Nagham Salman, experta en Oriente Próximo |
Russia Today
Recientemente, se ha cumplido un año del asesinato de Muammar Gaddafi, momento en el que Libia desapareció totalmente de los medios de masas occidentales, como si su muerte hubiera normalizado democráticamente al país, otorgado a sus ciudadanos la anhelada libertad, y establecido un respeto estricto a los derechos humanos.
Pero en Libia ocurrieron, han ocurrido y siguen ocurriendo cosas atroces desde que la Yamahiriya árabe fuera desmantelada por la operación ‘Odisea del amanecer’, una operación que el paso del tiempo se encargará de catalogar como uno de los episodios más terribles de la historia de la Humanidad.
Tras más de 10.000 bombardeos y ataques de las fuerzas mercenarias infiltradas, la muerte de Gaddafi a manos de un miembro de los servicios secretos franceses abrió las puertas a una nueva ocupación y un caso más de flagrante expoliación de los recursos naturales.
Y aunque la muerte de Gaddafi a cargo de un agente de los servicios franceses ya ha sido reconocida y publicada por varios medios europeos, la opinión pública occidental ignora todavía los crímenes contra la Humanidad y los crímenes de guerra que se cometieron durante y tras la operación militar extranjera. Y lo más lamentable: los que siguen cometiéndose a día de hoy.
La inteligencia imperialista aprovechó la oleada de protestas árabes de para sacarse de encima a un político tan molesto para los intereses geoestratégicos anglo-sionistas. La Libia de Gaddafi era uno de los pocos países árabes que todavía apoyaban sinceramente a la causa palestina. Por otra parte, era una piedra en el zapato para el desarrollo de AFRICOM , por su liderazgo anti-imperialista en el continente africano. En tercer lugar, el petróleo y gas libio era un gran activo para las corporaciones multinacionales energéticas occidentales.
En resumidas cuentas: Libia era la víctima perfecta y el único problema sería discutir cómo se repartiría el botín.
La ‘guerra humanitaria’ de la OTAN en Libia provocó en unos meses la destrucción total del que fuera el país más desarrollado de África, y el magnicidio de más de 120.000 personas. Otras 240.000 personas resultaron heridas y más de 70.000 inocentes fueron encarcelados en las prisiones inhumanas que las milicias infestadas de yihadistas extranjeros infiltrados desde Túnez y Cirenaica, y armados hasta los dientes por las potencias neo-colonialistas, habilitaron en las ciudades y pueblos que iban arrasando tras los bombardeos de los cazas franceses y británicos.
Las únicas ONG´s a las que se permitió la entrada en Libia tras la invasión fueron Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que ocultaron y han seguido ocultando la magnitud de la catástrofe. Esta deliberada omisión no hace más que confirmar que ambas organizaciones están controladas por la inteligencia imperialista.
Mientras la realidad de Libia era bombardeos masivos y entrada masiva de mercenarios que se unían a los rebeldes y enfrentaban a lo que quedaba de las tropas gubernamentales tras los bombardeos, la mercadotecnia política y los servicios de inteligencia occidentales elaboraban todo tipo de simbología revolucionaria, banderas y pancartas con inscripciones que entregaban a las masas en Bengasi y a unos cientos de actores en la Plaza Verde de Qatar para simular la toma de la capital, Trípoli, por los manifestantes y grabar las ‘manifestaciones’. Así, mientras la gran mayoría de bengasíes y tripolitanos paseaban pancartas contra la intervención extranjera, se contrataron actores y se inició la gran campaña de intoxicación mediática desde Qatar, donde el canal Al Jazeera puso a disposición de los agresores externos y a sus medios hegemónicos todos sus recursos.
De esta manera, la opiniones públicas occidental y árabe fueron contaminadas durante toda la invasión y tras ella, convencidas de que la ‘Responsability to Protect’ estaba llevándose a la práctica respetándose estrictamente la legalidad internacional. Con algo tan sencillo como imputar a las fuerzas de Gaddafi la autoría de las masacres de civiles que dejaban tras de sí los bombardeos de la OTAN y mostrar los vídeos que hieren la sensibilidad de cualquier ser civilizado, es más que suficiente convencer a la opinión pública de que debe intervenirse para salvar la vida de miles de civiles.
El típico guión hollywoodiense de buenos y malos que rige la política internacional maniqueísta impuesta desde el Pentágono.
Todo conflicto provocado requiere un intenso trabajo de preparación, razón por la cual ciertos países destinan cada vez más recursos presupuestarios a los servicios de inteligencia, lo que hace sospechar que nos alejamos de una comunidad internacional regida por el Derecho.
En Libia, la operación militar fue precedida por los contactos del ‘filósofo’ y sionista francés Bertrand Henri Levy con algunos líderes tribales de la Cirenaica. Antiguo corresponsal de guerra, es conocido por sus fuertes vínculos con la extrema derecha israelí, hasta el punto que ha sido calificado como el “emisario israelí de la muerte” por su experiencia en fomentar conflictos y preparar el terreno como paso previo a las intervenciones militares de la OTAN en los Balcanes, Afganistán y Sudán. Y por llevarlo a la práctica de nuevo en Libia y conspirar para aplicar el mismo guión en Siria.
Henri Levy ha sido la mano derecha de Nicolas Sarkozy. Estrecho colaborador de la CIA y el Mossad, fue el auténtico autor intelectual de la campaña de intoxicación informativa, hasta el punto que dirigió la simulación de la toma de la Plaza Verde de Trípoli en el plató preparado por Al Jazeera en Qatar, que provocó el reconocimiento del CNT por más de diez países y fue la puntilla al Gobierno de Gaddafi.
Día tras día aparecen más evidencias del maquiavélico plan que acabó con el Gobierno de Gaddafi. Cabe destacar las declaraciones de la periodista ‘freelance’ británica Lizzie Phelan, testigo directo de la agresión extranjera a Libia, que ha aportado todo tipo de pruebas de la macabra operación militar de la OTAN. Dichas pruebas han sonrojado a la prensa internacional, y en especial a la británica, que ha tenido que reconocer que todo fue un complot en cortos artículos en zonas indetectables de los rotativos.
http://lizzie-phelan.blogspot.com.es/
Al igual que el prestigio de Tony Blair se vino abajo tras la invasión de Irak y estuvo a punto de ser procesado por engañar a la opinión pública británica, es posible que algún día veamos a Nicolas Sarkozy o David Cameron también defenestrados, porque la verdad oculta espera su venganza, y una conspiración de tal magnitud no puede ocultarse durante mucho tiempo.
En Occidente, la actualidad internacional es siempre monopolio de los medios de comunicación de masas, que tergiversan la realidad para conseguir el apoyo o la indiferencia de sus sociedades, a las que mantienen entretenidas con deporte y telebasura sensacionalista, y anestesiadas con un estilo de vida basado en el consumo individualista.
A continuación, los Rex Mundi y los poderes financieros que los sustentan, ponen en funcionamiento todo el entramado de corrupción, chantaje y soborno a través de los “cables diplomáticos”, a los que los ciudadanos de a pie tuvimos acceso durante unos días gracias a WikiLeaks.
Finalmente, y por medio del mecanismo anterior, se consiguen los apoyos necesarios para que las altas instituciones internacionales, en especial la ONU y la OMC, permitan, respectivamente, el inicio de conflictos expoliadores y la adopción de sanciones económicas que mantengan al segundo y al tercer mundo suministrando mano de obra y recursos baratos al primer mundo.
El caso de Libia, como antes Afganistán e Irak, y próximamente Malí, y posiblemente Siria e Irán, entrarían todos ellos dentro de la categoría de conflictos expoliadores inducidos.
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Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.