Cuesta imaginarla vestida de guerrillera, cargando una mochila de 25 kilogramos, repeliendo a tiros el ataque enemigo o buscando refugio para evadir los bombardeos aéreos. Se la conoce como Sandra Ramírez y dejó el escenario de guerra colombiano para viajar a la capital cubana a hablar de paz. Hasta ahora es la única mujer, conocida públicamente, envuelta en las conversaciones exploratorias entre delegados de las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del gobierno de ese país, encabezado por Juan Manuel Santos, para iniciar un diálogo destinado a «la construcción de una paz estable y duradera».
Sandra Ramírez frente al Malecón de La Habana
Cuando se la vio llegar al primer encuentro con la prensa ofrecido en agosto en La Habana por representantes de las FARC, no todos los periodistas sabían quién era. Pronto el dato recorría el salón: entre los negociadores iniciales figura la compañera de «Manuel Marulanda», nombre de guerra de Pedro Antonio Marín, fundador y líder de la guerrilla más longeva de América Latina.
Una de las interpretaciones de su presencia en estas pláticas es que se reafirma la continuidad de un proceso iniciado por Marulanda, muerto de un paro cardiaco en marzo de 2008.
«Es su legado el que está presente. Durante sus 60 años de lucha estuvo buscando una salida política al conflicto, y esa ha sido siempre nuestra vocación», afirmó Ramírez en una entrevista exclusiva con IPS.
«Al lado del comandante Marulanda aprendí el amor a esta causa que llevamos, lo cual definitivamente implica un compromiso mucho mayor. Trabajamos juntos muchos años, compartimos muchísimas cosas», agregó en un momento de la conversación en que las emociones pusieron en riesgo su hablar pausado y sosegado.
Ramírez es hija de una familia campesina numerosa –«fuimos 15 hermanos, las opciones de vida eran escasas, sobre todo para nosotras», las mujeres– y se unió a la guerrilla con 17 años. En mayo cumplió 48 y aún no se arrepiente del camino escogido. En la montaña aprendió enfermería y comunicaciones e integró el cuerpo de guardia de los «camaradas» de la dirección nacional de las FARC.
Al parecer, así fue como se acercó sentimentalmente a Marulanda, a quien acompañó y cuidó en los últimos años de su vida.
La prensa colombiana recuerda haberla visto junto a él, 10 años atrás, en las conversaciones de paz entre las FARC y el gobierno de Andrés Pastrana (1998−2002), en el municipio sureño de San Vicente del Caguán.
IPS: Aquellos diálogos fracasaron. ¿Cuál es su expectativa con este que comenzará en Oslo el 8 de octubre y que se prevé continúe en La Habana?
SANDRA RAMÍREZ: Estamos iniciando este nuevo proceso de conversaciones, a ver si con el esfuerzo de todos, de la guerrilla, el gobierno y el pueblo colombianos, logramos una solución política al conflicto.
Las posibilidades de éxito (en este empeño) siempre han estado presentes, el problema es que la oligarquía colombiana siempre se ha negado a ceder un milímetro de su estatus de poder, desde el cual elimina a tiros al opositor.
IPS: ¿Cree posible conversar de paz sin cese de hostilidades?
SR: El gobierno de Álvaro Uribe (2002−2010) se caracterizó por ejercer la violencia extrema, no abrió las puertas a la paz. Ahora la correlación de fuerzas es diferente, tanto dentro del país como en el entorno latinoamericano de Colombia, con gobiernos democráticos como los de Venezuela, Bolivia o Ecuador.
Los pueblos están adquiriendo otras formas de lucha y eso incide en el pueblo colombiano. La decisión es sentarse a conversar, pero la lógica y el mismo escenario nos dirán si hay o no cese del fuego que, de darse en algún momento, tiene que ser bilateral.
IPS: A comienzos de los años 90, el líder cubano Fidel Castro, quien comandó la insurrección armada que lo condujo al poder en 1959, comenzó a desaconsejar ese camino e insistió en las posibilidades de la lucha de masas, especialmente del «pueblo unido, el pueblo coordinado, el pueblo luchando en una misma dirección». ¿Qué le pareció a usted esa declaración?
SR: Las condiciones en Colombia son muy diferentes. No hay libertades para la participación política. Aferrada al poder, la ultraderecha elimina (físicamente) a sus opositores; ha cerrado todas las vías y no nos dejó otra opción que el uso de las armas para que nos escuchen. Porque se trata de eso, usamos las armas para que nos escuchen.
IPS: Se dice que las FARC quieren negociar porque están debilitadas.
SR: Las FARC buscan la paz desde que se fundaron y esta es una nueva oportunidad. Claro, como organización que enfrenta toda la tecnología de punta suministrada por Estados Unidos, no podemos negar que hemos sido golpeados y perdido cuadros valiosos. Pero eso no significa debilidad.
IPS: ¿Usted considera que hay condiciones para que el pueblo colombiano acompañe este proceso?
SR: Claro que sí, este diálogo responde al deseo de indígenas, afrodescendientes, de todos los movimientos y sectores sociales del país. No es un capricho del gobierno de Santos ni de las FARC.
IPS: En los acuerdos que ustedes consideran hoja de ruta de las pláticas de paz no se menciona la situación de la mujer. ¿A qué se debe?
SR: La situación de la mujer en Colombia es tan difícil como la de todo el pueblo colombiano, por eso no se menciona específicamente.
IPS: Alrededor de 40 por ciento de la tropa de las FARC son mujeres; sin embargo ellas no están en el Secretariado de la organización…
SR: Nosotros calculamos que en este momento somos más de 40 por ciento. No hay mujeres en la dirección nacional, pero sí en el Estado Mayor Central y en escalones intermedios. A nivel de compañías, las hay integrando los comandos de dirección.
IPS: También en Colombia las mujeres sufren violencia doméstica y el machismo que las discrimina. ¿Existen esos problemas en la guerrilla?
SR: Nuestra organización brotó de las entrañas de la sociedad colombiana y no está ajena a esas realidades. Pero en su seno se contribuye a la preparación de las combatientes para que se expresen, participen, tomen decisiones y hagan valer sus derechos. Tenemos normas disciplinarias y no se permiten riñas y menos violencia contra la mujer.
IPS: ¿Es verdad que hay niños en la guerrilla?
SR: Ha habido casos excepcionales, con hijos o hijas de guerrilleras o guerrilleros muertos en combate. A veces sus abuelitos no pueden cuidarlos y son muy vigilados y perseguidos por la policía o el ejército. No queda más remedio que llevarlos con nosotros. Les damos una educación, se designa a algún combatiente para que los atienda, tratamos de darles la mejor atención.
IPS: ¿Qué pasa si ese niño o niña quiere marcharse?
SR: Se analiza la situación. Generalmente optan por quedarse por un problema de seguridad. Ha habido muchos casos de niños que hoy son excelentes combatientes y hasta comandantes.
IPS: ¿Hay presión o coacción sobre los jóvenes para que ingresen a la guerrilla?
SR: De ninguna manera. El ingreso es por voluntad propia de cada persona, sea hombre o mujer. La edad mínima para integrarse a las FARC es 15 años.