El presidente muestra intenciones de darle curso y convocar al Tribunal de Ética para sancionarla. Marcha dialogó con ella sobre este y otros temas relacionados con los derechos de las mujeres.
A una semana de haberse conocido la libertad de Romina Tejerina, parece que en Jujuy defender los derechos de las mujeres no es gratuito. Mariana Vargas es abogada. Haber participado de la defensa de Tejerina quizás haya sido lo que más la dio a conocer, pero también participó en numerosos casos de violencia de género y otros como el de la represión del año pasado en Ledesma.
Antonio Salvador Sánchez fue denunciado penalmente por abuso sexual con acceso carnal a una niña, su sobrina, desde los 7 hasta los 14 años. La Casa de las Mujeres Unidas por la Lucha, junto con otras organizaciones de mujeres de Jujuy, organizaron una serie de escraches, tanto en las redes sociales, como en su lugar de trabajo, para evitar que el delito permaneciera impune. Luego de la fuerte condena social que recibió, “ahora pretende, con su abogado que oculta el nombre (le hace el escrito pero no lo firma) que se sancione a la abogada Mariana Vargas, profesional referente de los derechos de las mujeres”, según indica un comunicado de la organización que ya cuenta con decenas de adhesiones de organizaciones y personalidades de todo el país. Vargas participó de los escraches y esto es lo que se cuestiona desde la “ética profesional”.
Lo preocupante, para la Casa de las Mujeres Unidas por la Lucha es que “voces del Colegio de Abogados, comparten esta posición de perseguir a la abogada suspendiéndola en la matrícula, a fin de detener la acción social que desde hace tiempo cobra vigencia: los escraches públicos que persiguen la condena social ante la inacción e impunidad de la Justicia”.
Marcha dialogó con Vargas sobre este y otros temas referidos a los derechos de las mujeres.
- ¿Cuál es la gravedad de la denuncia de Antonio Sánchez?
- En realidad, de lo que se trata es de amordazar o de ejemplificar al movimiento de mujeres que estas cosas no hay que hacerlas. La condena social, escrachar, publicar en las redes sociales la foto de Sánchez, que es la persona que fue acusada por su sobrina de haber sido abusada desde los 7 hasta los 14 años de edad. Me parece que eso es lo que intenta Sánchez, al que en realidad esperamos verlo preso muy pronto, y que por eso es que estamos peleando. Pero eso sería una reacción hasta natural, que una persona perseguida por la justicia cuestione… pero no, el problema es que en realidad, esto interesa especialmente al presidente del Colegio de Abogados. Porque él es abogado de la empresa en la que se realizó el escrache. En realidad, se eligió el lugar de trabajo de Sánchez, y no la casa, porque en la casa vivían niños pequeños. No fue un escrache a la empresa, porque no tenían por qué tener idea de que esa persona estaba denunciada, pero se sintieron como en una situación de encubrimiento. Porque en realidad lo habían suspendido, después decían que no trabajaba más y resulta que trabajaba, ahora dicen que lo despidieron. Pero cuando Sánchez hace la denuncia en el Colegio de Abogados dice que fue despedido pero no formalmente, sino de forma verbal. Todo es raro. La preocupación no es que Sánchez haga la denuncia, sino que el presidente del Colegio está muy indignado con la situación. Y él personalmente me dijo que considera que tiene que elevar la causa al Tribunal de Ética, que es el paso que sigue. Después de esta denuncia, yo contesté el traslado y el Consejo Directivo del Colegio decide si eleva o no al Tribunal de Ética. Yo infiero que se va a elevar si es que el presidente del Colegio opina así. De todas formas, con toda la movida que hubo es probable que esto se detenga, que es lo que yo deseo.
-¿Cómo es trabajar cuestiones de abuso sexual en la justicia argentina? ¿Qué complicaciones hay?
-Es muy difícil. Yo tengo la ventaja de que amo el derecho penal. Y amo hacer recursos de apelación y recursos ante el Tribunal Superior de Justicia y ante la Corte. Pero es una situación muy difícil. El problema es que nunca se le cree a la víctima. Yo me doy cuenta cuando hay un relato de una historia que van a creer, o cuando va a ser muy difícil. Tenemos el problema de que todo el tiempo se le exige a la víctima que demuestre, por ejemplo, la resistencia. Que demuestre que gritó, que mordió, que pegó, que escapó. Y el problema es que eso no lo podemos demostrar en la mayoría de los casos, porque realmente no existió. En general, la reacción de una víctima de abuso o ataque sexual es la inmovilidad, eso es lo que predomina. Es muy difícil y luchamos contra una jurisprudencia que en la Argentina exige lo que la ley no.
En Europa esto ha avanzado mucho más. Los tribunales internacionales europeos, por ejemplo, han condenado a un país como Bélgica, porque en su legislación exigía la prueba de la resistencia para considerar que no había habido consentimiento para la relación sexual. En nuestra ley no tenemos esa exigencia, sin embargo la jurisprudencia es unánime. Después exigen más o menos resistencia. Yo me he encontrado con un fallo hace una semana donde una joven que relata haber sido abusada durante diez años por su padrastro, como tenía fuerza para repeler el ataque y no se defendió, entonces en realidad no existió ese abuso. Cuando estamos hablando del padrastro, de una relación de manipulación de diez años, de sometimiento. Veinte mil cosas que hacen que una mujer no se resista. Y también, la pasividad en la que somos educadas las mujeres en esta sociedad, que es un tema. Crecemos aprendiendo los miedos, esta situación de indefensión. Entonces después que nos exijan resistirnos en una situación en sí misma de riesgo, es complejo. Lo vemos con el tema de los robos, uno dice “si te resistís, te matan”. ¿Y a la mujer sí le podemos exigir que resista?
- Vos fuiste abogada de Romina Tejerina y la conocés personalmente, ¿qué reflexión te merece su liberación el pasado domingo 24?
- Quienes hemos luchado por su libertad desde hace tantos años, estamos muy contentos. Yo estuve con Romina el día en que salió en libertad. Creo que fue el acto que reivindicó, en medio de todo lo que vino después, a los que luchamos contra esa situación de injusticia que era su encarcelamiento. Cuando tomé el caso de Romina, me conmoví de su situación, pero había un cien por ciento de la población que había leído las notas amarillistas de los diarios y todos la condenaban. Y empezamos desde conmovernos nosotras a conmover al resto, y a ganar gente y a luchar por su libertad y a entender que era una situación de mucha injusticia. Ahora con esta situación de encierro, de hostigamiento, me parece que Romina tiene que saber que estamos y que la seguimos acompañando. Y así como está aquel que piensa que ella tendría que seguir presa, estamos los que pensamos que nunca debería haberlo estado. Me parece que lo importante es que a ella le pueda llegar ese mensaje, que lo sentimos en muchos rincones del país.