4. La libertad y la posibilidad de actuar: a modo de conclusión
En el ámbito de las ciencias de la salud es común caer en la trampa de los modelos deterministas que tienen la incapacidad de no dejar libertad para la acción y transformación de la realidad y que, por lo mismo, terminan cayendo en el idealismo, la fatalidad y la impotencia ante los acontecimientos. La historia del conocimiento nos ha dado muestras de la falacia del determinismo biológico que continuamente tratan de convencernos de que las desigualdades sociales, raciales y de género vienen «marcadas» en los genes y que por ello siempre habrá este tipo de desigualdades, porque los más listos y más fuertes física y psíquicamente (generalmente varones y blancos de clase pudiente) están determinados por su superioridad genética. Estas y otras falacias que la ciencia al servicio de la burguesía han tratado de imponer, no han tenido otro fin que el de justificar la perpetuación de la explotación de clase, del poder patriarcal y de los prejuicios racistas, que en el caso de los problemas de salud terminan responsabilizando a la víctima de sus males y centrándose en las intervenciones individuales, ya que el sistema político y social es inamovible, porque como suelen plantear «no estamos en el mejor de los mundos pero sí en el mejor de los mundos posibles».
Pero la realidad es que el conocimiento muestra su avance imparable, junto al avance de los pueblos en su lucha en general contra la opresión. Y ese progreso debemos seguir defendiéndolo pese a las limitaciones y frenos del sistema capitalista que centra la investigación en los beneficios económicos para un sector minoritario de la población mundial. Porque, pese a todo, la lucha por el conocimiento, por la verdad, es un logro de la humanidad, y tendemos a crear una actitud científica y crítica, pues el conocimiento verdadero siempre es crítico y revolucionario. Ser radical —esa palabra tan denostada— implica llegar a la raíz del problema, saber y conocer «hasta las últimas consecuencias y penetrando en la esencia de los fenómenos». Que podemos actuar y transformar, incluida nuestra sociedad y aunque choquen con determinados intereses políticos; que tenemos libertad para la acción y para la mejora de las causas que vamos descubriendo en las entrañas del problema.
Es preciso negar las ideas mecanicistas que dicen que el futuro está totalmente determinado e, igualmente, debemos negar las ideas que (en el otro polo de la dialéctica) nos dicen que el futuro está totalmente indeterminado. Debemos considerar que el futuro está determinado (o mejor aún, interdeterminado o codeterminado) por el presente y el pasado, pero no de un modo definitivo y absoluto. Por ejemplo, ahora tenemos la «libertad» de intervenir sobre la posibilidad de aparición de determinadas enfermedades congénitas con las técnicas de fecundación in vitro1. Con dicha técnica optamos a elegir los embriones válidos y sin las alteraciones genéticas (metabólicas muchas veces) que pueden ser detectadas porque conocemos su mecanismo de acción. Solo si un fenómeno puede ser alterado, porque el ser humano sabe cómo puede hacerlo, podremos intervenir para modificar esos procesos predeterminados.
En el ámbito social y político, el materialismo dialéctico ha mostrado la posibilidad real de cambiar nuestra sociedad, que con el concurso de nuestra voluntad de acción organizada —la de la clase trabajadora y otros sectores populares— podremos transformar las estructuras económicas y políticas capitalistas y construir sociedades nuevas en donde el bien colectivo, el bienestar y la salud de la mayoría de la población sean el centro de atención. A través de nuestras intervenciones podemos modificar la posibilidad, o probabilidad, de que ocurra un fenómeno o de que no ocurra, debido al grado de la libertad o indeterminación que acabamos de comentar. El ser humano utiliza la casualidad o el azar de los acontecimientos para conseguir lo que desea. Si no existiera ese azar «ciego», no podríamos determinar el mundo.
La dialéctica, el método dialéctico, se muestra más actual que nunca para ayudarnos a explicar los fenómenos que nos rodean, empezando por el más acuciante de la lucha de clases, y nos ayuda a entender en la práctica los problemas que nos pueden surgir en cualquier ámbito de nuestras vidas y en cualquier aspecto de la disciplina que trabajemos. Delimitar el problema concreto y objetivo en cada nivel de análisis y de actuación debe ser nuestro punto de partida. Investigar las contradicciones internas y sus condicionantes externos en cada contexto para llegar a su esencia, a sus determinaciones internas hasta intentar dominar el conjunto del conocimiento —la síntesis— de ese problema de salud. Con la humildad de saber que nunca podremos alcanzar la verdad absoluta de las cosas, que no hay enfermedades sino enfermos, pero sí elaborando leyes explicativas con las que ir tratando de alcanzar todas las causas conocidas donde se produce dicha enfermedad o problema de salud para intervenir sobre todas ellas, luchar por atajarlas y resolverlas. Que tanto ese conocimiento teórico como las intervenciones prácticas siempre nos llevan a las circunstancias sociales y políticas como una totalidad que lo envuelve y atraviesa todo.
Concepción Cruz
6 de enero de 2013
Un comentario
Materialismo dialectico en estado puro.