El pasado 10 de noviembre, quienes acudimos a Baiona desde Hegoalde seguro que compartimos una sensación de envidia sana y admiración hacia nuestros paisanos del norte. Porque han hecho posible lo que a este lado de los Pirineos parece tan difícil: reunir a gentes de todas las sensibilidades políticas pidiendo el respeto a los derechos humanos de los presos y una agenda para el proceso de paz.
Aquella foto de miles de personas, con esa pancarta multicolor, es una de las metas que nos hemos marcado como movimiento. Aunque las circunstancias en Hegoalde son evidentemente distintas, aunque aquí necesitemos más tiempo para superar muros y tejer nuevas complicidades, el norte está ahí, nuestro objetivo es ese: tejer un amplio acuerdo social que posibilite y acelere la vuelta a casa de presos y exiliados políticos.
Porque lo quiera o no el Gobierno español, en Euskal Herria hay un proceso de paz en marcha. Y en todo esquema de resolución de conflictos es imprescindible abordar las consecuencias, tratar el capítulo de las víctimas, la memoria, y también dar una solución a los presos y exiliados. Pues bien, para cerrar de manera satisfactoria asuntos tan espinosos ‑que lo son precisamente porque el conflicto sigue latente‑, es imprescindible ese gran acuerdo social, un mínimo común denominador en la ruta hacia la paz.
Por eso nos parece tan importante la fotografía de Baiona. Porque está precedida de un meritorio trabajo de relaciones, de empatía, de acumulación, que ha tenido como resultado una práctica unanimidad social en torno a los temas básicos: proceso de paz, derechos humanos, fin de la dispersión, libertad de los presos enfermos y de quienes han cumplido su condena, acceso a libertades condicionales…
Para apuntalar más el modelo, la manifestación estuvo precedida de varios movimientos del Ministro Valls, ejecutados muy al estilo de su colega Fernández Díaz: pasos atrás, para empeorar, para bloquear. Y estas posturas extremistas, tan alejadas del acuerdo social, provocaron un efecto bumerán y una mayor activación de todos los sectores, que se sintieron atacados en su proyecto de convivencia. Y a buen seguro que ahora, en el Eliseo, el señor Hollande estará reflexionando sobre todo esto. Porque mientras no dé pasos en positivo va a tener un grave problema de desafección social.
Y es que, a estas alturas, ya va estando claro quién se mueve por la paz y quién pretende mantener el conflicto en los parámetros anteriores. Y como lo que está en juego es muy importante, nada menos que el proyecto de convivencia de este país, mucha gente está tomando cartas en el asunto de manera activa, y más que lo harán en la medida en que los gobiernos se empeñen en este bloqueo irresponsable. Buena prueba de ello es la rápida extensión que está teniendo el movimiento Herrira por toda la geografía vasca, el amplio respaldo popular a nuestras iniciativas y las voces cada vez más plurales que se dan cita en ellas.
En este sentido, tomando como trampolín la histórica marcha de Baiona, la cita del 12 de enero en Bilbo adquiere ahora una importancia capital para superar la actual situación de bloqueo. Nuestro objetivo es que ahí se visualice de manera clara ese gran acuerdo social, la voluntad mayoritaria de acabar con la dispersión y con todas las medidas de excepción, el deseo compartido de que todas las partes den pasos definitivos hacia la paz.
Desde el movimiento Herrira vamos a hacer todo lo posible por lograr una foto lo más parecida a la de la manifestación de Baiona. Estamos convencidos de que es posible, de que hay sitio para todos en la pancarta de los derechos humanos, la solución y la paz. Y también vemos que es necesario, que es hora de superar los esquemas partidistas y empezar a pensar como sociedad, porque nos jugamos el modelo de convivencia y el futuro.
Para ello, animamos a la ciudadanía a ponerse en marcha y a hacer todo lo posible por ese gran acuerdo social, trabajando desde la base, acercando posturas en todos los pueblos, en las fábricas, en los centros de estudio. Vamos a hacer la ola gota a gota, desde hoy mismo, cada cual en su ámbito, y el 12 de enero le vamos a decir al mundo que en Euskal Herria también tenemos derecho a nuestro proceso de paz, y que la paz pasa de manera urgente por respetar los derechos más elementales de los presos y sus familiares.
Detrás de una pancarta por el fin de la dispersión hay miles de personas que sufren día a día sus dolorosas consecuencias. Y esas personas también nos piden un pedacito de esperanza, poder creer que su paz también será posible. Por eso, el 12 de enero tenemos que estar, tenemos que sumar. Esta sociedad tiene derecho a la esperanza.