Después de 2008 y la crisis presenciamos un renacimiento de Carlos Marx (1818−1883), de quien muchos, incluso los economistas del mainstream, dijeron que «tenía la razón sobre el capitalismo» y que se volvió «más actual que nunca». ¿Y Engels?
¿Qué pasó con Federico Engels (1820−1895), su amigo y colaborador, del que el propio autor de El Capital escribió que en sus estudios sobre la economía “había llegado por distinto camino… al mismo resultado que yo” (prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política)?
Un buen intento de rescatar su figura, borrada del imaginario común y acusada –en mucha parte erróneamente– de «torcer» y «codificar» a Marx y al marxismo es el libro de Tristram Hunt Marx’s general: the revolutionary life of Friedrich Engels (Metropolitan Books, 2009).
Según Hunt, Engels se volvió un «chivo expiatorio» por los excesos del marxismo-leninismo para poder salvar a Marx, aunque ni uno ni el otro tienen la culpa por los crímenes cometidos décadas después.
Si bien para algunos el estalinismo fue en realidad el «engelsismo» (el contenido de Anti-Dühring y El socialismo utópico y científico, influyentes obras que popularizaron a Marx), para Hunt el problema no son las malas interpretaciones de Engles, sino las interpretaciones a sus interpretaciones: un «teléfono descompuesto marxista» Marx-Engels-Plejánov-Lenin-Stalin.
Él mismo fue un personaje lleno de contradicciones: un adinerado capitalista, gerente de una empresa textil en Manchester, que ayudó a forjar el comunismo, un socialité que luchó por el socialismo y un bon vivant sensible al sufrimiento de los trabajadores.
Con Marx siempre modesto, siempre el «segundo violín». Juntos escribieron La sagrada familia, Ideología alemana y Manifiesto Comunista. Aunque hizo significativos avances teóricos en sus propios estudios (p.ej. aplicando la noción hegeliana de la «alienación» a la economía política y a las condiciones materiales del capitalismo), los puso de lado y dedicó 40 años de su vida al trabajo para que Marx pudiera seguir con los suyos.
Pero no sólo aportó el capital para que su amigo escribiera El capital. Siendo un empresario entendía mejor la dinámica del capitalismo, los mecanismos del mercado global y la vida fabril (igual que p.ej. Giovanni Arrighi, teórico de sistema-mundo, que era gerente de una empresa). Le explicaba a Marx la división del trabajo y la circulación del capital. Proporcionaba datos y ejemplos. Fue él quien insistía en la intrínseca inestabilidad del sistema.
Y cuando Marx murió, dejando los tomos II y III de El capital inacabados, Engels se encargó de redactarlos y publicarlos. Pero comparando su trabajo p.ej. con el manuscrito del tercer tomo, se descubrió que mientras Marx vinculaba la caída de la tasa de ganancia –tema muy debatido hoy– con la «vulnerabilidad de la producción capitalista», Engles habló de la «caída del capitalismo». Allí sí se le fue la mano.
Fue un hábil político cuyos esfuerzos (y limitaciones) fueron decisivos para el joven movimiento comunista. Marx no tenía cabeza para esto, pero Engels sí –conocedor también del arte de la guerra, de allí que la familia de Marx le decía «el general». Y mientras Marx se hundía cada vez más en la teoría, fue él quien levantaba las cuestiones de la democracia, medioambiente o el género (sic) con un enfoque actual hasta hoy.
Quizás lo más rescatable es La situación de la clase obrera en Inglaterra, su libro temprano, escrito, subraya Hunt, con un rigor intelectual y riqueza empírica, basado en las estadísticas de los mismos liberales para combatirlos (un modo perfeccionado por Marx en El capital).
Se trata de un recuento de la explotación y del nacimiento del proletariado al que Engels –de manera novedosa, luego debatible– asignaba un papel histórico y revolucionario. Allí –esto no lo menciona Hunt– aparece el concepto del «ejército industrial de reserva». Como subraya John Bellamy Foster, fue Engels quien lo introdujo a la teoría de Marx. Y es una noción crucial para entender la actualidad: la proletarización del sur, el creciente desempleo y la acentuación del conflicto capital-trabajo (The global reserve army of labor and the new imperialism, Monthly Review, noviembre 2011).
“La situación…” es también una interesante manera de «leer la ciudad» (Manchester). Engels demostrando que su diseño y dinámica espacial reflejaban el poder de clase y la lucha proletariado-burguesía, influyó a los urbanistas de corte marxista, como David Harvey.
Este «espectro urbano» de Engels recorre su nuevo libro: Rebel cities: from the right to the city to the urban revolution (Verso, 2012).
Según Harvey, la crisis de hoy es básicamente una crisis de urbanización, conectada con el modelo consumista y financiero, donde la ciudad es la arena del conflicto. Los trabajadores de servicios que la mantienen viva son «el nuevo proletariado», con un gran potencial político. La izquierda anticapitalista –aparte de los millones de trabajadores «clásicos», hoy presentes más en el sur que en el norte –debería enfocarse en él.
Poniendo en el centro la cuestión del desempleo, mirando al «proletariado viejo» (las maquilas) y al «nuevo» (las ciudades), pensando en cómo unir sus luchas: allí está el legado intelectual y político de Engels.
* Periodista polaco
La Jornada