Autor: Borroka garaia da!
Como ya sabéis los lectores y lectoras habituales del blog, hay varios conceptos que se manejan habitualmente en el discurso político vasco que me desestabilizan los chakras. “Euskal Herria en Europa” es uno de ellos, “proceso de paz” cuando no existe ninguno es otro, y hoy vamos a hablar del tercero. La “normalización política”.
En términos generales la normalización tiene habitualmente dos acepciones algo diferentes. El restablecimiento de la normalidad y el orden en una cosa, o la adaptación o sometimiento de una cosa a una serie de normas o reglas.
Pese a que parezca nuevo, el término normalización apareció en la política vasca a finales de los 80.
Concretamente en el “Acuerdo para la Normalización y Pacificación de Euskadi”. También conocido como Pacto de Ajuria Enea. El objetivo de ese pacto, tildado en su día como “pacto anti-abertzale” por la izquierda abertzale, tenía como objetivo según sus firmantes la necesidad de la importancia de la acción policial, la protección de los principios que conforman la “convivencia democrática” y velar por la defensa del “estado de derecho” siempre dentro de la legalidad. También como aseguraban , la colaboración internacional se convertía en algo imprescindible para la erradicación de “la violencia”.
Es decir, el objetivo, a parte de intentar marginar política y socialmente a la izquierda abertzale mientras se aplicaba violencia de estado, consistía en acabar con toda lucha ilegal y asimilar en la democracia española a la izquierda abertzale. Esa era la normalización política a la que se referían. La adaptación o sometimiento de la disidencia política a una serie de normas o reglas fijadas por el estado español y el capital.
Estaremos todos y todas de acuerdo en que la situación política Euskal Herria no es normal. ¿Por qué no lo es? Depende de la respuesta a esta pregunta las conclusiones serán muy diferentes.
¿Qué es lo que hace que la situación política no esté normalizada?
¿Los juicios políticos? ¿La represión en todas sus gamas y tonalidades? ¿La situación de los presos y presas políticas? ¿Que la izquierda abertzale no haga constricción y penitencia pública de “su pasado”? ¿Que los partidos no lleguen a acuerdos? ¿Que exista violencia de algún tipo? ¿Que no se asiente una convivencia?
No, la situación política vasca no está normalizada porque no existe libertad. Porque el pueblo vasco no tiene mecanismos para que sus decisiones puedan llevarse a cabo. Porque el capital arrasa con todo. Porque está negado el derecho de autodeterminación. En definitiva, porque no hay democracia. Lo demás son consecuencias de la inexistencia de democracia y se seguirán generando de una forma u otra mientras eso sea así.
Es por ello que la normalización política debe estar basada y construida a partir de derechos y libertades nacionales y sociales. Y ahí esta el quid de la cuestión, pues para alcanzar esos derechos y libertades se hace necesaria una desnormalización de la situación actual de injusticia.
Por lo tanto, la “normalización política” es un arma de doble filo, que puede ser el resultado de una lucha que alcanza un terreno de juego de libertades o un proceso de asimilación y aceptación de la injusticia, la legalidad y el marco político impuesto. Por ahora, la balanza se decanta más por la segunda opción en la mayoría de ocasiones que leo o escucho ese término.