Es el país que, considerado individualmente, posee las mayores reservas de hidrocarburos en el planeta.
A estas marcas, cuyo mérito parecería corresponder a la herencia biológica o a la geológica, se suman otros indicadores sorprendentes.
Según el Guinnes World Book Records 2008, más del 55% de los venezolanos entrevistados el año anterior respondieron que eran “muy felices”, lo cual nos coloca en el rango de país más feliz del mundo. De acuerdo con la Encuesta Gallup 2010, el 64% de los ciudadanos opina que está prosperando, lo cual nos convertiría en el quinto país más próspero del mundo, en empate técnico con Finlandia, y sólo superado por Dinamarca, Suecia, Canadá y Australia.
Conforme al Happy Planet Index, Venezuela presenta para 2010 una marca de Bienestar Experimentado de 7.5 sobre 10, lo cual lo empata con Suiza y lo coloca apenas por un decimal por debajo de Noruega, pero lo sitúa por encima de Estados Unidos, que no pasa de 7.16. La llamada Huella Ecológica desmejora algo el rango de nuestro país, pero debemos considerar que con ella se culpabiliza a Venezuela por el consumo de hidrocarburos de buena parte del mundo.
La felicidad es una opinión, pero una opinión que define si nuestra vida vale la pena. También, para ser plena debe ser merecida. Es sospechoso un país al cual el destino asigna un exceso de mujeres bellas o de energía fósil ¿Hemos ganado nuestra dicha?
Por lo menos, es evidente que no la heredamos. Saqueada durante trescientos años de Colonia española, expoliada durante doscientos años de vida republicana, Venezuela finalizó el siglo XX con una deuda pública impagable, un nivel de pobreza de 70% y un gobierno en vías de entregar la principal riqueza del país a las transnacionales y la soberanía al Fondo Monetario Internacional para imponer un Paquete Neoliberal.
Para ganar la felicidad hay que asumir el control del propio destino. El pueblo venezolano protagonizó en 1989 una sublevación masiva contra el Paquete Neoliberal, precursora de movimientos similares en América Latina y más tarde en Europa. Esta sublevación deslegitimó a los partidos que la reprimieron con saldo de miles de muertos, y abrió paso para que en 1998 llegara democráticamente al poder Hugo Chávez Frías y el año inmediato fuera sancionada con abrumadora mayoría en referendo popular la Constitución Bolivariana. Desde entonces, el movimiento bolivariano ha triunfado en doce elecciones inobjetables, monitoreadas por centenares de observadores internacionales que jamás han encontrado fallos significativos. La única derrota ocurrió en un referendo sobre una compleja reforma constitucional, por insignificante diferencia de 50.000 votos.
Ser feliz es controlar los medios de vida propios. El Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela para 1998 era el equivalente de 42.066.487.000 bolívares actuales; para 2011 es de 58.011.931.000. Contribuyen decisivamente a este incremento la lucha contra la privatización de Petróleos de Venezuela S.A y una firme política de defensa de los precios en la Organización de Países Exportadores de Petróleo.
Para ser feliz, hay que aplicar los ingresos al bienestar de todos. En 1988 se destinaba sólo un 8.4% del PIB para el gasto social; en 2008 se le dedica el 18.8%, más del doble. Entre 2004 y 2010 PDVSA aporta en forma directa el equivalente de 61.369 millones de dólares al desarrollo social. Según el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), de los 547 000 millones de dólares que ha ingresado el estado venezolano en los últimos años, el 60% se aplicaron a la inversión social. La riqueza no trae la felicidad, pero la miseria tampoco. En 1996, un 70% de los venezolanos estaba en situación de pobreza, y un 40% en pobreza crítica; gracias a la inversión social para 2009 la pobreza ha descendido al 23%, y la pobreza extrema al 6%, lo cual eleva a Venezuela a la categoría de tercer país con menos pobreza en la región. El Índice de Gini de desigualdad en ingresos de los hogares desciende de 0,4865 en 1998 a 0,3928, lo cual nos convierte en el país con menor índice de desigualdad en la América Latina capitalista, mientras el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que en 1998 nos situaba en 0,691, para 2007 nos eleva al Rango Alto de Desarrollo Humano con 0,878. En sólo una década, la expectativa de vida del venezolano se eleva en dos años y la talla promedio de los niños en dos centímetros.
Ser feliz es trabajar productivamente y estar bien remunerado por ello. Una nueva Ley del Trabajo devolvió a los trabajadores sus prestaciones sociales, arrebatadas por un gobierno neoliberal en 1966. La tasa de desocupación se situaba en 11 % en 1998, desciende al 7,95% en 2009 y al 6% en 2012. El salario mínimo, a partir de 100 en 1998, casi se decuplica en 1.224 para 2010, y con el añadido de cesta ticket alcanza a 2.199, magnitud veinte veces mayor, superior a la de la Canasta Alimentaria Normativa que se sitúa en 1.270, y que constituye el salario mínimo más alto de América Latina.
De poco valen cuerpos sanos sin mentes lúcidas. El gobierno bolivariano descartó un proyecto de privatización del sistema educativo que lo hubiera hecho inaccesible a las mayorías. El gasto educativo saltó de menos del 3% del PIB en esos tiempos, al 5,4% en 2000 y al 6,3% en 2008. Gracias a la Misión Robinson, Venezuela alfabetiza 1.678.671 personas para 2009 y erradica el analfabetismo. En 1990, sólo 39,96% de los niños asistían al preescolar; en 2008 concurre más del doble, el 84,8%. Para 1998 – 1999, sólo el 53,41% de los niños en edad escolar asistía a la educación inicial pública; para 2008, lo hacen el 84.8%. No sólo se les garantiza la educación gratuita: para 2008, unos 4.055.135 alumnos del sistema de Educación Básica son atendidos por el Programa de Alimentación Escolar, un incremento de casi el doble desde 1999. En 1988 sólo el 18% de los jóvenes estaban matriculados en el sistema educativo, para 2008 es el 42,37%. En la última década el gobierno ha creado 15 nuevas universidades; La matrícula universitaria se duplicó de 894.418 educandos en 2000 a 2.109.331 en 2009. En Venezuela estudian 9.329.703 personas: uno de cada tres venezolanos; la inmensa mayoría de los establecimientos en todos los niveles son públicos y por tanto gratuitos; el acceso a la educación está universalmente garantizado.
La dicha de aprender abre paso al disfrute de los bienes culturales. Según encuesta del Centro Nacional del Libro en 2012, el 82% de los venezolanos lee cualquier tipo de materiales; 50,2% de ellos libros, que ahora son abundantes y accesibles, lo cual nos convierte en el tercer país lector de América Latina.
Pareciera que hablamos demasiado de indicadores económicos, sociales y culturales y poco de política. Pero cultura, sociedad y economía son la sustancia de la política. Con estos antecedentes, no deben extrañar los pronósticos para las elecciones del próximo 7 de octubre.
Para el 8 de agosto de 2012, la encuestadora GIS XXI verifica 56% a favor de Hugo Chávez, 30% por Capriles, 14% de indecisos.
Para el 9 de agosto, Datanalisis registra 46,8% a favor de Chávez, 34,2% a favor de Capriles, 19% indecisos.
La encuestadora Hinterfaces para el 16 de agosto de 2012 atribuye 48% a Hugo Chávez, 30% a Capriles Radonski, 22% a los indecisos.
Son las encuestadoras más acreditadas y presentan cifras distintas, pero todas con sustanciales mayorías a favor de Hugo Chávez Frías.
Estas cifras causan honda preocupación en el Departamento de Estado. El 27 de agosto José Vicente Rangel informa que cuando los encuestadores participaron los resultados a funcionarios de la embajada de Estados Unidos, éstos se mostraron interesados en disminuir la brecha “a partir de la ocurrencia de un evento extraordinario, cuya magnitud y características no precisaron, pero que podría impactar en los resultados finales de las elecciones del 7 de octubre y generar hechos impredecibles».
Durante una década, Venezuela ha sido uno de los principales impulsores de una diplomacia multipolar y de proyectos de integración latinoamericana y caribeña que desafían la hegemonía estadounidense. Una oposición vinculada a Estados Unidos, que ha intentado desmantelar el proyecto socialista democrático mediante el golpe de Estado, el intento de magnicidio, el sabotaje petrolero, el cierre patronal y el terrorismo, posiblemente intentará evitar las elecciones de octubre o deslegitimar sus resultados mediante “hechos impredecibles” ilegales y destructivos. Quizá la misteriosa explosión de tanques de gas en la refinería de Amuay el 26 de agosto de 2012 cumplía esta profecía.
A mí me entristece que tanta felicidad aflija a unos pocos, porque el pesar del bien ajeno tiene un nombre muy feo. Decía el joven Marx que no desearía para sí mismo una dicha que no fuera compartida por millones. En nuestra democracia tenemos todos los derechos, incluso el de sentirse desdichado por el bienestar de otros. Nuestra dicha tiene imperfecciones, reveses, metas por cumplir. Pero yo voto por la felicidad, que sabe mejor cuando se comparte.