El juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco acaba de prohibir la manifestación convocada para mañana en Bilbo por Tantaz Tanta (Gota a gota), que ya había movilizado a miles de personas con el propósito de exigir el fin de la dispersión penitenciaria de los presos y presas políticos vascos. La prohibición se hace pública dos horas después de que Pablo Ruz, también juez de la Audiencia Nacional, rechazara prohibir el acto, alegando que no apreciaba indicios sólidos de un posible enaltecimiento del terrorismo. Eloy Velasco, que ejerció como director de Justicia en los dos gobiernos de Eduardo Zaplana como presidente de la Comunidad Valenciana, afirma que detrás de Tantaz Tanta se encuentra Herrira, la organización que ilegalizó el pasado octubre y que se presentó a los medios de comunicación como un tentáculo de ETA.
Parece poco creíble que esta decisión no esté relacionada con la detención de ocho abogados vascos o con el informe de la Guardia Civil, alertando que uno de cada cuatro profesores de ikastolas públicas navarras pertenece a la izquierda abertzale. El registro del despacho del senador de Bildu Iñaki Goioaga parece completar una ofensiva destinada a boicotear un proceso de paz, inspirado por el deseo legítimo de resolver por vías exclusivamente democráticas el conflicto vasco. Pienso que el objetivo no es acabar con ETA, que abandonó la lucha armada hace algo más de dos años, sino liquidar el anhelo soberanista y escarmentar al conjunto de la sociedad, lanzando una advertencia sobre el poder del Estado.
En un tiempo de penuria, recortes sociales y pérdida de derechos, conviene demostrar que el poder ejecutivo, judicial y legislativo, lejos de ser independientes, constituyen un frente común, capaz de aplastar cualquier forma de resistencia o rebeldía.
Piero Manzoni se hizo famoso en 1961 al exponer sus excrementos en 90 latas de cinco centímetros de alto y 6’5 de diámetro. Todas las latas mostraban en diferentes idiomas la etiqueta: Mierda de artista. Todas se compraron a peso de oro, de acuerdo con la cotización de ese día. Actualmente, las latas se hallan en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el Georges Pompidou de París, la TATE Gallery de Londres y el MOMA de Nueva York. La mierda de Manzoni surgió como una provocación, pero hoy en día es la materia que mejor refleja la fibra moral de unos intelectuales y artistas más comprometidos con el copyright que con las víctimas de un capitalismo globalizado y envalentonado.
Se echa de menos a figuras como José Bergamín, que se atrevió a desafiar al poder político y económico, señalando que la Transición sólo era una farsa orquestada por el régimen franquista para garantizar la impunidad de los verdugos y los privilegios de las oligarquías. Desde muy joven, Bergamín tuvo muy claro la necesidad de ser radical y evitar las medias tintas: “Cuando pienses, mejor o peor, no lo hagas nunca a medias”. Hijo de un ministro de la Restauración, sus convicciones comunistas convivieron con un catolicismo heterodoxo y peculiar (“con los comunistas hasta la muerte… pero ni un paso más”). Durante la Segunda República, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, trasladó a Valencia una selección de obras del Museo del Prado para evitar su destrucción durante los bombardeos de la aviación franquista y encargó a Picasso un mural para el pabellón español de la Exposición de París. Picasso respondió con el célebre Gernika, que enseguida se convirtió en símbolo de la barbarie fascista.
Al finalizar la guerra, Bergamín se exilió a México, pero en 1958 regresó a España. Su oposición al régimen le costó el acoso de grupos parapoliciales, que quemaron su apartamento y le amenazaron de muerte. Lejos de intimidarse, en 1963 encabezó una carta dirigida a Manuel Fraga y firmada por cien intelectuales, donde le acusaban de ser el responsable de las torturas cometidas contra los mineros asturianos en huelga. Poco después, protagonizó una polémica con Torcuato Luca de Tena, director del ABC, que le contestó con un artículo infame: “Pepito Bergamín es blando, viscoso y correligionario de comunista y analfabetos”. Fraga ordenó su expulsión al extranjero y Bergamín inició su segundo exilio.
No volverá hasta 1970, con el mismo ánimo combativo y sin la intención de morderse la lengua. En 1976, publica “El Franquismo sin Franco” y en 1978 “La Confusión Reinante”. Ambos artículos le cuestan procesos judiciales y la exclusión de los grandes medios de comunicación. Aislado y sin recursos económicos, comienza a colaborar con Punto y Hora y, algo más tarde, con Egin. En Madrid, sólo es un poeta maldito y olvidado. Después de sufrir una caída y romperse el cuello del fémur, viaja con su hija Teresa a un pueblo de la sierra de Huelva y escribe un poema que más tarde se grabará en su lápida de Hondarribia: “Fui peregrino en mi patria /desde que nací. /Y lo fui en todos los tiempos /que en ella viví. /Lo sigo siendo, al estarme /ahora y aquí, /peregrino de una España /que ya no está en mí. /Y no quisiera morirme /aquí y ahora /para no dar a mis huesos /tierra española”.
El 9 de septiembre de 1982 se traslada a Euskal Herria y se instala en Donostia. Al igual que Alfonso Sastre y Eva Forest, recibe numerosas muestras de afecto y solidaridad. Siente que por fin está en casa y continúa escribiendo, sin desviarse de sus planteamientos. Sus artículos le acarrean nuevos procesos judiciales y acentúan su demonización. Es la época del felipismo y la Movida.
Malos tiempos para los poetas que escriben sin miedo. Se le propone para el Cervantes, pero se descarta su candidatura por su perfil irreverente, revolucionario y antimonárquico. Se niega a ser hospitalizado cuando se le diagnostica un proceso neuromuscular degenerativo. Muere consciente y lúcido el 28 de agosto de 1983, atendido en su domicilio de Donostia por su hija Teresa: “La mayor pena es morirse /sea la muerte que sea. /Yo me moriré de pena /de tenerme que morir, /me muera como me muera”.