Pero no debe saberse. El hijo de Ling Jihua, un alto cargo próximo al líder Hu Jintao, falleció de accidente cuando conducía un Ferrari en compañía de dos chicas, una de las cuales apareció desnuda. Por ello, Ling ha sido degradado: los líderes deben saber controlar a sus vástagos, que por ley son hijos únicos; en caso contrario, ¿cómo van a ser capaces de conducir al pueblo? La retórica del liderazgo moral sigue en pie, pero se ve atacada constantemente.
Un día es el asesinato de un británico en un asunto de negocios el que hunde a una joven promesa. Otro día se divulgan las fotos de varios jerarcas en una orgía. Ahora lo del Ferrari. Por una parte, parece claro que la sabia utilización de tales hechos forma parte de las guerras palaciegas desatadas para tomar las mejores posiciones de cara a la inminente sucesión de Hu. Por otra parte, también parece claro que las redes sociales están reventando las compuertas de la verdad oficial. Una noticia reciente explica que las autoridades están preocupadas por la velocidad con la que circulan y se expanden «rumores falsos y mentiras» por las redes. La traducción es clara.
Al final se ha demostrado que el color del gato sí que importa. Ya saben: «da igual que el gato sea blanco o negro si caza ratones». Era un axioma del posmaoísmo que el psoecialismo de Felipe González hizo suyo. El comunismo eran los soviets más la electricidad, dijo Lenin; la vía china a la celeste felicidad de la sociedad sin clases consiste en juntar la dictadura del proletariado con la acumulación de capital, que es la forma acreditada de incrementar el PIB de las naciones.
Pero con la acumulación de capital llegan los capitalistas (y viceversa), y manejar dinero equivale a manejar tentaciones. El dinero puede pagar Ferrari, orgías, asesinatos y lo que sea. Especialmente allá donde un telón de censura férrea oculta los desmanes de la casta dominante e impide el efecto disuasorio del control social.
Públicas virtudes, vicios privados. Tras repetir durante décadas que el capitalismo era un sistema degenerado y que Occidente se ahogaba en los miasmas de su decadencia moral, los dirigentes de la República Popular China se enfrentan uno tras otro a escándalos protagonizados por miembros de sus élites, hijos y nietos de los constructores de la revolución y del Estado. El hombre nuevo ha resultado ser de lo más parecido al hombre viejo, y el maoísmo con revolución cultural, el sistema más doloroso para transitar del feudalismo imperial al capitalismo imperial. El modo de producción asiático sigue en pie.
XAVIER DOMÈNECH.