El otro día me preguntaron a ver si creía que el modelo de gestión de PNV-PSOE-PP había fracasado. Contesté a bote pronto y rápidamente que sí, más pensando en el modelo capitalista como un fracaso a escala mundial para la inmensa mayoría de la población que no tiene otro horizonte más que la miseria y el caos. Bien, posiblemente fue una respuesta basada más en un deseo que en la realidad. La realidad indica que el triunfo del capitalismo ha sido arrollador y por doble partida. Tanto para cebar a esa minoría capitalista dándole unas cotas de control abrumador y por otra parte, esa terrible capacidad de “hacer creer” a la sociedad que no existen ningún tipo de alternativas y en el caso de haberlas el capitalismo sería la “menos mala”.
Llegados a este punto, se podría decir que el capitalismo es un sistema altamente sofisticado y que ha sabido sintetizar la experiencia de siglos de opresión. De la capacidad de esas alternativas para sublevarse no hay dudas, harina de otro costal sería su capacidad para asentarse. Y es que hablando en plata, el proyecto socialista, salvo honrosas y escasas excepciones ha sido incapaz de mantener el pulso dejando vía libre a la expansión del capitalismo. Más incluso que una derrota material ha sido sobre todo una derrota espiritual. Los valores burgueses son acogidos por todas las clases sociales. Euskal Herria no es una excepción y pese a que en diversos apartados hay una latente resistencia y ciertamente datos que indican que existen unas bases amplias para empezar a dar la vuelta a la tortilla, el caso es que el sistema es visto como un todo-poderoso que puede ser atacado pero poco más.
Digámoslo claro, el modelo de gestión de UPN-PNV-PSOE-PP es un éxito. Y lo es, no simplemente porque a lo largo de las décadas han sabido mantenerse en el poder y gestionar en baremos capitalistas el propio capitalismo (no hay mucho espacio para otra cosa), además con un fuerte apoyo popular, sino porque han forzado a la alternativa a colocarse a la defensiva y tratar de ganar la batalla de la eficacia gestora aunque sea en baremos diferentes. Eso imposibilita en gran parte el cambio de sistema y sitúa las reivindicaciones de máximos en un posibilismo que lo reduce a la búsqueda de un capitalismo de rostro amable, cuando no, en una mera resistencia y discurso del NO pero sin aportar ningún SI. ¿Cómo aportar una alternativa al sistema y no a la mera gestión de éste o a la mera lucha contra él?. Esa es una de las incógnitas aún no resueltas. Y no por falta de definición: (Estado socialista vasco), sino por algún motivo que bloquea el boceto de una teoría socialista vasca de carácter revolucionario que partiendo de la experiencia de la lucha generada en décadas y la propia historia, cultura e idiosincracia vasca vaya dibujando el plano de la democracia socialista para Euskal Herria. Si a eso añadimos la falta de un diseño estratégico global de la lucha de clases, lo cual hace no generar un avance integral en toda Euskal Herria cuando se producen avances sectoriales, sino que se quedan como luchas inconexas con el resto de dinámicas y no ayudan a alimentar en toda Euskal Herria una línea de trabajo concreto, coordinado y organizado, ahí tenemos en mi opinión el nudo bien señalado.
Se podría alegar que la lucha de clases en Euskal Herria toma la forma de liberación nacional. Siendo esto correcto y teniendo en cuenta que las necesidades de un proceso de liberación nacional con uno de liberación social difieren sobre todo en los sujetos motores y alianzas, eso no debería impedir ni ser óbice para desplegar también una estrategia socialista en clave de ofensiva con el capital con el que se cuenta. No se alcanzará la independencia si el proceso socialista no genera ciertas condiciones necesarias debido a la naturaleza capitalista de los estados español y francés junto con los lazos que tiene con la oligarquía vasca y capas de la burguesía autóctona. Eso hace que el avance hacia el Estado vasco tiene que tener el motor construido desde abajo y la izquierda, de lo contrario no se aceleran las contradicciones de cara a una ruptura. ¿Qué significa todo esto?. Que las probabilidades de alcanzar la independencia en el caso vasco están íntimamente ligadas a la capacidad con la que pueda quedar erosionado el sistema capitalista y se avancen en los esquemas del nuevo Estado tanto a nivel nacional como social, lo cual como efecto colateral también traerá la sacudida dentro de la esfera de influencia social del regionalismo, especialmente del PNV. No, el PNV como partido difícilmente apostará con todas sus consecuencias por la liberación nacional hasta que se radicalizen las contradicciones de clase en su seno. Por mucho que se intente desde el lado nacional apenas funcionará como ha sido comprobado hasta ahora.
Para todo esto, va a hacer falta algo más que una gestión diferente a lo conocido hasta ahora y simplemente desde las instituciones se hará imposible un cambio real y encaminado hacia la independencia y el socialismo, si no va acompañado por una alternativa integral dispuesta a desplegarse, empezando por los barrios y pueblos, desde la calle, en las fábricas, en los centros de enseñanza y en todos los espacios liberados de poder popular existentes y que se harán necesarios de crear en el futuro y en todos sus frentes y niveles, elevando un poder dual enfrentado al estado que le luche la hegemonía hasta que casque lo viejo y se abra paso el nuevo sistema. Y para que casque lo viejo, obviamente nunca se puede olvidar tampoco la lucha frontal contra éste.