Dos acontecimientos, alejados en el tiempo y en el espacio, me sirven para hacer esta reflexión. Antes de entrar en materia es sano reconocer que uno de ellos me ha dado envidia; el otro, me ha descolocado y decepcionado.
Por una parte, sindicalistas andaluces expropiaron alimentos de dos supermercados para, posteriormente, socializarlos entre personas necesitadas. Los detalles son de sobra conocidos; por tanto, voy a destacar lo que me ha parecido más importante: acción directa desde la desobediencia civil, avalada por un sindicato de clase.
Nos han dado una gran lección a quienes nos teníamos por el ombligo del mundo, a quienes pensábamos que la combatividad era una seña de identidad de Euskal Herria. No hace falta echar la vista muy atrás para recordar grandes acciones por los presos o contra el tren de alta velocidad; nombres y grandes luchas se atesoran en el recuerdo: Lemoiz, Euskalduna, Itoiz, Kukutza…
Pero ahora nos hemos quedado anquilosados, estamos oxidados. Nuestra respuesta a la gestión de la crisis económica no deja de ser testimonial: cientos de concentraciones, varias huelgas generales, propaganda, agitación… pero poco más. La mayoría sindical vasca jugando a la oca: de huelga en huelga; entre una y otra, pocos llamamientos y nada de propuestas de lucha que realmente hagan daño al capital, a la banca y a los gobiernos neoliberales.
Si algo ha dejado claro el carro de Mercadona es que la propiedad privada es inherente al sistema capitalista y, por tanto, intocable; en consecuencia, todos los poderes del estado español lo han perseguido y satanizado, para que no cunda el ejemplo. Si han reaccionado así, ya sabemos lo que les hace daño. Temen el estallido social, nos marcan el camino.
El segundo acontecimiento la foto de Laura Mintegi y su equipo en la balconada del Hotel Carlton rememorando una anterior del Lehendakari Agirre, ha sido efectista porque durante varios días no se ha hablado de otra cosa, pero nada pedagógico.
No se puede afirmar que el gobierno de Agirre fue el único gobierno soberano en la historia de Euskal Herria; no, por tres motivos: porque se construyó sobre una base legal, el Estatuto, del que se había retirado la disposición adicional relativa a la futura incorporación de Nafarroa, porque solo representaba a Bizkaia y Gipuzkoa (que habían derrotado la insurrección armada fascista, mientras que Araba y Nafarroa enseguida fueron dominadas por los golpistas) y porque le tocó actuar como un gobierno de guerra aislado de Madrid y Valencia.
En la situación socioeconómica actual, poner como referencia un gobierno de concentración, decir que vamos a hablar con todos los partidos o proponer un acuerdo nacional con el PNV, resta credibilidad a una fuerza política que tiene una alternativa real para hacer frente a la crisis, porque esa alternativa no se puede llevar a cabo con algunos compañeros de viaje, ya que los modelos sociales y económicos son antagónicos.
Beltza (Emilio López Adan), refiriéndose al gobierno Agirre, lo sintetizó magistralmente: “La conclusión de estas realizaciones prácticas del Gobierno Vasco es doble: de una parte, que el PNV fue la fuerza preponderante, gracias a una coyuntura histórica que le aseguró la colaboración de socialistas, comunistas y republicanos; la segunda, que la política antifascista del nacionalismo estuvo todo el tiempo acompañada de una política contrarrevolucionaria, enemiga de la revolución social, conforme a su doctrina y al papel en él de las clases poseedoras del País.”