Recuerdo en mis tiempos más mozos que siempre existía, especialmente en ciertos sectores del movimiento, como una especie de tensión o incluso a veces de reprobación hacia ciertas actitudes, postulados o incluso apariencias que teníamos los jóvenes. En diferentes épocas fue tildado de conflicto generacional. También es cierto que la juventud ha sido muy arropada, aunque no siempre, todo hay que decirlo. El caso es que los que ya no somos tan jóvenes (aunque sea por poco) nos creemos que tenemos las claves al haber pasado por esa etapa olvidando muchas veces que los contextos difieren y los que son muy jóvenes se encuentran sin la experiencia de haber pasado ya la juventud. Por lo tanto, se hace necesario un poco de ejercicio de empatía para que el entendimiento sea correcto y no se reduzca todo al minimalismo de descerebrados Vs viejos cascarrabias. Lo cierto es que según pasa el tiempo no se si me estaré situando cada vez más en el lado de los cascarrabias aunque nunca me hubiera imaginado que los motivos fueran diametralmente opuestos de aquellos que usaban los que nos tildaban de descerebrados.
Recientemente se hacía público el proceso Zukgua que tiene como objetivo de dar cuerpo a una organización juvenil independentista y de izquierda. Qué tipo de organización y con qué características está por decidir. Aunque ya se ha adelantado que se busca una caracterización plural y abierta a la aportación de todos y todas. Generalmente cuando oigo “plural y abierta” me echo a temblar, y no es que sea porque esté en contra de la pluralidad y el carácter abierto sino que en la mayoría de los casos eso acaba significando que los baremos ideológicos se reducirán a la mínima expresión y los mínimo común denominadores tanto en la práctica como en la teoría se convierten en máximos. En resumidas cuentas, que no existe ninguna organización plural y abierta en la faz de la tierra, sino que tiene una caracterización concreta y definida. Es por ello que normalmente se hacen necesarias diferentes herramientas para dar cabida a los diferentes niveles de implicación e incidencia ideológica. Una, muy importante y vital, ha sido la estructuración juvenil a través de una organización revolucionaria, abertzale y socialista.
Las desapariciones organizativas recientes hicieron que se abriera un futuro incierto donde las posibilidades de que el amplio caudal de lucha juvenil fuera absorbido por una dinámica institucional que hiciera perder todo referente para la juventud en el caso de que alguien cayera en la tentación de cubrir este vacío mediante la creación de las siempre inoperativas y dependientes “juventudes del partido”, o que no existieran centros neurálgicos de debate y estrategia juvenil por encima del sectorialismo, o que se buscara la unidad juvenil con diferentes olvidando que la juventud abertzale y socialista revolucionaria, la histórica, es una parte también.
Es probable que existan muchas tentaciones de “re-adecuarse” al contexto actual cuando lo más seguro es que precisamente haga falta revolucionar la situación y con un discurso propio y marcado. De lo contrario la lucha juvenil se convertiría en un apéndice de políticas que si bien han demostrado potencialidad, están aún por demostrarse y los vacíos y errores existentes son en algunos casos de profundo calado y significado.
Euskal Herria y el movimiento popular, las dinámicas de los pueblos y barrios, así como la juventud vasca necesitan de una organización potente que sin excesivas concesiones a la lírica empiece a dar la vuelta a la tortilla de esas “sensaciones” que se van imponiendo y que todos y todas sabemos cuales son. El destensionamiento y la asimilación. Y es precisamente la juventud vasca la que podrá enfrentarse a ello con garantías de éxito o que finalmente nos instalemos en ellas