“Irun 1912”, cien años después

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El público del partido que disputaron el Racing de Irun y el Athletic de Bilbao, en el antiguo campo del Kostorbe.

El 30 junio de 1912 fue un domin­go radian­te que un cama­ró­gra­fo de iden­ti­dad des­co­no­ci­da apro­ve­chó para retra­tar Irun: la mul­ti­tud que avan­za­ba por la calle Escue­las, un con­cier­to en la pla­za San Juan, el des­fi­le del Alar­de y la rome­ría. Esas imá­ge­nes, en las que se dis­tin­gue al pin­tor Gas­par Mon­tes Itu­rrioz de niño y al fut­bo­lis­ta Patri­cio Ara­bo­la­za, cum­plen aho­ra cien años con su valor his­tó­ri­co intacto.

«Las pri­me­ras pelí­cu­las vas­cas son de la déca­da de los 20, pero antes de hacer cine de fic­ción se fil­ma­ban acon­te­ci­mien­tos. Este de las fies­tas de Irun es muy intere­san­te, por­que es el pri­mer el docu­men­to visual del País Vas­co que tene­mos», expli­ca Ion López, direc­tor-con­ser­va­dor de la Fil­mo­te­ca Vasca.

La pelí­cu­la per­ma­ne­ció des­apa­re­ci­da duran­te déca­das has­ta que la des­cu­brió entre sus fon­dos la Fil­mo­te­ca de Zara­go­za, a prin­ci­pios de los 90. Ana Mar­que­sán, con­ser­va­do­ra de la cine­ma­te­ca ara­go­ne­sa, avi­só a Peio Alda­za­bal, el ante­rior direc­tor-con­ser­va­dor de la Fil­mo­te­ca Vas­ca, «muy intere­sa­do» en recu­pe­rar­la. Ambos super­vi­sa­ron su res­tau­ra­ción. Aho­ra, el ori­gi­nal des­can­sa en Zara­go­za y una copia está depo­si­ta­da en Donostia.

En el verano de 1912, el año que murió Bram Sto­ker y nació Jack­son Pollock, aca­ba­ba de hun­dir­se el Tita­nic, y en Donos­tia se inau­gu­ra­ban el Tea­tro Vic­to­ria Euge­nia y el hotel María Cris­ti­na, el bal­nea­rio de la Per­la, la Taba­ca­le­ra, Igel­do y la línea de topo que unía la capi­tal gui­puz­coa­na e Irun. El ocio deja­ba de ser exclu­si­vo para la aris­to­cra­cia y la reale­za, y las imá­ge­nes en movi­mien­to de Irun 1912 per­mi­ten com­pro­bar que la ale­gría de sus pro­ta­go­nis­tas no se ciñe a una son­ri­sa for­za­da para una foto­gra­fía, ni de un ins­tan­te enga­ño­so: la pelí­cu­la reve­la la ver­dad del momen­to, al menos duran­te esos casi quin­ce minutos.

«Para la épo­ca, es una pelí­cu­la lar­ga, enton­ces eran más cor­tas. Tras­la­da per­fec­ta­men­te un día en las fies­tas de Irun y está bas­tan­te bien roda­do, tie­ne cali­dad, se nota que el ope­ra­dor sabía», resu­me López. «Es nues­tro peque­ño teso­ro, tene­mos pelí­cu­las más anti­guas pero nin­gu­na del País Vas­co», subraya.

La fil­ma­ción comien­za enfo­can­do a la mul­ti­tud de la calle Escue­las, que se apar­ta para dejar paso a un carrua­je tira­do por caba­llos. Se ven som­bri­llas, pame­las, ves­ti­dos almi­do­na­dos, som­bre­ros pana­má, txa­pe­las, bom­bi­nes y paja­ri­tas, y unos niños que cap­tan la pre­sen­cia de la cáma­ra y bro­mean con una barra de pan: una estam­pa que evo­ca la feliz Belle Épo­que, en su momen­to álgi­do, antes de la sacu­di­da terro­rí­fi­ca de la I Gue­rra Mun­dial. Ese 30 de junio coin­ci­dió en domin­go, de ahí la masi­va afluen­cia de gen­te, tan­ta que los comer­cian­tes fran­ce­ses pre­sio­na­ron para que siem­pre se cele­bra­ra el día gran­de en jor­na­da fes­ti­va, a lo que los irun­da­rras se negaron.

La cáma­ra se des­pla­za a la pla­za San Juan, don­de se cele­bra un con­cier­to, como anun­cia el inter­tí­tu­lo, pero en las imá­ge­nes no se ve a nin­gún músi­co, sino que se reco­rren los ros­tros del públi­co, entre aba­ni­cos y lazos, ayas, niños y matri­mo­nios bur­gue­ses. Su carác­ter popu­lar cons­ti­tu­ye otra pecu­lia­ri­dad de la pelí­cu­la. Este tipo de fil­ma­cio­nes «no era nada habi­tual, era un artícu­lo de lujo». «En las pri­me­ras déca­das del siglo XX eran las ins­ti­tu­cio­nes las que encar­ga­ban gra­bar algo que con­si­de­ra­ban espe­cial: la lle­ga­da del Rey o la inau­gu­ra­ción del Sagra­do Cora­zón de Bil­bao, acon­te­ci­mien­tos muy pun­tua­les y sig­ni­fi­ca­ti­vos», apun­ta el direc­tor-con­ser­va­dor de la Fil­mo­te­ca, por lo que, espe­cu­la, «al tra­tar­se de las fies­tas de Irun dedu­ci­mos que pudo ser el Ayun­ta­mien­to quien lo encargara».

Tras el con­cier­to que no se ve ni se escu­cha, por­que se tra­ta obvia­men­te de una pelí­cu­la muda, la gra­ba­ción bus­ca los «momen­tos antes de salir en bus­ca del Cabil­do», se con­tem­pla el des­fi­le del Alar­de y la rome­ría en el mon­te, en el que las bro­mas y las risas son una cons­tan­te. Solo figu­ra un niño de aspec­to más melan­có­li­co. Qui­zá esta­ba abs­traí­do dibu­jan­do el pai­sa­je con su ima­gi­na­ción, por­que el peque­ño era un joven­cí­si­mo Gas­par Mon­tes Itu­rrioz, el pin­tor más sen­si­ble del Bidasoa.

«Me impac­ta­ron mucho las imá­ge­nes», con­fie­sa el com­po­si­tor oña­tia­rra Juan Car­los Iri­zar, al que Alda­za­bal pidió que musi­ca­ra el fil­me. Iri­zar ideó dis­tin­tas com­po­si­cio­nes para dife­ren­ciar unas tomas de otras, con el piano como base y muchos fon­dos musi­ca­les de vio­li­nes, acor­deo­nes y flau­tas. «Me impre­sio­na­ron unas imá­ge­nes tan anti­guas, en las que se veía a per­so­nas que dis­fru­ta­ban tan­to de las fies­tas. Recuer­do mucho la ves­ti­men­ta y cómo se mira­ban y lo rápi­do que cami­na­ban, como si les per­si­guie­ra alguien, su visio­na­do me pro­vo­có una sen­sa­ción muy agra­da­ble, de ver algo que no había vis­to nun­ca», con­ce­de Iri­zar que, tras la recu­pe­ra­ción del fil­me a media­dos de los 90, inter­pre­tó en direc­to la ban­da sono­ra duran­te una pro­yec­ción en el Tea­tro Amaia. «Fue fabu­lo­so», recuerda.

el par­ti­do de kostorbe

La furia risueña

Curio­sa­men­te, una par­te de la pelí­cu­la no fue roda­da en junio, sino tres meses des­pués: el «gran par­ti­do de foot-ball», según el inter­tí­tu­lo, entre el Ath­le­tic de Bil­bao y el Real Racing de Irun. Estas imá­ge­nes, pro­ba­ble­men­te las pri­me­ras del fút­bol vas­co, per­mi­ten datar el fil­me como ante­rior a 1915, año de la fun­da­ción del Real Unión, suma del Spor­ting y el Racing de Irun, los equi­pos que habían divi­di­do las pre­fe­ren­cias de una loca­li­dad de 12.000 habi­tan­tes. Cru­zar las fechas de los par­ti­dos amis­to­sos entre el Racing y el Ath­le­tic con la pre­sen­cia en el Alar­de de Euse­bio Pedrós, que en ejer­ció como gene­ral en 1911, 1912, 1914 y 1919, per­mi­te con­cluir que se tra­ta de una gra­ba­ción centenaria.

Para los aman­tes de las esta­dís­ti­cas, en el par­ti­do, dispu­tado en Kos­tor­be el 11 de sep­tiem­bre de 1912, el Racing cayó por 1 – 2. Al año siguien­te, los irun­da­rras se toma­rían la revan­cha en un par­ti­do mucho más deci­si­vo, la final del Cam­peo­na­to de Espa­ña. Dicen que la cele­bra­ción de la vic­to­ria fue apo­teó­si­ca y que inclu­so se unie­ron a los fes­te­jos los afi­cio­na­dos del Spor­ting, has­ta enton­ces riva­les irre­con­ci­lia­bles, lo que supu­so el pri­mer paso para cul­mi­nar la (Real) Unión, con inter­ven­ción de Alfon­so XIII incluida.

En las imá­ge­nes, cuan­do for­man los dos equi­pos, un juga­dor sobre­sa­le por su carác­ter bro­mis­ta. Es Patri­cio Ara­bo­la­za Aran­bu­ru (Irun, 1893- 1935), autor del pri­mer gol de la his­to­ria de la selec­ción espa­ño­la. Los perió­di­cos Mar­caArri­ba idea­ron en los 50 el Tro­feo Patri­cio Ara­bo­la­za para reco­no­cer al juga­dor con más «furia» de la Liga. En la pelí­cu­la, sin embar­go, sobre­sa­le su carác­ter risue­ño y juguetón.

Ara­bo­la­za vuel­ve a adqui­rir pro­ta­go­nis­mo al final de Irun 1912, en la rome­ría que cul­mi­na esta pelí­cu­la de la que des­co­no­ce quién la gra­bó y por qué. «Hacía fal­ta mucho dine­ro para con­tra­tar a un cama­ró­gra­fo, que eran muy esca­sos y esta­ban de moda», recuer­da Ion López. Por la cer­ca­nía con Fran­cia, el país don­de nació el cine, en la Fil­mo­te­ca Vas­ca espe­cu­lan con la posi­bi­li­dad de que fue­ra «un cama­ró­gra­fo fran­cés», de la pro­pia casa Lumiè­re, «por­que los her­ma­nos inven­to­res del pro­yec­tor cine­ma­to­grá­fi­co, mon­ta­ron un peque­ño nego­cio que con­sis­tía en enviar a sus emplea­dos a fil­mar acon­te­ci­mien­tos impor­tan­tes, la coro­na­ción del zar Nicolás».

Ana Mar­que­sán, la res­tau­ra­do­ra de la Fil­mo­te­ca de Zara­go­za, que reci­bió la cin­ta en 1991, reve­la que pro­ce­de del fon­do Tar­taj, «gran colec­cio­nis­ta de nues­tra ciu­dad». Raúl Tar­taj fue repre­sen­tan­te de artis­tas ‑entre ellos el can­tan­te de tan­gos Car­los Acuña‑, tra­ba­jó como actor en varias pelí­cu­las, como Tro­tín Tro­te­ras (1962) del cineas­ta lasar­tea­rra Anto­nio Mer­ce­ro, y, sobre todo, fue un gran colec­cio­nis­ta, que ate­so­ró has­ta 1.950 películas.

Entre ellas figu­ra­ban epi­so­dios del NO-DO, docu­men­ta­les de prin­ci­pios del siglo XX, fil­mes mudos y de los pri­me­ros años del cine sono­ro. A Tar­taj se atri­bu­ye el res­ca­te de la pelí­cu­la Car­ne de fie­ras, que encon­tró en el Ras­tro madri­le­ño, tal vez el mis­mo lugar al que fue a parar Irun 1912. El colec­cio­nis­ta ara­go­nés falle­ció en 2007 y con su muer­te se eva­po­ra la posi­bi­li­dad de ave­ri­guar más deta­lles sobre las vici­si­tu­des de una pelí­cu­la que, con quin­ce minu­tos de imá­ge­nes en blan­co y negro, colo­rea nues­tra intrahistoria.

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