió públicamente, y las defendió activamente como parte de una lucha política e ideológica.
Por su vida ejemplar, tajante honestidad y concordancia total entre dichos y hechos, Guevara es muy asociado a la palabra ética. Esa valoración es muy justa, pero opino que lo político es el centro de su actividad y el articulador de su pensamiento. Guevara pretende profundas transformaciones de lo político, y propone una gigantesca elevación del contenido y los objetivos del movimiento histórico de liberación humana. Ese es el marco de frases como “el socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la alienación (…) si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria.” O “…el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”. Y de ideas como estas: desde el inicio mismo del socialismo hay que trabajar en la realización práctica del proyecto comunista; el socialismo debe ir constituyendo una nueva cultura y un polo de atracción para los pueblos frente a la cultura del capitalismo mundial, y no un opositor insuficientemente diferente y un cómplice de la explotación a través del mercado mundial; es necesario utilizar todo logro obtenido en los países capitalistas que sea conveniente y factible; se debe combinar centralización con inciativa, progresiva descentralización, participación masiva en la dirección y acción política organizada y concretada contra el burocratismo.
Aunque el pensamiento político de Guevara está condicionado por sus prácticas y la política cubana en que milita, forma un cuerpo de ideas coherente con su concepción general y posee sus tesis y criterios, su modo de argumentar y una gran fuerza expresiva y de convicciones. Su asunto central es la revolución mundial contra el capitalismo y por el socialismo, desde el mundo neocolonial y colonial. La lucha armada es un tema principal, pero incluso sus narraciones testimoniales siempre trasmiten experiencias e incluyen reflexiones de más o menos alcance. Su primer libro (1960) plantea tres tesis que no abandonará: las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; el foco insurreccional puede crear las ‘condiciones’ que otros, erróneamente, esperan a que ‘estén dadas’ para iniciar una revolución; en América subdesarrollada el terreno fundamental de lucha es el campo. El libro del Congo (1966) es analítico y muestra su madurez; expone la práctica de internacionalización de la lucha y sus órganos y métodos, tesis derivada de su comprensión general del mundo y de las luchas de clases y de liberación nacional.
La idea de Guevara y Fidel Castro del poder acumulativo y desencadenante de la guerra irregular en las fases tempranas de una revolución resultó sumamente polémica y tergiversada. Guevara insistió siempre en que la guerrilla es una forma de lucha de masas, negando la antinomia entre ambas; planteó siempre que la insurrección debe ser guiada por un proyecto político y social, postuló el requisito de crisis de la hegemonía de los dominantes y otras condicionantes para que pueda llegar la hora de la violencia revolucionaria, y también la subordinación de las formas de lucha a las exigencias tácticas y la estrategia de cada proceso. Esas ideas son constantes en sus análisis de los procesos en que participó, y rigen en general su práctica política. Sin embargo, la expresión ‘foquismo’ fue la clave de una crítica al pensamiento político de Guevara que en ciertos casos llegó hasta descalificarlo a él y a la experiencia cubana. En esa crítica influyeron: a) la impreparación mental para la lucha por el poder que afectaba a la mayoría de la izquierda, y el abandono de los temas insurreccionales sufrido por la teoría; b) la búsqueda de eficacia insurreccional y de movilización social por parte de militantes activos, enfrentados críticamente a las graves insuficiencias y errores de muchos esfuerzos guerrilleros. No incluyo aquí las sistemáticas campañas de descrédito realizadas por los enemigos de su causa.
El antimperialismo es para Guevara una estrategia básica de la acción revolucionaria y un elemento central en el desarrollo de sus militantes, es a la vez la respuesta obligada a la universalización del capitalismo. Ser o no antimperialista define a los que se llaman socialistas y a los políticos del mundo ’subdesarrollado’, y es la base de la unidad entre los revolucionarios que luchan y piensan en contextos tan diversos. Toda estrategia debe tener en cuenta las oposiciones entre capitalistas, y de estos con Estados o movimientos del Tercer Mundo, pero los procesos que pretendan la liberación verdadera y viable tendrán que ser socialistas. El etapismo –que ha sido tan fuerte en la tradición marxista y tan manipulado por el reformismo de izquierda y por la razón de Estado de países ’socialistas’ —está siendo superado; para América Latina su dictamen es tajante: “O revolución socialista o caricatura de revolución”. El llamado Tercer Mundo es la parte neocolonial y colonial de un conjunto, el sistema mundial capitalista, y esa es la causa de su subdesarrollo; para ese mundo ‘tercero’, el desarrollo sin liberación nacional y social es una ilusión; el socialismo será la condición del desarrollo, y no lo contrario.
A través del análisis de la coyuntura mundial en Mensaje a los pueblos del mundo… (sept. 1966), Guevara expone sus tesis políticas y convoca a un combate frontal mundial antimperialista. Este debe ser ofensivo más que defensivo, casi siempre por la vía armada, internacionalizarse, atacar las bases de sustentación neocoloniales del sistema y multiplicar sus teatros, para golpearlo fuera de sus centros y debilitarlo. Será una lucha muy cruel y muy larga; no hay otra opción para lograr la liberación real de los pueblos. Pide respeto para las tácticas diversas de aquellos que luchen, pero reclama persistir con abnegación en la estrategia acertada. Exalta el ejemplo de Viet Nam, y denuncia como las dos potencias del socialismo lo han dejado solo; juzga con profundidad las divergencias soviético-chinas que habían dividido a partidos e ideas de la izquierda a escala mundial, y lo hace desde “nosotros, los desposeídos”. Una vez más plantea la obligatoriedad del encuentro de los rebeldes con las clases oprimidas y con la cultura de rebeldía popular acumulada, encuentro en que se plasma la oportunidad de las revoluciones. Y como siempre, confía en el crecimiento de las capacidades de las personas y las colectividades mediante la actividad revolucionaria.
2. Advierto en la denominación guevarismo varios significados:
a) posiciones e ideas de revolucionarios latinoamericanos de los años 70 y siguientes que mantuvieron los principios y estrategias característicos de Guevara en los años 60, frente al predominio de dictaduras en muchos países, y de influencias reformistas en la izquierda;
b) una actitud ante las prácticas políticas y sociales y ante la teoría marxista, que se reclama guevarista al criticar el dogmatismo, el reformismo, la simplificación de los actores y las contradicciones sociales, y los graves errores, males y degeneraciones cometidos en nombre del socialismo. Esa actitud fue creciendo en los años 80, y sobre todo en los 90, frente a la gran crisis de los regímenes de Europa oriental, y de la idea misma del socialismo. Constituye una fuerza moral afirmativa, más que un pensamiento estructurado;
c) una de las formas actuales de resistencia cultural frente al capitalismo contemporáneo, y de recuperación de ideales, posiciones y pensamiento anticapitalista y socialista.
Los debates en torno al guevarismo fueron muy fuertes en los años 60 y 70, sobre todo en cuanto a lucha armada, estrategias y organizaciones políticas, clases sociales y carácter de la revolución. Después se estableció el olvido. Los debates recientes se refieren más a la personalidad y los hechos de Guevara, y a la vigencia de su actitud y su ejemplo. Su imagen volvió con gran impacto en los últimos años, se ha publicado gran cantidad de datos sobre su vida y actos y, en menor número, textos suyos inéditos o raros. La bibliografía actual sobre Guevara es muy abundante, en investigaciones, biografías y divulgaciones.
Lo principal del guevarismo actual es Guevara como símbolo:
a) el individuo virtuoso, ejemplar, pero un revolucionario activo contra los males actuales. Rompe el consenso o la resignación ante el orden vigente, es intransigente;
b) restablece la propuesta socialista anticapitalista en una situación de profunda crisis;
c) no es identificable con el pasado del socialismo, y sí con sus profecías y con sus jornadas heroicas;
d) propone valores sobre todo (ética, entusiasmo, rebeldía, consecuencia), y no cánones, por lo que exige a todos actitudes sin descalificar a priori a nadie. Si avanzan la necesidad de recuperación del socialismo y la teoría marxista, a través de una lucha cultural anticapitalista, el pensamiento de Ernesto Che Guevara será asumido en su valor intrínseco, y podrá brindar una ayuda muy valiosa.
La Habana
[1] Este texto fue escrito en marzo de 2001, con destino a un diccionario enciclopédico que no lo publicó. No lo acribillé con notas al pie, para mantener su aire de pequeño ensayo, por demás reforzado por el énfasis con que expongo aquí las ideas del Che; todas las frases que aparecen entre comillas son de textos del Che. Por otra parte, las palabras marcadas con una sola comilla son mías, un recurso habitual para denotar que las tomo de un lenguaje que no comparto, asignarle un sentido determinado, o expresar duda del que suele recibir. Creo que puede tener algún valor para suscitar o reforzar el interés en el estudio y el debate del pensamiento del Che.
Cátedra Che Guevara – Colectivo AMAUTA