“Pensar como un hombre ha sido un halago no una limitación para las mujeres que han querido escapar a la trampa del cuerpo. No es extraño que muchas mujeres inteligentes y creativas hayan insistido en que eran “seres humanos” primero, y mujeres sólo accidentalmente, que hayan minimizado su biología o sus vínculos con otras mujeres. El cuerpo ha terminado siendo tan problemático para las mujeres que a menudo han preferido prescindir de él y viajar como un espíritu incorpóreo”
(Adrienne Rich).
El cuerpo sin serlo se transforma en una trampa patriarcal. De la incomodidad surge un sentir misógino, odioso y despreciativo con nosotras mismas que se entreteje con la idea de que somos seres incompletas… Y claro, para estar “completas”, nuestras organizaciones –de mujeres y feministas- deberían ser mixtas.
La feminidad del Ser Mujer es una camisa de fuerza, un molde, al que –demos gracias- parece que nunca, ninguna –por más que parezca- se adapta totalmente. Para sobrevivir todas somos desadaptadas alguna o muchas veces y otras veces cedemos. Es probable que existan tantas historias como vidas. La estructura, la columna vertebral del patriarcado, sostiene y produce innumerables y complejas maneras de sobrevivirlo.
Mujer es un invento que existe
Las primeras homínidas no eran “Mujer”. La producción del ser Mujer y su cualidad la Feminidad, se dio en procesos de jerarquización, estratificación y asimetrías, o sea en el proceso de Dominación. Sin jerarquización no hay géneros (no hay clases, razas, normalidad sexual, superioridad humana).
Guerras y economía de excedentes en vez de subsistencia comunal –entre otras cosas- generaron el “Intercambio de Mujeres” y unos seres fueron transformados en seres para servir a otros.
La mitad de los sapiens podían manejar desde su cuerpo la reproducción (o no) de la especie completa. Animales peligrosos –entonces- aquellos que pudiesen llegar a dominar los destinos reproductivos de la comunidad desde sus úteros. En todo caso, una idea falsa porque no hay evidencia histórica de dominio por parte de las homínidas y tampoco se puede asegurar que las comunidades matrilineales no las consideraran más como “paridoras” que cómo autoridades. Lo que sí parece claro es que millones de siglos anteriores a lo que llaman Historia y Civilización, no hubo Patriarcado estructural ni Matrimonio, y la Heterosexualidad no fue ni un valor ni una norma: No hubo Hetero-normatividad y no se nacía mujer… El Sexo no es a‑histórico.
Siempre es político
“No se nace mujer, se llega a serlo…; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto…”
(Simone de Beauvoir 1949).
La Mujer se construye socialmente. El género es una jerarquización en sí misma. No es “naturaleza”, se naturaliza. No es Biología ni biologismo, no es “genitalidad”, si no una producción social histórica concreta con el objeto de Dominar. Se crea a la mujer para explotar su trabajo. No se trata de capricho, manía o sentimientos de macho, es sólo Política de la Dominación y tiene, como toda dominación, inmensas ganancias de todo tipo para quienes dominan, especialmente para sus jerarquías. Esto tiene consecuencias ideológicas como la creación de un sistema político para sostener el orden necesario y el surgimiento de sentimientos machistas de control, sentimientos misóginos de dominio y sometimiento, y un sinfín de otros códigos.
Los cuerpos y su sexualidad se vuelven políticos en cualquier contexto y su manipulación y tratamiento se transforman en normas que apoyan los intereses de grupos hegemónicos. Por ejemplo, las sociedades aceptan ‑abiertamente como en Grecia o solapadamente como en nuestra época- la homosexualidad y abusos como la pederastia e incluso el incesto ejercido por hombres, y todo ello sin fracturar la Heteronormatividad y el Matrimonio que aseguran la riqueza que produce la Familia para el Estado y para la clase que lo controla. Una Familia que las mujeres, como obligación natural y entrega amorosa, sostienen en “lo privado” y reproducen entregando placer, cuidados afectivos y materiales, trabajo voluntario gratuito, traspaso de energías de todo tipo. Y este “rol” se amplía a la sociedad completa: las mujeres fuera del matrimonio, amantes, prostitutas, madres, hijas, hermanas, amigas, compañeras, secretarias, colegas, cumplen este mismo rol o parte de él en diversas organizaciones y contextos considerados públicos.
El Patriarcado se sostiene con coerción, explotando necesidades, con chantajes y manipulación para lograr que las mujeres cedan que no es lo mismo que consentir
(Nicole Claude Mathieu, 1979).
Coerción es por ejemplo limitar los cuerpos de las mujeres materialmente colocándoles velos, extirpándoles el clítoris, prohibiéndoles la entrada a lugares de culto religioso, lapidándolas, traficando con sus cuerpos, violando a las lesbianas como manera de “corregirlas”, asesinándolas por No ser lo que se espera de ellas. Explotación de necesidades es que seamos usadas como mano de obra más barata y segregadas en determinados trabajos. Con esto se logra sostener la jerarquía sexual de la División Sexual del Trabajo remunerado y doméstico. La manipulación y chantajes, se logra en gran parte con la producción de La Mujer-Madre.
Maternidad femenina
Ser madre es un salvo conducto de moralidad y decencia
(Adrienne Rich, 1976).
La Maternidad es un proceso reglamentado legal y moralmente, al que se le entrega por parte del Estado, de la Sociedad y/o la Comunidad una cuota importante de poder femenino, lo que es un buen gancho y a la vez una vía para chantajear a las madres y decirles: “ustedes crían, les hemos entregado el poder, en consecuencia ustedes son las culpables del machismo y de todo lo que no esté bien en la familia. También sus errores se extienden a toda la sociedad, delincuentes, locos, criminales, son culpa de sus madres”.
Pero no todo es así de duro, el Estado puede llegar a condecorar a las que más paren, darles subsidios por hijo, regalarles leche y otros alimentos mientras crían futuros ciudadanos. Luego, los patrones escatiman salas cunas y fueros maternales. El Estado da regalos y halaga a las madres; los patrones con buen cálculo las rechazan en primera instancia para luego contratarlas por pocos pesos. Todo muy concertado entre ambos. El Estado aparece como un protector de madres, pero nunca destruye de raíz la doble y triple jornada ni los trabajos precarios, sino que incluso los promueve y los llama “oportunidades”. Las madres deben aceptarlos y agradecer. Otras deciden trabajar en negocios familiares. En sectores rurales, lo hacen en chacras familiares en vez de trabajarle a un patrón ajeno haciendo gratis lo mismo que a otros les pagan, o en realidad haciéndolo a cambio de habitación, comida, suministros básicos, etc.(es una especie de trueque nunca visibilizado que termina siendo el rol “natural”). También pueden intentar ganarse unos pesos que nunca alcanzan, elaborando pequeñas producciones caseras. Cuando ese negocio crece, las llaman “microempresarias” y ellas ya pueden comenzar a transformarse en patronas de otras mujeres.
En cualquier caso, no hay jornada única para las mujeres ni en la familia ni en el rol maternal ni en la empresa patronal. El trabajo remunerado no es “Liberación”. El Estado lo sabe y lo conserva así, y para congraciarse entrega unos meses más de post natal, propone pagarles salario a las amas de casa y en un gesto de género muy siglo 21, deja que los padres tomen el post natal en vez de las madres. La “equidad de género” en plena vigencia, mixta como gusta hoy.
La “Equidad de género” es mixta y heterosexual
El autoengaño neoliberal es que toda la historia social concreta y material de las mujeres y la feminidad sería simétrica con la de los hombres o que gracias a la inclusión actual, se borra la asimetría. La coerción brutal, los pactos masculinos en el campo de la política, los chantajes de las jerarquías de clase, la manipulación a las madres, fueron borrados y/o superados. La historia es negada y las mujeres también porque ya no existen.
El acceso al mundo laboral remunerado nos fue devuelto a las mujeres por el capital cuando ya estaba segura la estructura del Matrimonio y entonces el salario femenino ya no pudo ser autonomía si no “una ayuda para la familia”. También se nos entregó el voto en todo el mundo, pensando que las “madres” seremos conservadoras porque “debemos ocuparnos de la tranquilidad” ‑aunque sea precaria- de las wawas [hijxs pequeñxs]. Y es verdad, nos ocupa y preocupa. Parir ya no responde al deseo de hacerlo, de lamer y pegar al cuerpo al cachorro para enseñarle la autonomía, o de abortar en situaciones amenazantes. La Maternidad se transforma en una institución en sí misma patriarcalmente delimitada. Por eso, entre otras cosas, el Estado regula el aborto y mujeres de partidos o cercanas a ellos se lo entregan en bandeja. Los gobiernos deciden si abortamos o no “terapéuticamente”, y ellos definen “terapéutico” (te indican que “si te violaron, puedes”, pero por elección, no…). Un ser que puede manejarse y regularse por sí mismo, aprendió a no hacerlo y a creer que la vida que se le asigna es “Naturaleza”.
Sin esencias, histórico
No hay nada anterior a lo social. Todo se produce a la par de un cuerpo nacido, sus vivencias jamás son neutrales. Mis deseos no dependen de mis genitales. No tengo ninguna esencia, no soy antes de haber vivido. La anatomía no significa nada sin una experiencia social histórica que es una experiencia política. No parece haber un ser mujer sin vivir procesos de asignación de un rol con el que ese ser se debate y discute. Se configura alguien que interpreta sus vivencias, lo que ve, cede, reniega, escapa…
Ser Mujer no es un cuadro fijo, inamovible, estático. Es una experiencia concreta que a través de la Historia ha organizado resistencias, fugas, reformas y/o desmantelamientos del sistema que la oprime, y lo ha hecho colectivamente porque no hay feminismo individual, puede haber sentimientos feministas en cada una, pero la acción es colectiva. Son procesos íntimos (una solamente percibe cómo los está viviendo a cada segundo) y son a la vez colectivos porque en la identificación con otras se comprende la dominación y se construye caminos para destruirla.
Matando a la mensajera
Si hay algo que las mujeres organizadas de manera feminista ‑incluso cuando no se nombraron como tales- han apreciado a través de la Historia, es organizarse entre mujeres, autogestionarse entre mujeres, actuar juntas para encontrar y desmontar –o al menos fracturar- el germen de las dependencias y los estigmas, y para celebrar el goce que significa llevarles la contra. El ánimo ha sido siempre autónomo, la porfía también. La autonomía libera, no aparta ni separa. Es anticolonial porque se representa a sí misma y devela lo que se ha ocultado históricamente. La autonomía ha sido la estrategia fundamental para fugarse. Hemos seguido habitando los mismos mundos que los demás y junto con eso construyendo los espacios propios negados. Con la autonomía de unas no se niega la existencia de los otros, al revés, es la negación de la autonomía la que borra a grupos enteros de seres en este sistema.
Hay millones de seres, y de seres humanos ‑no solo hembras- a quienes se les ha mutilado deseos, libertad, partes de su cuerpo, en una carnicería patriarcal. Hay millones que siendo particulares hormonalmente, genéticamente, biológica y genitalmente, han sido obligados a entrar en un sistema dual masculino-femenino, es verdad, no se niega. Tienen su historia propia y concreta de opresiones, resistencias y acciones desmanteladoras, nosotras también.
Nosotras nos hemos organizado identificándonos en vivencias y propuestas. Los feminismos no son responsables del binarismo patriarcal, al contrario lo descalifican, lo enfrentan, y varios feminismos lo desarman. No hay que matar a las mensajeras de la horrible noticia que destroza vidas y cuerpos de personas que no quieren ser lo que se les obliga. Sabemos que vivir no es una operación matemática. Justamente es mucho más compleja, por eso negar lo que se ha vivido no va terminar con el Patriarcado y es más, puede fortalecerlo con la idea de que ya estaría superado.
¿Desaparecen las mujeres y se quedan los hombres?
No sólo la feminidad, si no la masculinidad son producciones patriarcales, pero desaparecen las mujeres y no los hombres, ¿por qué? Hombres y defensoras, reclaman entrar a los encuentros feministas nacionales, latinoamericanos y caribeños, y movimientos de la Diversidad Sexual dicen que las mujeres no existimos. Las agencias de financiación están muy interesadas también en estas propuestas… Es una madeja muy enredada que suena a más Inclusión en la Dominación.
Lo primero que salta a la vista es lo heteronormativo del primer reclamo. ¿Debe haber hombres en el feminismo para que éste sea completo? ¿Son la fuerza que nos faltaba?… Este celo particular por “lo mixto” parece garantizar que las mujeres no andaremos solas, que no dejaremos de ser el soporte doméstico, secretarial y subalterno en las organizaciones.
Y de yapa, la anulación de nuestra existencia, la desautorización de nuestra palabra. Algo re-conocido por nosotras que siempre debemos probar inocencia.
¿La historia concreta no corrobora que vivimos y hemos actuado?…
Si no existimos, la mayoría de los más de 2 mil millones de indigentes en la actualidad en todo el mundo son seres neutros, sin historia política y sin realidad política. No se requiere de desagregación de cifras de pobreza, no tiene caso denunciar explotaciones de clase y racismo específicas contra unas no mujeres. Ya no se dice Violencia contra las Mujeres, si no Violencia “De Género”, el fenómeno de la Violencia machista deja de ser un fenómeno político estructural para pasar a ser el lado oscuro de la “equidad”. Desaparecen las agravantes para un tipo de crimen en razón de un sexo, quedan escritas en leyes, pero en la vida concreta se disuelven – apenas se visibilizó el femicidio se transformó en una ley inservible-…
Es bueno reflexionar, conversar, discutir, coordinar coincidencias que busquen desmantelar los géneros, sus privilegios, el patriarcado y sus mecanismos de explotación, y hacerlo con distintas agrupaciones. Pero no parece justo que “la” condición sea: “¡Admítannos y luego hablamos!”, sino más bien una muestra más de prepotencia.
Los feminismos han nacido con materia íntima y colectiva, desde un cuerpo y vivencias concretas. No es que seamos “genitalidad hegemónica” ni esencia, es que la piel nos ha cicatrizado así. Son experiencias concretas que se configuran distintas de acuerdo a territorios, clases sociales, a la Historia de cada pueblo y a vivencias particulares. Es un cuerpo vivido –no un espíritu incorpóreo‑, individual y colectivo –no universal‑, propio y autónomo, que no necesita ser completado ni transformarse en “mixto”.
Algunas fuentes
MÉNDEZ, LOURDES. Antropología feminista. Ed. Síntesis. Madrid 2007
SANAHUJA YLL, María Encarna. La cotidianidad en la prehistoria. La Vida y su sostenimiento. Ed. Icaria Antrazyt. Barcelona, 2007.
RODRIGAÑEZ BUSTOS, CASILDA. La Sexualidad y el Funcionamiento de la Dominación. Para entender el origen social del malestar individual. La Rebelión de Edipo, IIª Parte. Reediciones Sarri Sarri Editorial, Stgo. 2010.
GONZÁLEZ MARTÍN, ANA Mª. La Prehistoria. Vida y Costumbres en la Prehistoria. Ed. Edimat, Madrid 2006.
RICH, ADRIENNE “Nacemos de Mujer. La maternidad como experiencia e institución”. Ed. Catédra, Universitat de València, Instituto de la Mujer, Valencia, 1996.