Miguel Her­nán­dez… y me metí pue­blo aden­tro- Mai­té Campillo

“si no es por aque­lla mujer que vie­ne andan­do detrás de noso­tros te deja­mos seco”

De haber vivido

El 30 de octu­bre Miguel hubie­ra cum­pli­do 102 años.

De no haber sido tor­tu­ra­do has­ta dejar­lo morir de todo, has­ta impe­dir­le su liber­tad, cuan­do ya de él no que­da­ba sino una som­bra débil, como hoy déca­das des­pués sigue suce­dien­do con los pre­sos polí­ti­cos con la mis­ma saña y odio que duran­te el triun­fo del nazis­mo tras el levan­ta­mien­to con­tra la Repú­bli­ca. De haber vivi­do el que tan­to ama­ra la vida,

raíz de tie­rra fecun­da, can­tor de rui­se­ño­res atra­ve­san­do trin­che­ras agi­tan­do los vien­tos a favor, lan­zan­do alien­to a la pala­bra ensal­za­ba la cul­tu­ra, has­ta des­fa­lle­cer enar­de­cien­do la poe­sía, el tea­tro, el pre­gón, el men­sa­je, la agi­ta­ción, la entre­ga, el amor, y tam­bién supo de la trai­ción; lan­zó el puño y el fusil, sobre el can­to de las balas al cora­zón del des­po­tis­mo fie­ro y mor­daz de den­tro y fue­ra, amo­ti­na­dos con­tra un pue­blo que qui­so hacer revo­lu­ción, sedien­to de evo­lu­ción, jus­ti­cia y libertad.

Por todo lo soña­do, pelea­do, resistido

Fase de inti­mi­da­ción… te deja­mos seco, enero de 1936:

Los cuer­pos repre­si­vos del fas­cis­mo seguían en el poder. Has­ta die­cio­cho inte­lec­tua­les se unie­ron a tra­vés de un mani­fies­to de pro­tes­ta sobre dicha deten­ción inti­mi­da­to­ria con ame­na­za cri­mi­nal, que con­tó con las fir­mas de Fede­ri­co G. Lor­ca, José Ber­ga­mín, Cos­sío, J. Sen­der, Pablo Neru­da, Tere­sa León, Rosa Cha­cel, Rafaél Alber­ti, Anto­la­gi­rre, Cer­nu­da, Sali­nas… ¿Qué suce­dió aquél lunes 7 de enero, don­de los cuer­pos repre­si­vos seguían actuan­do como en el rei­no del impe­rio? Que un sen­ci­llo pai­sano, cabre­ro como medio de sus­ten­to, y poe­ta como poten­cia huma­na, en uso de su liber­tad, y sin dis­fra­zar­se pre­via­men­te de seño­ri­to excur­sio­nis­ta (el men­ta­do Miguel Her­nán­dez), tuvo la ocu­rren­cia de pre­ten­der sen­tir el cam­po cer­ca de la ciu­dad, y subir­se a un tren en Madrid apeán­do­se del mis­mo en San Fer­nan­do, enfi­lan­do los pasos de la mis­ma mane­ra que cual­quier otra per­so­na del pue­blo, con su habi­tual aspec­to natu­ral a cues­tas, hacía el cam­po, en bus­ca de una pací­fi­ca jor­na­da de bucó­li­co solaz y nos­tál­gi­co rego­ci­jo. Pero estan­do ensi­mis­ma­do en la dicha de sus asun­tos, ale­ja­do de sus cabras y del bulli­cio de la gran ciu­dad capi­ta­li­na, pasean­do a ori­llas del Jara­ma, ins­pi­rán­do­se en lo que sería su pró­xi­ma obra, fue dete­ni­do por la sinies­tra Guar­dia Civil, y pre­gun­ta­do con la arro­gan­cia y pre­po­ten­cia que les carac­te­ri­za que, qué hacía por aque­llos luga­res. Con­tes­tó son­rien­te al pare­cer, “el sos­pe­cho­so”, que no era sino un escri­tor que esta­ba allí por gus­to. Pero aquél des­afor­tu­na­do paseo cam­pes­tre tomó cuer­po de gue­rra!. La for­ma de ser, de ves­tir cam­pe­cha­na por sen­ci­lla ‑tan común al mis­mo tiem­po- modes­ta al nivel eco­nó­mi­co que carac­te­ri­za­ba a un pai­sano sen­ci­llo de ámbi­to rural, lle­vó a la Guar­dia Civil acos­tum­bra­da a res­pe­tar sólo al seño­ri­to, a mani­fes­tar su repu­dio racial y tra­tar­le con pre­po­ten­te vio­len­cia, ade­más de con­du­cir­le arres­ta­do al cuar­te­li­llo de San Fer­nan­do. Cuen­tan, que duran­te el trayecto…

Fue gol­pean­do su rabia e impo­ten­cia por la humi­lla­ción pro­vo­ca­da, dán­do­le pata­di­tas a las pie­dras que encon­tra­ba por el camino, con sus mani­tos meti­das en los bol­sos, pen­san­do, pen­san­do… cuán difí­cil es ser gen­te en la vida. Y, es que es ahí obser­va­do con más rabia si cabe, por su “mani­fies­to desa­fío”, y ame­na­zan de muer­te: “si no es por aque­lla mujer que vie­ne andan­do detrás de noso­tros te deja­mos seco.” Rudas, áspe­ras, ter­sa y pas­to­ril, áci­das pala­bras, una agre­gue­ría, obvia ame­na­za vinien­do de tan sinies­tro cuerpo.

Ver­sión del poe­ta, que no se dis­fra­za de seño­ri­to para salir al cam­po. Fase pri­me­ra, a car­go del cabo:

Al entrar en el cuar­te­li­llo y sin más expli­ca­cio­nes, golle­rías imper­ti­nen­tes en tales manio­bras, el cabo le abo­fe­teó. Siguie­ron gol­pes y humillaciones.

Fase segun­da, la del regis­tro minucioso:

Se le inter­vino, bol­si­llo supe­rior dere­cho, par­te inte­rior de la cha­que­ta, una cuar­ti­lla enca­be­za­da por un nom­bre de ine­quí­vo­cas reso­nan­cias con­tu­ber­ni­coau­rí­fe­ras: Juan de Oro.

Fase ter­ce­ra, se bus­ca la evidencia:

La evi­den­cia se tenía, y si las pes­qui­sas no rin­die­ron mayo­res fru­tos, no fue por fal­ta de saga­ci­dad ni de entu­sias­mo por par­te de los bene­mé­ri­tos encar­ga­dos de resol­ver el caso.

  • Juan de Oro, este es un cóm­pli­ce… con­fie­sa, insis­tie­ron los interrogadores.
  • Es un títu­lo para una obra de tea­tro… con­tes­tó el “sos­pe­cho­so”

Fase cuar­ta, la del total des­pre­cio, no se inmu­ta nin­gún mando:

Y así, diez­ma­do, gol­pea­do, insul­ta­do, veja­do per­ma­ne­ció varias horas en el cuar­te­li­llo, has­ta que le per­mi­tie­ron tele­fo­near a un ami­go, per­so­na influ­yen­te, que res­pon­dió por él.

Fase cuar­ta, “la bri­llan­te” ope­ra­ción toca a su fin:

  • Pati­na­zo, jefe.
  • Dar­le boleta.

Y Miguel, más cara de tie­rra que nun­ca, de ham­bre de cul­tu­ra, de impo­ten­cia y revo­lu­ción; ya con una con­cien­cia impe­ran­te toman­do for­ma des­bo­ca­da en su cuer­po, cami­nó con tres heri­das, la de la vida, la de la muer­te, la del amor, y des­an­du­vo el camino hacia la esta­ción; toma el pri­mer tren y se apea en el cen­tro de la capi­tal lla­ma­da Madrid. Vaya con el día de campo!

Fase quin­ta, la de la abe­rra­ción, día siguien­te de ser liberado:

Aquí paz y des­pués glo­ria, “Don Miguel”, hága­se car­go, lamen­ta­ble error, pro­duc­to del exce­so de celo de unos guar­dias ais­la­dos, negli­gen­cia, en fin, que con­vie­ne archi­var. . . Y, logra­ron que la pren­sa lo silen­cia­ra, a excep­ción de, “Mun­do Obre­ro” (órgano del P.C. diri­gi­do por José Díaz). Corría el mes de enero del 1936.

Fase revo­lu­ción, hubo quién pen­só de otra manera:

“Pro­tes­ta­mos de la veja­ción que repre­sen­ta abo­fe­tear a un hom­bre inde­fen­so, pro­tes­ta­mos de esta cla­si­fi­ca­ción (se refie­re a la dife­ren­cia de tra­to), entre seño­ri­tos y hom­bres del pue­blo que la Guar­dia Civil hace cons­tan­te­men­te.“ En este caso que denun­cia­mos, Miguel Her­nán­dez es uno de nues­tros poe­tas jóve­nes de más valor […] .

Este mani­fies­to fue fir­ma­do por die­cio­cho soli­da­rios mili­tan­tes de la cul­tu­ra, poe­tas, escri­to­res, y dos arqui­tec­tos-escul­to­res. Pero, como ellos bien dije­ron, ¿cuán­tas arbi­tra­rie­da­des como ésta se esta­ban come­tien­do a dia­rio, sin que nadie se ente­ra­ra? Seis meses después…

TEATRO DE GUERRA

“El 18 de julio de 1936, fren­te al movi­mien­to de los mili­ta­res trai­do­res, entré yo, poe­ta, y con­mi­go mi poe­sía, en el tran­ce más dolo­ro­so y tra­ba­jo­so, pero más glo­rio­so al mis­mo tiem­po, de mi vida. No había sido has­ta ese día un poe­ta revo­lu­cio­na­rio en toda la exten­sión de la pala­bra. Había escri­to ver­sos y dra­mas de exal­ta­ción del tra­ba­jo y de con­de­na­ción del bur­gués, pero el empu­jón defi­ni­ti­vo que me arras­tró a esgri­mir mi poe­sía en for­ma de arma com­ba­ti­va me lo die­ron los traidores.

Aquel 18 de julio…

Intuí, sen­tí venir con­tra mi vida como un gran aíre, la gran tra­ge­dia, la tre­men­da expe­rien­cia poé­ti­ca que se ave­ci­na­ba, y me metí pue­blo aden­tro, mas hon­do de lo que estoy meti­do des­de que me parie­ran, dis­pues­to a defen­der­lo fir­me­men­te de los pro­vo­ca­do­res de la inva­sión. Des­de enton­ces acá ven­go luchan­do de muchas mane­ras, y sólo me can­so y no estoy con­ten­to cuan­do no hago nada. Una de las mane­ras miás de luchar, es haber comen­za­do a cul­ti­var un tea­tro hirien­te y breve.

Un tea­tro de guerra…

La Cola, El Hom­bre­ci­to, El Refu­gia­do, Los Sen­ta­dos, son una mani­fes­ta­ción del tea­tro que he dado comien­zo. Creo que el tea­tro es un arma mag­ní­fi­ca de gue­rra con­tra el enemi­go de enfren­te y con­tra el enemi­go de casa. Entien­do que todo tea­tro, toda poe­sía, todo arte, ha de ser hoy más que nun­ca, un arma de gue­rra, y aho­ra, en estos momen­tos de revo­lu­ción y reno­va­ción de tan­tos valo­res, más al des­nu­do y al peli­gro que nunca.

Es la de hoy, la hora más apro­pia­da para mi.

Y no quie­ro dejar­me dor­mir ni dis­traer, por­que quie­ro ver cua­ja­dos los sen­ti­mien­tos y los pen­sa­mien­tos de mi gen­te en una vida de dig­ni­dad, de gran dure­za, y para eso pon­go mis cin­co sen­ti­dos en este tra­ba­jo de engran­de­ci­mien­to, como pue­do y como sé, con mi poe­sía y con mi tea­tro, las dos armas que más relu­cen en mis manos con más filo cada día, tra­to de hacer de la vida mate­ria heroi­ca fren­te a la muer­te. Y no he de parar has­ta hacer­la. Yo me digo…

Hay que sepul­tar las rui­nas del obs­ceno y men­ti­ro­so tea­tro de la bur­gue­sía, que toda­vía andan movien­do pol­vo y rui­na en nues­tro pueblo.¡¡Fuera de aquí!!

De los ojos y las ore­jas de aquí, aque­llos espec­tácu­los que no sir­ven para otra cosa que para mover la luju­ria, dor­mir el enten­di­mien­to y tapar el cora­zón relu­cien­te del pueblo.

La gran tra­ge­dia que se desarrolla.

Nece­si­ta poe­tas que la con­ten­gan, la expre­se, la orien­ten y la lle­ven a un tér­mino de vic­to­ria y de ver­dad. Cuan­do des­can­se­mos de la gue­rra, y la paz apar­te los caño­nes de las pla­zas y los corra­les de las aldeas, me veréis por ellos cele­brar repre­sen­ta­cio­nes de un tea­tro que será la vida mis­ma, saca­da lim­pia­men­te de sus trin­che­ras, sus calles, sus cam­pos y sus paredes.”

NOTA

En 1925 Miguel Her­nán­dez tie­ne que aban­do­nar los estu­dias y poner­se a tra­ba­jar al cui­da­do de un reba­ño de cabras. Pero fer­vien­te de seguir apren­dien­do, se une a una de las pocas alter­na­ti­vas que había en el pue­blo, la ter­tu­lia de los her­ma­nos Fenoll don­de cono­ce a “Ramón Sijé”. Con ape­nas 15 años, ya comien­za a intro­du­cir poe­sía en dia­rios, loca­les y pro­vin­cia­les. En 1927 apa­re­cen los pri­me­ros manus­cri­tos y poe­mas del poeta.

Duran­te su pri­me­ra estan­cia madrileña.

Diciem­bre de 1931 y mayo de 1932, Migue­li­to se ente­ra de nue­vas inter­pre­ta­cio­nes lite­ra­rias, sobre todo del neo­gon­go­ris­mo de la famo­sa “Gene­ra­ción del 27”, y otras corrien­tes de van­guar­dia artís­ti­ca. Esta visi­ta y con­tac­tos le van reafir­man­do su inte­rior y con­cien­cia, rege­ne­ran­do otros sen­ti­mien­tos, apar­tán­do­le, del has­ta enton­ces guía e ins­truc­tor, R. Sijé.

A los 23 años crea, “Peri­to en lunas”, tras su regre­so a Orihuela.

Publi­ca­da a prin­ci­pios de 1933, don­de ya mani­fies­ta refe­ren­cia evi­den­te de la influen­cia de estos mode­los. Y con 26 años, fru­to de esa fie­bre y edu­ca­ción auto­di­dac­ta arro­lla­do­ra, crea­do­ra, sur­ge , “El rayo que no cesa”. En mar­zo de 1934, el poe­ta, rea­li­za su segun­do via­je a Madrid.

Don­de cono­ce a un gran núme­ro de escri­to­res, artis­tas e inte­lec­tua­les. Tras otro nue­vo regre­so a Orihue­la en abril. Miguel vuel­ve a par­tir de nue­vo hacia Madrid a media­dos de julio para ver a José Ber­ga­mín. Fue enton­ces en la ter­tu­lia, Cruz y Raya, que tuvo lugar el pri­mer encuen­tro entre Miguel Her­nán­dez y Pablo Neruda:

Yo lo cono­cí cuan­do lle­ga­ba de alpar­ga­tas y pan­ta­lón cam­pe­sino de pana des­de sus tie­rras de Orihue­la, en don­de era pas­tor de cabras. […] Miguel era tan cam­pe­sino que lle­va­ba un aura de tie­rra en torno a él. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raí­ces y que con­ser­va fres­cu­ra sub­te­rrá­nea. […] Era ese escri­tor sali­do de la natu­ra­le­za como una pie­dra intac­ta, con vir­gi­ni­dad sel­vá­ti­ca y arro­lla­do­ra fuer­za vital. Pablo Neru­da, un 4 de enero de 1935… res­pon­de des­de Madrid a la car­ta de Miguel (se da cuen­ta que su nue­vo ami­go Migue­li­to está en la encru­ci­ja­da), y le acon­se­ja de ale­jar­se de la reli­gio­si­dad con­ser­va­do­ra de Sijé:

Que­ri­do Miguel, sien­to decir­le que no me gus­ta El Gallo Cri­sis, le hallo dema­sia­do olor a igle­sia aho­ga­do en incien­so. ¡Qué pesa­do se pone el mun­do, por un lado los poe­tas comu­nis­tas, por el otro los cató­li­cos, y por suer­te en medio Miguel Her­nán­dez hablan­do de rui­se­ño­res y cabras! Ya hare­mos revis­ta aquí que­ri­do pas­tor, y gran­des cosas.

La car­ta que Migue­li­to diri­ge des­de Madrid a Juan Gue­rre­ro Ruiz, junio de 1935, en ella renie­ga, toda la pre­ce­den­te fase reli­gio­sa de su pro­pia obra:

“Tie­ne que per­do­nar­me que no le envia­ra mi auto sacra­men­tal […]. Ha pasa­do algún tiem­po des­de la publi­ca­ción de esta obra, y ni pien­so ni sien­to muchas cosas de las que digo allí, ni ten­go nada que ver con la polí­ti­ca cató­li­ca dañi­na , ni mucho menos con la exa­cer­ba­da y tris­te revis­ta de nues­tro ami­go Sijé…

Ven­go muy satis­fe­cho de librarme
de la ser­pien­te de las múl­ti­ples cúpulas,
la ser­pien­te esca­ma­da de casu­llas y cálices”

El poe­ta, ni podía ni que­ría ocul­tar el cam­bio de su cos­mo­vi­sión a Ramón Sijé. En julio de 1935, escri­be des­de Madrid a su novia Josefina:

“Mi ami­go Pepi­to (se refie­re a Ramón Sijé) está dis­gus­ta­do con­mi­go por­que le dije hace tiem­po que está dema­sia­do meti­do en la igle­sia siempre.”

Duran­te el verano de 1935

Her­nán­dez redac­tó la “Oda entre san­gre y vino a Pablo Neruda”

El tex­to de ese poe­ma for­mó par­te del “folle­to-home­na­je” que Miguel Her­nán­dez jun­to con otros admi­ra­do­res había entre­ga­do a Neru­da en Madrid en el mes de junio de 1935, poco antes de com­po­ner esa oda.

Ya relam­pa­guean las hachas y las hoces con su metal cris­pa­do, ya true­nan los mar­ti­llos y los mazos…

Ramón Sijé, veía esca­par al anti­guo dis­cí­pu­lo de su con­trol. Le envía una car­ta “preo­cu­pa­do” des­de Orihue­la en noviem­bre de 1935:

Es terri­ble lo que has hecho con­mi­go. Es terri­ble no man­dar­me Caba­llo Ver­de… Por lo demás, Caba­llo Ver­de no debe inte­re­sar­me mucho. […] Caba­llo impu­ro y sec­ta­rio. […] Quien sufre mucho eres, tú, Miguel. Algún día echa­ré a alguien la cul­pa de tus sufri­mien­tos humano-poé­ti­cos actua­les. Trans­for­ma­ción terri­ble y cruel. […] Efec­ti­va­men­te, camino de caba­llos melan­có­li­cos. Mas no camino de hom­bre, camino de dig­ni­dad de per­so­na huma­na. Neru­dis­mo (¡qué horror, Pablo y sel­va, ritual nar­ci­sis­ta e infra­hu­mano de entre­pier­nas, de vello de par­tes prohi­bi­das y de prohi­bi­dos caba­llos!); alei­xan­dris­mo; alber­tis­mo. […] ¿Don­de está Miguel, el de las batallas?.

Sijé, per­ci­be con gran cla­ri­dad las amis­ta­des lite­ra­rias, “peli­gro­sas”, de Migue­li­to en la capi­tal, que ade­más de Pablo Neru­da, Vicen­te Alei­xan­dre y Rafael Alber­ti, eran ami­gos muy repre­sen­ta­ti­vos para él. No obs­tan­te, el poe­ta le dedi­ca­ría un impul­so de nos­tal­gia de su infan­cia y juven­tud en Orihue­la: Yo quie­ro ser llo­ran­do el hor­te­lano de la tie­rra que ocu­pas y ester­co­las, com­pa­ñe­ro del alma, tan temprano…

“Me lla­mo barro aun­que Miguel me llame”

Tan sólo a un mes de la car­ta cita­da, la noche del 23 al 24 de diciem­bre de 1935, falle­ce Ramón Sijé; mien­tras que Miguel Her­nán­dez esta­ba pre­pa­ran­do el poe­ma­rio men­ta­do arri­ba, “El rayo que no cesa”, para la impren­ta. Pese al ante­rior dis­tan­cia­mien­to entre ellos, Migue­li­to sin­tió la tris­te­za de la muer­te ante sus ojos, la nos­tal­gia de sus pri­me­ros años de ado­les­cen­cia con sus mitos y sus penas; com­pu­so inme­dia­ta­men­te una ele­gía para el ami­go difun­to, logran­do incluir­la en su nue­vo libro a tiem­po para la publi­ca­ción. En 1936, ingre­sa volun­ta­rio en las mili­cias del ejér­ci­to popu­lar; es nom­bra­do comi­sa­rio de cul­tu­ra, don­de pelea como mili­ciano y poe­ta del pueblo.

Julio de 1937 (tuvo lugar en Valen­cia y Madrid)

“II Con­gre­so Inter­na­cio­nal de Escri­to­res para la Defen­sa de la Cultura”

Encuen­tro de los más impor­tan­tes entre inte­lec­tua­les anti­fas­cis­tas de toda Euro­pa. Entre muchos otros escri­to­res par­ti­ci­pa­ron, Miguel Her­nán­dez y Pablo Neru­da, que hallán­do­se de nue­vo esos días en Madrid, el poe­ta Pablo sin­tió el deseo de visi­tar su anti­guo domi­ci­lio en Argüe­lles (con el mis­mo nom­bre de la casi­ta, de la que escri­be esta nota, un orgu­llo): “Casa de las Flo­res”, don­de fue acom­pa­ña­do por Migue­li­to. Pablo Neru­da tras el encuen­tro de inte­lec­tua­les anti­fas­cis­tas regre­sa a Fran­cia, y Miguel Her­nán­dez sale de via­je hacia la Unión Sovié­ti­ca. Estan­do el poe­ta aún en Mos­cú, es que apa­re en Valen­cia, sep­tiem­bre de 1937, su 1º poe­ma­rio de gue­rra titu­la­do “Vien­tos del pueblo”.

Tú pre­gun­tas por el cora­zón, y yo también…

Mira cuán­tas bocas ceni­cien­tas de ren­cor, ham­bre, muer­te, páli­das de no can­tar, no reír: rese­cas de no entre­gar­se al beso pro­fun­do. Pero mira el pue­blo que son­ríe con una flo­ri­da tris­te­za, augu­ran­do el por­ve­nir de la ale­gre sus­tan­cia. Él nos res­pon­de­rá. Y las taber­nas, hoy tene­bro­sas como fune­ra­rias, irra­dia­rán el res­plan­dor más pene­tran­te del vino y la poesía.

Como Neru­da, Miguel Her­nán­dez, había cam­bia­do la orien­ta­ción de su poe­sía duran­te el verano de 1936, trans­for­mán­do­la en “arma de gue­rra” al ser­vi­cio de la cau­sa: repú­bli­ca, revo­lu­ción. En pala­bras de Neru­da pode­mos leer: Pre­gun­ta­réis… Y dón­de están las lilas?
Y la meta­fí­si­ca cubier­ta de amapolas?
Y la llu­via que a menu­do golpeaba
sus pala­bras llenándolas
de agu­je­ros y pájaros?
[…]
Pre­gun­ta­réis por qué su poesía
no nos habla del sue­ño, de las hojas,
de los gran­des vol­ca­nes de su país natal?
Venid a ver la san­gre por las calles,
venid a ver
la san­gre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
“Lla­mo a los poe­tas. Entre todos voso­tros ‑dice Migue­li­to- con Vicen­te Alei­xan­dre y con Pablo Neru­da tomo silla en la tierra.”

Aún antes del fin de la con­tien­da. Y con Madrid toda­vía en manos de la repú­bli­ca, el poe­ta mili­ciano deci­de visi­tar a Car­los Mor­la Lynch, enton­ces encar­ga­do de nego­cios en la emba­ja­da chi­le­na de la capi­tal. Miguel Her­nán­dez soñó por algún tiem­po idea­li­zan­do a Pablo Neru­da su ver­da­de­ro ami­go del alma, con la idea de salir hacia Chi­le jun­to con Jose­fi­na y su peque­ño hiji­to, con­fian­do en la amis­tad y ayu­da de Pabli­to. Pero la emba­ja­da chi­le­na no pue­de garan­ti­zar su segu­ri­dad per­so­nal, le dije­ron, así es que, Miguel Her­nán­dez des­car­ta la idea.

Tras la vic­to­ria del eje fas­cis­ta, y sin noti­cias de la suer­te de Migue­li­to, Neru­da ano­tó las fra­ses siguien­tes, que fue­ron publi­ca­das años más tarde:

Mi gran ami­go, Miguel, cuán­to te quie­ro y cuán­to res­pe­to y amo tu joven y fuer­te poe­sía. Adon­de estés en este momen­to, en la cár­cel, en los cami­nos, en la muer­te, es igual: ni los car­ce­le­ros, ni los guar­dia­ci­vi­les, ni los ase­si­nos podrán borrar tu voz ya escu­cha­da, tu voz que era la voz de tu pue­blo. (Para nacer he naci­do, 76).

Miguel Her­nán­dez, fue arres­ta­do el mes de mayo, tra­tan­do de cru­zar la fron­te­ra hacia Por­tu­gal. Des­de la madri­le­ña cár­cel de Torri­jos escri­bió el 26 de junio de 1936 a Neru­da, que por esa fecha se encon­tra­ba de nue­vo en París. Que­ri­do Pablo:

[…] Es de abso­lu­ta nece­si­dad que hagas todo cuan­to esté en tu mano por con­se­guir mi sali­da de Espa­ña y el arri­bo a tu tie­rra en el más bre­ve espa­cio de tiem­po posi­ble. […] Sabré de ti por la Emba­ja­da, des­de don­de harán el favor de venir a comu­ni­car­me cuan­to resuel­vas. Me acuer­do como nun­ca de voso­tros. Te nece­si­to como nun­ca. Da un gran abra­zo a Delia, y tú reci­be el otro. (OC, 258).

Fran­co, al reci­bi­mien­to, de la Jun­ta Téc­ni­ca de Acción Católica:

«Es nues­tra tarea, aho­ra, recris­tia­ni­zar nues­tra nación.»

*CUBA

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Mi pro­fun­do sen­ti­mien­to y soli­da­ri­dad con las víc­ti­mas del hura­cán “Sandy” (no se el pelo­tu­do que bau­ti­zó el hura­cán, quie­nes son los que ponen nom­bre a los hura­ca­nes?, de segu­ro es el grin­go, podrían haber­lo lla­ma­do Tío Sam!!!, más rea­lis­ta en cuan­to a su áci­da cru­de­za, que toda alu­sión a la raíz de la “san­dia”)… Varios son los hura­ca­nes que he vivi­do en Cuba, el últi­mo fuer­te sufri­do fue en Bara­coa, lla­ma­do Ike, y la ver­dad hubo esce­nas aterradoras.

Abra­zo y beso al pue­blo de San­tia­go, pro­ta­go­nis­ta de mil bata­llas, mis mejo­res sentimientos.

Vaya con el pue­blo de Cuba y su espí­ri­tu inter­na­cio­na­lis­ta, el video de Sil­vio Rodri­guez, inter­pre­tan­do el poe­ma de Miguel Her­nán­dez, dedi­ca­do a su ami­go y com­pa­ñe­ro de lucha Pablo de la Torriente.

Mai­té Cam­pi­llo (actriz y direc­to­ra de teatro)

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