Tras la teatral intervención de Soraya Sáez de Santamaría y su lacrimógeno «esto nos puede pasar a cualquiera», no puedo dejar de imaginarmela como Krusty el Payaso cuando termina una actuación. Se apagan los focos, se derrumba en una silla y enciende un cigarro mientras que murmura con asco «cuánto trabajo me dan estos putos pobretones». También la veo levantándose los pantalones hasta los sobacos, chocando los cinco a sus asesores y soltando, con voz de Steve Urkel un «esto le puede pasar a cualquieraaaaaa». ¿Dramatización? ¿Una caricatura grotesca? Ni de coña. La casta política española, PP y PSOE, actúan con tanta indecencia, con tantísima soberbia, con tamaña falta de escrúpulos, que cualquier escenario puede ser posible. Nos roban, nos condenan a la miseria y, para más inri, se ríen ante nuestro anonadado e insensibilizado rostro. No quiero ni saber qué es lo que hacen cuando ya no les vemos.
El caso Bárcenas es el enésimo escándalo que evidencia la bajeza y el cinismo de un régimen que con una mano recoge sobres y con la otra recorta derechos. Con la derecha nos roba la cartera y con la izquierda se mete la pasta en el bolsillo. ¿Cuántos alquileres entran en un sobre? ¿Cuántos salarios mínimos? ¿Cuántas camas de hospital privatizado para un colegota? La irreverencia del que se siente impune es vomitiva.
El «esto nos puede pasar a cualquiera» y el «no nos consta» simboliza a la perfección dónde nos situamos cada uno. «A cualquiera» de los nuestros, de la mayoría, le pueden echar del trabajo o desahuciar de su casa. Algo que «no nos consta» que le pueda ocurrir a ninguno de los inquilinos de Génova. A lo sumo, lo que «le puede pasar a cualquiera» de ellos es que los agarren con las manos en la masa con una cuenta en Suiza, o repartiendo sobres con billetes arramplados en algún turbio negocio con banqueros, constructores o inmobiliarias. O que se compruebe cómo su empresa se hacía con la concesión del servicio que él mismo privatizó. O que le enganchen con lingotes de oro bajo el colchón, o con un piso adquirido a si mismo en vayausted a saber qué tipo de operación. O indultando a un colegota. Joder, que la lista es tan larga que se me cansan los dedos.
Por eso me irrita tanto el cinismo con el que Soraya Sáez de Santamaría exhibe el «le puede pasar a cualquiera», en primera persona del plural, mientras que hace como si los sobres de Bárcenas no fuesen ella. Es insultante que hable del paro, las miserias o de perder la casa como si fuese algo que cae del cielo, un hecho luctuoso y sobrevenido, una fatalidad sin causa ni conexión con el mundo. Y es igual de insultante que haga como que no conocía al tipo que trabajaba en su mismo edificio. Es todo tan insultante que, como decía alguien en twitter, deberíamos de sacar las antorchas.
Llegados a este punto de cabreo, solo espero que cuando vea Génova ardiendo hasta los cimientos, alguien haya mantenido la cordura durante unos minutos y haya salvado los documentos. Para que un día podamos exhibirlos como el monumento a aquella época en la que nos trataban como a gilipollas.