Naiz entrevista a Juanjo Peciña, uno de los fundadores de Askapena, que estos dias celebra sus 25 años de existencia.
Juanjo Peciña fue uno de los impulsores, hace cuarto de siglo, de Askapena. Aprovechando el aniversario, le preguntamos sobre los primeros años de la organización internacionalista y sobre los retos que afronta hoy en día la solidaridad entre los pueblos que habitan el planeta.
¿De qué anhelo surgió, hace 25 años, Askapena?
Desde la reflexión de que los pueblos todavía nos desconocemos mutuamente, algo que, ante las injusticias tanto globales como específicas, impide una solidaridad plena y efectiva entre sectores sociales similares y luchas especificas. Sin duda, un logro del enemigo. Por eso, una solidaridad que no sea básicamente política, basada en el interconocimiento y el desarrollo de estrategias comunes, no solo no es efectiva sino que se convierte en un freno en los objetivos de acabar con las desigualdades, haciendo perdurar el sistema de expolio de los pueblos y personas.
Por otro lado, queríamos situar nuestro pueblo y sus reivindicaciones históricas en el plano internacional, buscando aliados entre pueblos con similares demandas y haciendo causa común en cuestiones como la identidad o el derecho de autodeterminación. Ofreciendo, al mismo tiempo, una solidaridad entre iguales, una solidaridad entre pueblos; es decir, huyendo del paternalismo centroeuropeo.
¿Cómo recuerda los primeros años?
Ilusionantes como cualquier proyecto nuevo, con la apertura de locales para estar en la calle y cerca de la gente, la necesidad de explicar muy bien en las relaciones exteriores y contactos la particularidad de nuestros objetivos, abrirnos a nuevos frentes, etc. En general, una época de muchos debates, los cuales se ha comprobado que eran vitales como la cuestión de la cooperación al desarrollo y las ONGs, la preparación y trabajo previo con brigadistas, etc.
¿Cómo valora el trabajo realizado durante este cuarto de siglo?
Muy positivo, y aunque quede mucho por hacer, en la sociedad vasca se reconoce el calado del discurso de Askapena, tanto por el número de brigadistas –incluidas las brigadas a pueblos del Estado español – , como por el trabajo en ayuntamientos, la movilización en la calle o el acercamiento de realidades desconocidas. Estamos en un punto donde se refleja un mayor conocimiento de dichas realidades.
También es notorio el aporte a nuestro pueblo de elementos vitales como el internacionalismo, que nos hace personas humanas y consecuentes, ‘integras’ que diría el Che, y que nos gustaría que la mayoría de los vascos compartiese. Del mismo modo, hemos demostrado que el nacionalismo y el internacionalismo no son para nada incompatibles, sino complementarios.
¿Cuál es el valor del internacionalismo en pleno siglo XXI?
Las criminales realidades de injusticia, miseria, negación de derechos siguen a la orden del dia y, por ende, la respuesta popular, la lucha y la necesidad de organizarse sigue siendo necesaria; por un lado cada uno en su pueblo y por otro lado conjuntamente ante el mismo enemigo común. Por eso la necesidad del internacionalismo. Conocernos es apoyarnos, ver que no estamos solos, intercambiar experiencias e iniciativas. Se trata de seguir cortando la hierba bajo los pies del capitalismo imperialista salvaje existente. Solo la fuerza conjunta de los pueblos organizados conseguirá cambiar las condiciones hacia una sociedad mas justa, humana y solidaria.