Elecciones, manifestaciones y deporte asistencial. Son algunas de las cosas en las que, casi nunca, se ponen de acuerdo poder y oposición. Con ellas la rebelión de las masas se canaliza dentro de un orden, hasta que pasa el peligro. La indignación, la protesta, la ansiedad social de cualquier tipo caben en estos eventos, donde el ciudadano reprimido, que se sabe un cero absoluto cotidiano, tiene la experiencia engañosa de ser protagonista político, social o deportivo… por unas y ajenas horas. Durante ese tiempo, los indignados toman la calle, las urnas y los estadios, debidamente ordenados detrás de una pancarta o sentados en sus butacas… y sin pisar la flores. Después de un rato, todo vuelve a la calma y nada cambia, porque ninguna de estas “participaciones” tiene poder fáctico alguno.
Una escenificación de este diseño, ha tenido lugar recientemente (11 de enero) en Bilbao. Tal vez la mayor manifestación en número de personas, de las muchas que se han convocado desde 1977, precedida de una primera siesta en San Mamés y no muy lejos de las próximas elecciones. Tal vez mas de cien mil personas acudieron a la llamada conjunta de los convocantes: PNV, Sortu, EA, Aralar, Alternatiba, ELA, LAB, Geroa bai etc. La novedad relativa era la participación y el protagonismo del PNV, en primera fila. Los motivos oficiales, los que figuraban en la pancarta de cabecera, los que aportaron los altavoces del partido, para entrar en este acto y que no lo prohibieran los españoles, no se los cree nadie. Los verdaderos, ellos sabrán. De la oposición, podemos decir algo parecido aunque su opción fuese mas claramente defensiva, casi de clavo ardiendo, que integradora.
Muchos de los que acudieron a la llamada de Ortuzar y los suyos, no se preocupan habitualmente de los presos vascos. Entre otras cosas porque son presos de ETA y porque el PNV es uno de los responsables de la actual dispersión…También porque todos los viernes, en Albia, frente a la sede del partido, familiares y amigos de presos – que para el PNV son invisibles – así lo recuerdan, desde hace muchos años. Nadie de la casa de enfrente, salvo la Ertzaintza alguna vez, se ha dado nunca por aludido. Está claro que, con estos antecedentes, el PNV no quería manifestarse por los presos vascos. Y además estaba la prohibición de la ley y los jueces. Y eso si que no se lo salta el partido, ni harto de ikurriñas. Así que el PNV quería otra cosa…¿Sabremos alguna vez qué…? Tal vez cuando a Ortuzar le escriban sus memorias.
Es cierto que los vascos están sensibilizados, en general, por los derechos humanos, preferentemente localizados en el tercer mundo. Pero la cuestión de los derechos de los presos de ETA, frecuentemente ni la huelen, cuando no se posicionan en contra o miran a otro lado, como es el caso habitual del PNV, Geroa…etc. Entre otras cosas, por eso, amplios sectores de la izquierda abertzale y de los grupos pro-presos, aunque aceptaron la presencia y el protagonismo de los Ortuzar, desconfiaban de ellos. No podemos criticarles. Otros muchos que fuimos, como a un ritual repetido, lo hicimos a pesar de esta desconfianza y del oportunismo abierto del PNV. Lo hicimos enrabietados por la prepotencia de los ocupantes y el manifiesto abuso del derecho de conquista, que ejercen el gobierno, la Audiencia Nacional y otras instituciones del Estado, contando con la pasividad de las “nuestras”. Es decir, lo hicimos no solo como apoyo a los presos, que es algo que hacemos habitualmente a lo largo del año, sino como protesta y denuncia de la ocupación y por los derechos nacionales vascos. No fuimos por los “abstractos” y ocasionales derechos humanos del PNV, sino por los derechos nacionales de los vascos, especialmente de los que están encarcelados. Y si al PNV esto no le parece suficiente para convocar manifestaciones, que lo diga. De ahí que la del sábado no fuera tan silenciosa, como hubieran querido los convocantes, y que el camuflaje de los DDHH, sirviera también para expresar otras reivindicaciones de derechos mas concretos, que se desbordaron en gritos y denuncias de la multitud.
Desgraciadamente toda esta puesta en escena, y la buena voluntad rupturista de algunos, no servirá para mejorar un centímetro el alejamiento y la suerte de los presos. Ya lo ha dicho el ministro de guardia contra Euskadi y contra ETA, el ministro del asunto de norte: “por una o dos manifestaciones no vamos a cambiar la ley”. Les parecen poco y además inofensivas. Si no hacen caso al millón y medio de catalanes, del 11 de setiembre, qué no harán con nosotros que somos menos y, ahora, desarmados. Y, en este caso, no le faltaba razón a este ministro que no la tiene habitualmente. La manifestaciones, que tanto quisimos cuando la transición, han perdido glamour político y poder fáctico. Ya no encantan ni dan miedo. Se han convertido en procesiones reglamentarias, previas al poteo del sábado. Y seguras. Sobre todo seguras, para el sistema. No estamos para una primavera árabe, ni ucraniana. Y dentro de poco ni amonal ni Gamonal. Tenemos otras cosas que hacer y mucha mas renta per cápita.
Me gustaría equivocarme en esto, mas que en cualquier cosa, pero me temo que lo único que quedará de este momento tan “histórico” será el subidón pasajero, de los primeros días y el bajón de la resaca. También nos quedarán las hemerotecas, con sus grandes fotos de portada y las preguntas, deseos y expectativas, que siempre se hacen algunos infatigables sobre un cambio improbable del PNV, y el inicio de una nueva época. Cuando pase la marea mediática y el terrorismo tertuliano, todo volverá a ser lo mismo…hasta el próximo enero. Entonces, si hay nuevos abusos de los conquistadores, tal vez nos demos otra vuelta por las calles de Bilbao, con los Ortuzar, Bilbao, Egibar y sus old boys street.