95º ani­ver­sa­rio del ase­si­na­to de Luxem­burg y Liebknecht

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Miles de per­so­nas par­ti­ci­pa­ron en la manifesta­ción en home­na­je a Rosa Luxem­bur­go, la «Rosa Roja», en Berlín

El pasa­do domin­go miles de per­so­nas con­cen­tra­das des­de muy tem­prano en las inme­dia­cio­nes de la Puer­ta de Frank­furt, par­ti­ci­pa­ron en la mani­fes­ta­ción que, como home­na­je a Rosa Luxem­bur­go y Karl Liebk­necht, reco­rrió una gran par­te del Ber­lín orien­tal camino del «cemen­te­rio de los socialistas». 
Es por este mul­ti­tu­di­na­rio acon­te­ci­mien­to social, tra­di­cio­nal en la Ale­ma­nia Orien­tal, que el mes de enero sue­le ser una de las fechas más espe­ran­za­do­ras para todos aque­llos ale­ma­nes que aún creen en una alter­na­ti­va izquier­dis­ta al actual sis­te­ma neoliberal.

Mucha gen­te sigue la tra­di­ción de la Alemania orien­tal de asis­tir a la mani­fes­ta­ción para recor­dar el ase­si­na­to de lucha­do­ra social ale­ma­na, Rosa Luxem­bur­go, y su cama­ra­da Karl Liebk­necht, tras los acon­te­ci­mien­tos de la fra­ca­sa­da revo­lu­ción ale­ma­na. Mues­tran su res­pe­to depo­si­tan­do cla­ve­les rojos sobre la tum­ba de la «Rosa Roja» y ante el memo­rial del cemen­te­rio ber­li­nés que recuer­da a los Lucha­do­res por el Socia­lis­mo muer­tos en la revo­lu­ción ale­ma­na y tras la Repú­bli­ca de los Con­se­jos de Obre­ros y Sol­da­dos de Ale­ma­nia de 1918, a las víc­ti­mas de la repre­sión en la Repú­bli­ca de Weich­mar y a los bri­ga­dis­tas inter­na­cio­na­les muer­tos en nues­tra Gue­rra Civil.

Es un momen­to de inten­sa emo­ción que mucha gen­te vive de for­ma ínti­ma a pesar de la mul­ti­tud que le rodea. Fue­ra del cemen­te­rio las ban­das de músi­ca alter­nan la Inter­na­cio­nal con can­cio­nes revo­lu­cio­na­rías ale­ma­nas, mien­tras las barra­cas de brat­wurst y vino calien­te con­vi­ven con los pues­tos de mate­rial de los dife­ren­tes gru­pos polí­ti­cos. En la mar­cha, domi­na­da por par­ti­dos socia­lis­tas y comu­nis­tas, des­ta­ca­ron tam­bién los blo­ques de los anti­fas­cis­tas, de los inmi­gran­tes tur­cos y algu­nas ban­de­ras de los gran­des sin­di­ca­tos, mayo­ri­ta­ria­men­te socialdemócratas.

El día antes, el dia­rio izquier­dis­ta Jun­gel Welt orga­ni­zó la Con­fe­ren­cia Inter­na­cio­nal «Rosa Luxem­burg», este año cen­tra­da en la apa­ri­ción del par­ti­do La Izquier­da (Die Lin­ke) sur­gi­do de la unión del orien­tal Par­ti­do de la Demo­cra­cia Socia­lis­ta (PDS) y la esci­sión de los social­de­mó­cra­tas de Oskar Lafon­tai­ne. El inau­di­to éxi­to elec­to­ral de La Izquier­da (Die Lin­ke) ha obli­ga­do a replan­tear las pos­tu­ras a muchos movi­mien­tos socia­les y otras for­ma­cio­nes mar­xis­tas alemanas.

Esta mani­fes­ta­ción jun­to con la Con­fe­ren­cia Inter­na­cio­nal, se cele­bra cada año con moti­vo del ase­si­na­to, el 15 enero de 1919, de la lucha­do­ra social ale­ma­na, de ori­gen pola­co, Rosa Luxem­bur­go, figu­ra cen­tral del socia­lis­mo inter­na­cio­nal revo­lu­cio­na­rio y fun­da­do­ra del Par­ti­do Comu­nis­ta Ale­mán (KPD), par­ti­do polí­ti­co ile­ga­li­za­do por el gobierno ale­mán y prohi­bi­do en la actua­li­dad en ese país. Rosa Luxem­bur­go fue ase­si­na­da por las tro­pas de asal­to al ser­vi­cio de la social­de­mo­cra­cia. Jun­to a ella murió su cama­ra­da Karl Liebknecht.

EL ORDEN REINA EN BERLIN

(14 de enero de 1919)

Escri­to en ale­mán por Rosa Luxem­bur­go el 14 de enero de 1919, la vís­pe­ra de ser ase­si­na­da por los sol­da­dos de la Caba­lle­ría de la Guar­dia d el Gobierno del SPD. Edi­ta­do digi­tal­men­te para la Red Vas­ca Roja, con cuyo per­mi­so apa­re­ce aquí, por Jus­to de la Cue­va en mayo de 1997. For­ma­to reco­di­fi­ca­do para el MIA por Juan R. Fajar­do en octu­bre de 1999.


«El orden rei­na en Var­so­via», anun­ció el minis­tro Sebas­tia­ni a la Cáma­ra de París en 1831 cuan­do, des­pués de haber lan­za­do su terri­ble asal­to sobre el barrio de Pra­ga, la sol­da­des­ca de Pas­kie­vitch había entra­do en la capi­tal pola­ca para dar comien­zo a su tra­ba­jo de ver­du­gos con­tra los insurgentes.

«¡El orden rei­na en Ber­lín!», pro­cla­ma triun­fan­te la pren­sa bur­gue­sa, pro­cla­man Ebert y Nos­ke, pro­cla­man los ofi­cia­les de las «tro­pas victoriosas2 a las que la chus­ma peque­ño­bur­gue­sa de Ber­lín aco­ge en las calles agi­tan­do sus pañue­los y lan­zan­do sus ¡hurras! La glo­ria y el honor de las armas ale­ma­nas se han sal­va­do ante la his­to­ria mun­dial. Los lamen­ta­bles ven­ci­dos de Flan­des y de las Arde­nas han res­ta­ble­ci­do su renom­bre con una bri­llan­te vic­to­ria sobre…los 300 «espar­ta­quis­tas» del Vor­wärts. Las ges­tas del pri­mer y glo­rio­so avan­ce de las tro­pas ale­ma­nas sobre Bél­gi­ca, las ges­tas del gene­ral von Emmich, el ven­ce­dor de Lie­ja, pali­de­cen ante las haza­ñas de Reinhardt y Cía., en las calles de Ber­lín. Par­la­men­ta­rios que habían acu­di­do a nego­ciar la ren­di­ción del Vor­wärts ase­si­na­dos, des­tro­za­dos a gol­pes de cula­ta por la sol­da­des­ca guber­na­men­tal has­ta el pun­to de que sus cadá­ve­res eran com­ple­ta­men­te irre­co­no­ci­bles, pri­sio­ne­ros col­ga­dos de la pared y ase­si­na­dos de tal for­ma que tenían el crá­neo roto y la masa cere­bral espar­ci­da: ¿quién pien­sa ya a la vis­ta de estas glo­rio­sas haza­ñas en las ver­gon­zo­sas derro­tas ante fran­ce­ses, ingle­ses y ame­ri­ca­nos? «Espar­ta­co» se lla­ma el enemi­go y Ber­lín el lugar don­de nues­tros ofi­cia­les entien­den que han de ven­cer. Nos­ke, el «obre­ro», se lla­ma el gene­ral que sabe orga­ni­zar vic­to­rias allí don­de Luden­dorff ha fracasado.

¿Cómo no pen­sar aquí en la borra­che­ra de vic­to­ria de la jau­ría que impu­so el «orden» en París, en la baca­nal de la bur­gue­sía sobre los cadá­ve­res de los lucha­do­res de la Comu­na? ¡Esa mis­ma bur­gue­sía que aca­ba de capi­tu­lar ver­gon­zo­sa­men­te ante los pru­sia­nos y de aban­do­nar la capi­tal del país al enemi­go exte­rior para poner pies en pol­vo­ro­sa como el últi­mo de los cobar­des! Pero fren­te a los pro­le­ta­rios de París, ham­brien­tos y mal arma­dos, con­tra sus muje­res e hijos inde­fen­sos, ¡cómo vol­vía a flo­re­cer el cora­je viril de los hiji­tos de la bur­gue­sía, de la «juven­tud dora­da», de los ofi­cia­les! ¡Cómo se des­ató la bra­vu­ra de esos hijos de Mar­te humi­lla­dos poco antes ante el enemi­go exte­rior aho­ra que se tra­ta­ba de ser bes­tial­men­te crue­les con inde­fen­sos, con pri­sio­ne­ros, con caídos!

«¡El orden rei­na en Var­so­via!», «¡El orden rei­na en París!», «¡El orden rei­na en Ber­lín!», esto es lo que pro­cla­man los guar­dia­nes del «orden» cada medio siglo de un cen­tro a otro de la lucha his­tó­ri­co-mun­dial. Y esos eufó­ri­cos «ven­ce­do­res» no se per­ca­tan de que un «orden» que perió­di­ca­men­te ha de ser man­te­ni­do con esas car­ni­ce­rías san­grien­tas mar­cha ineluc­ta­ble­men­te hacia su fin. ¿Qué ha sido esta últi­ma «Sema­na de Espar­ta­co» en Ber­lín, qué hatraí­do con­si­go, qué ense­ñan­zas nos apor­ta? Aun en medio de la lucha, en medio del cla­mor de vic­to­ria de la con­tra­rre­vo­lu­ción han de hacer los pro­le­ta­rios revo­lu­cio­na­rios el balan­ce de lo acon­te­ci­do, han de medir los acon­te­ci­mien­tos y sus resul­ta­dos según la gran medi­da de la his­to­ria. La revo­lu­ción no tie­ne tiem­po que per­der, la revo­lu­ción sigue avan­zan­do hacia sus gran­des metas aún por enci­ma de las tum­bas abier­tas, por enci­ma de las «vic­to­rias» y de las «derro­tas». La pri­me­ra tarea de los com­ba­tien­tes por el socia­lis­mo inter­na­cio­nal es seguir con luci­dez sus líneas de fuer­za, sus caminos.

¿Podía espe­rar­se una vic­to­ria defi­ni­ti­va del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio en el pre­sen­te enfren­ta­mien­to, podía espe­rar­se la caí­da de los Ebert-Schei­de­mann y la ins­tau­ra­ción de la dic­ta­du­ra socia­lis­ta? Des­de lue­go que no si se toman en con­si­de­ra­ción la tota­li­dad de los ele­men­tos que deci­den sobre la cues­tión. La heri­da abier­ta de la cau­sa revo­lu­cio­na­ria en el momen­to actual, la inma­du­rez polí­ti­ca de la masa de los sol­da­dos, que toda­vía se dejan mani­pu­lar por sus ofi­cia­les con fines anti­po­pu­la­res y con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios, es ya una prue­ba de que en el pre­sen­te cho­que no era posi­ble espe­rar una vic­to­ria dura­de­ra de la revo­lu­ción. Por otra par­te, esta inma­du­rez del ele­men­to mili­tar no es sino un sín­to­ma de la inma­du­rez gene­ral de la revo­lu­ción alemana.

El cam­po, que es de don­de pro­ce­de un gran por­cen­ta­je de la masa de sol­da­dos, sigue sin estar ape­nas toca­do por la revo­lu­ción. Ber­lín sigue estan­do has­ta aho­ra prác­ti­ca­men­te asi­la­do del res­to del país. Es cier­to que en pro­vin­cias los cen­tros revo­lu­cio­na­rios ‑Rena­nia, la cos­ta nor­te, Braunsch­weig, Sajo­nia, Würt­tem­berg- están con cuer­po y alma al lado de los pro­le­ta­rios de Ber­lín. Pero lo que sobre todo fal­ta es coor­di­na­ción en la mar­cha hacia ade­lan­te, la acción común direc­ta que le daría una efi­ca­cia incom­pa­ra­ble­men­te supe­rior a la ofen­si­va y a la rapi­dez de movi­li­za­ción de la cla­se obre­ra ber­li­ne­sa. Por otra par­te, las luchas eco­nó­mi­cas, la ver­da­de­ra fuer­za vol­cá­ni­ca que impul­sa hacia ade­lan­te la lucha de cla­ses revo­lu­cio­na­ria, están toda­vía ‑lo que no deja de tener pro­fun­das rela­cio­nes con las insu­fi­cien­cias polí­ti­cas de la revo­lu­ción apun­ta­das- en su esta­dio inicial.

De todo esto se des­pren­de que en este momen­to era impo­si­ble pen­sar en una vic­to­ria dura­de­ra y defi­ni­ti­va. ¿Ha sido por ello un «error» la lucha de la últi­ma sema­na? Sí, si se hubie­ra tra­ta­do mera­men­te de una «ofen­si­va » inten­cio­na­da, de lo que se lla­ma un «putsch». Sin embar­go, ¿cuál fue el pun­to de par­ti­da de la últi­ma sema­na de lucha? Al igual que en todos los casos ante­rio­res, al igual que el 6 de diciem­bre y el 24 de diciem­bre: ¡una bru­tal pro­vo­ca­ción del gobierno! Igual que el baño de san­gre a que fue­ron some­ti­dos mani­fes­tan­tes inde­fen­sos de la Chaus­sees­tras­se e igual que la car­ni­ce­ría de los mari­ne­ros, en esta oca­sión el asal­to a la jefa­tu­ra de poli­cía de Ber­lín fue la cau­sa de todos los acon­te­ci­mien­tos pos­te­rio­res. La revo­lu­ción no ope­ra como le vie­ne en gana, no mar­cha en cam­po abier­to, según un plan inte­li­gen­te­men­te con­ce­bi­do por los «estra­te­gas». Sus enemi­gos tam­bién tie­nen la ini­cia­ti­va, sí, y la emplean por regla gene­ral más que la mis­ma revolución.

Ante el hecho de la des­ca­ra­da pro­vo­ca­ción por par­te de los Ebert-Schei­de­mann, la cla­se obre­ra revo­lu­cio­na­ria se vió obli­ga­da a recu­rrir a las armas. Para la revo­lu­ción era una cues­tión de honor dar inme­dia­ta­men­te la más enér­gi­ca res­pues­ta al ata­que, so pena de que la con­tra­rre­vo­lu­ción se cre­cie­se con su nue­vo paso ade­lan­te y de que las filas revo­lu­cio­na­rias del pro­le­ta­ria­do y el cré­di­to moral de la revo­lu­ción ale­ma­na en la Inter­na­cio­nal sufrie­sen gran­des pérdidas.

Por lo demás, la inme­dia­ta resis­ten­cia que opu­sie­ron las masas ber­li­ne­sas fue tan espon­tá­nea y lle­na de una ener­gía tan evi­den­te que la vic­to­ria moral estu­vo des­de el pri­mer momen­to de par­te de la «calle».

Pero hay una ley vital inter­na de la revo­lu­ción que dice que nun­ca hay que parar­se, sumir­se en la inac­ción, en la pasi­vi­dad des­pués de haber dado un pri­mer paso ade­lan­te. La mejor defen­sa es el ata­que. Esta regla ele­men­tal de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revo­lu­ción. Era evi­den­te ‑y haber­lo com­pren­di­do así tes­ti­mo­nia el sano ins­tin­to, la fuer­za inte­rior siem­pre dis­pues­ta del pro­le­ta­ria­do ber­li­nés- que no podía dar­se por satis­fe­cho con repo­ner a Eichhorn en su pues­to. Espon­tá­nea­men­te se lan­zó a la ocu­pa­ción de otros cen­tros de poder de la con­tra­rre­vo­lu­ción: la pren­sa bur­gue­sa, las agen­cias ofi­cio­sas de pren­sa, el Vor­wärts. Todas estas medi­das sur­gie­ron entre las masas a par­tir del con­ven­ci­mien­to de que la con­tra­rre­vo­lu­ción, por su par­te, no se iba a con­for­mar con la derro­ta sufri­da, sino que iba a bus­car una prue­ba de fuer­za general.

Aquí tam­bién nos encon­tra­mos ante una de las gran­des leyes his­tó­ri­cas de la revo­lu­ción fren­te a la que se estre­llan todas las habi­li­da­des y sabi­du­rías de los peque­ños «revo­lu­cio­na­rios» al esti­lo de los del USP, que en cada lucha sólo se afa­nan en bus­car una cosa, pre­tex­tos para la reti­ra­da. Una vez que el pro­ble­ma fun­da­men­tal de una revo­lu­ción ha sido plan­tea­do con total cla­ri­dad ‑y ese pro­ble­ma es en esta revo­lu­ción el derro­ca­mien­to del gobierno Ebert-Schei­de­mann, en tan­to que pri­mer obs­tácu­lo para la vic­to­ria del socia­lis­mo- enton­ces ese pro­ble­ma no deja de apa­re­cer una y otra vez en toda su actua­li­dad y con la fata­li­dad de una ley natu­ral; todo epi­so­dio ais­la­do de la lucha hace apa­re­cer el pro­ble­ma con todas sus dimen­sio­nes por poco pre­pa­ra­da que esté la revo­lu­ción para dar­le solu­ción, por poco madu­ra que sea toda­vía la situa­ción. «¡Aba­jo Ebert-Schei­de­mann!», es la con­sig­na que apa­re­ce inevi­ta­ble­men­te a cada cri­sis revo­lu­cio­na­ria en tan­to que úni­ca fór­mu­la que ago­ta todos los con­flic­tos par­cia­les y que, por su lógi­ca inter­na, se quie­ra o no, empu­ja todo epi­so­dio de lucha a su mas extre­mas consecuencias.

De esta con­tra­dic­ción entre el carác­ter extre­mo de las tareas a rea­li­zar y la inma­du­rez de las con­di­cio­nes pre­vias para su solu­ción en la fase ini­cial del desa­rro­llo revo­lu­cio­na­rio resul­ta que cada lucha se sal­da for­mal­men­te con una derro­ta. ¡Pero la revo­lu­ción es la úni­ca for­ma de «gue­rra» ‑tam­bién es ésta una ley muy pecu­liar de ella- en la que la vic­to­ria final sólo pue­de ser pre­pa­ra­da a tra­vés de una serie de «derro­tas»!

¿Qué nos ense­ña toda la his­to­ria de las revo­lu­cio­nes moder­nas y del socia­lis­mo? La pri­me­ra lla­ma­ra­da de la lucha de cla­ses en Euro­pa, el levan­ta­mien­to de los teje­do­res de seda de Lyon en 1831, aca­bó con una seve­ra derro­ta. El movi­mien­to car­tis­ta en Ingla­te­rra tam­bién aca­bó con una derro­ta. La insu­rrec­ción del pro­le­ta­ria­do de París, en los días de junio de 1848, fina­li­zó con una derro­ta aso­la­do­ra. La Comu­na de París se cerró con una terri­ble derro­ta. Todo el camino que con­du­ce al socia­lis­mo ‑si se con­si­de­ran las luchas revo­lu­cio­na­rias- está sem­bra­do de gran­des derrotas.

Y, sin embar­go, ¡ese mis­mo camino con­du­ce, paso a paso, ineluc­ta­ble­men­te, a la vic­to­ria final! ¡Dón­de esta­ría­mos noso­tros hoy sin esas «derro­tas», de las que hemos saca­do cono­ci­mien­to, fuer­za, idea­lis­mo! Hoy, que hemos lle­ga­do extra­or­di­na­ria­men­te cer­ca de la bata­lla final de la lucha de cla­ses del pro­le­ta­ria­do, nos apo­ya­mos direc­ta­men­te en esas derro­tas y no pode­mos renun­ciar ni a una sola de ellas, todas for­man par­te de nues­tra fuer­za y nues­tra cla­ri­dad en cuan­to a las metas a alcanzar.

Las luchas revo­lu­cio­na­rias son jus­to lo opues­to a las luchas par­la­men­ta­rias. En Ale­ma­nia hemos teni­do, a lo lar­go de cua­tro dece­nios, sono­ras «vic­to­rias» par­la­men­ta­rias, íba­mos pre­ci­sa­men­te de vic­to­ria en vic­to­ria. Y el resul­ta­do de todo ello fue, cuan­do lle­gó el día de la gran prue­ba his­tó­ri­ca, cuan­do lle­gó el 4 de agos­to de 1914, una ani­qui­la­do­ra derro­ta polí­ti­ca y moral, un nau­fra­gio inau­di­to, una ban­ca­rro­ta sin pre­ce­den­tes. Las revo­lu­cio­nes, por el con­tra­rio, no nos han apor­ta­do has­ta aho­ra sino gra­ves derro­tas, pero esas derro­tas inevi­ta­bles han ido acu­mu­lan­do una tras otra la nece­sa­ria garan­tía de que alcan­za­re­mos la vic­to­ria final en el futuro.

¡Pero con una con­di­ción! Es nece­sa­rio inda­gar en qué con­di­cio­nes se han pro­du­ci­do en cada caso las derro­tas. La derro­ta, ¿ha sobre­ve­ni­do por­que la ener­gía com­ba­ti­va de las masas se ha estre­lla­do con­tra las barre­ras de unas con­di­cio­nes his­tó­ri­cas inma­du­ras o se ha debi­do a la tibie­za, a la inde­ci­sión, a la debi­li­dad inter­na que ha aca­ba­do para­li­zan­do la acción revolucionaria?

Ejem­plos clá­si­cos de ambas posi­bi­li­da­des son, res­pec­ti­va­men­te, la revo­lu­ción de febre­ro en Fran­cia y la revo­lu­ción de mar­zo ale­ma­na. La heroi­ca acción del pro­le­ta­ria­do de París en 1848 ha sido fuen­te viva de ener­gía de cla­se para todo el pro­le­ta­ria­do inter­na­cio­nal. por el con­tra­rio las mise­rias de la revo­lu­ción de mar­zo en Ale­ma­nia han entor­pe­ci­do la mar­cha de todo el moderno desa­rro­llo ale­mán igual que una bola de hie­rro ata­da a los pies. Han ejer­ci­do su influen­cia a lo lar­go de toda la par­ti­cu­lar his­to­ria de la Social­de­mo­cra­cia ofi­cial ale­ma­na lle­gan­do inclu­so a reper­cu­tir en los más recien­tes acon­te­ci­mien­tos de la revo­lu­ción ale­ma­na, inclu­so en la dra­má­ti­ca cri­sis que aca­ba­mos de vivir.

¿Qué pode­mos decir de la derro­ta sufri­da en esta lla­ma­da Sema­na de Espar­ta­co a la luz de las cues­tio­nes his­tó­ri­cas alu­di­das más arri­ba? ¿Ha sido una derro­ta cau­sa­da por el ímpe­tu de la ener­gía revo­lu­cio­na­ria cho­can­do con­tra la inma­du­rez de la situa­ción o se ha debi­do a las debi­li­da­des e inde­ci­sio­nes de nues­tra acción?

¡Las dos cosas a la vez! El carác­ter doble de esta cri­sis, la con­tra­dic­ción entre la inter­ven­ción ofen­si­va, lle­na de fuer­za, deci­di­da, de las masa ber­li­ne­sas y la inde­ci­sión, las vaci­la­cio­nes, la timi­dez de la direc­ción ha sido uno de los datos pecu­lia­res del más recien­te episodio.

La direc­ción ha fra­ca­sa­do. Pero la direc­ción pue­de y debe ser crea­da de nue­vo por las masas y a par­tir de las masas. Las masas son lo deci­si­vo, ellas son la roca sobre la que se basa la vic­to­ria final de la revo­lu­ción. Las masas han esta­do a la altu­ra, ellas han hecho de esta «derro­ta» una pie­za más de esa serie de derro­tas his­tó­ri­cas que cons­ti­tu­yen el orgu­llo y la fuer­za del socia­lis­mo inter­na­cio­nal. Y por eso, del tron­co de esta «derro­ta» flo­re­ce­rá la vic­to­ria futura.

«¡El orden rei­na en Ber­lín!», ¡esbi­rros estú­pi­dos! Vues­tro orden está edi­fi­ca­do sobre are­na. La revo­lu­ción, maña­na ya «se ele­va­rá de nue­vo con estruen­do hacia lo alto» y pro­cla­ma­rá, para terror vues­tro, entre soni­do de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

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